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50 años del viaje del Apolo 11 (III): Cambios de paradigma

A partir de la construcción de Uraniborg la curiosidad del ser humano por lo que ocurría fuera de nuestro mundo fue imparable. En cuatrocientos años se pasó de los primeros “observatorios” y estudios sistemáticos del firmamento a la puesta en órbita del satélite artificial de 1957.

Puede resumirse la “prehistoria” de la exploración y navegación espacial, de manera breve, y en líneas muy generales, en las siguientes cinco etapas:

-Los científicos y estudiosos prenewtonianos.
-Desde la publicación de los Principios Matemáticos de Newton a los primeros vehículos para navegar por la atmósfera.
-Desde la construcción del primer globo tripulado a los estudios teóricos de Tsiolkovski.
-Desde la descripción por Tsiolkovski de los cohetes de combustible líquido al estallido de la Segunda Guerra Mundial. Aquí ya entramos en un período de aceleración de la Historia en el que el paso del tiempo se mide más por décadas que por siglos.
-Del vuelo de los cohetes militares V-2 al lanzamiento del primer satélite artificial en 1957.

Grabado antiguo que representa a Tycho Brahe trabajando en su observatorio primitivo.
Grabado que muestra a Tycho Brahe y a sus colaboradores trabajando en el observatorio de Uraniborg -literalmente, “el castillo de Urania”, musa de los astrónomos-. El edificio contaba con varias plantas subterráneas, y a pesar de carecer de telescopios con lentes, fue el primer edificio astronómico moderno en el que no solamente se inventariaban estrellas, sino que se anotaban sus posiciones y se llevaba registro por escrito de las observaciones que se iban haciendo con los años, para disponer de una estadística.

 

La construcción del observatorio astronómico de Uraniborg, y su sucesor el de Stjoernerborg, fueron posibles en el siglo XVI gracias al acuerdo de colaboración entre un técnico, el astrónomo danés Tyge Brahe (al que conocemos más por su nombre latinizado de Tycho), y un político, el rey Federico II de Dinamarca. Por entonces, las fronteras de los países nórdicos no eran las actuales, y la isla de Hven, donde se ubicaba el observatorio, pertenece en nuestros días a Suecia y se llama Ven. Hay que destacar un hecho notabilísimo, y es que Uraniborg es anterior a la invención de los telescopios tal como los conocemos a partir de Galileo, pero aun sin disponerse de lentes que aumentaran el cielo, el uso de métodos sistemáticos (y sobre todo, continuados a lo largo del tiempo) permitió un conocimiento de los astros más preciso que el de las generaciones previas.

Al igual que los historiadores de la filosofía hablan de una serie de intelectuales griegos (caso de Tales de Mileto) con la denominación de “presocráticos” (que intentaron las primeras aproximaciones a la descripción de la Tierra y del Espacio con criterios que se alejaban de las explicaciones mágico-religiosas hasta entonces imperantes y pretendían desarrollar una proto-ciencia dentro de las posibilidades de conocimiento a su alcance en aquella época), podemos hablar de una serie de talentos “prenewtonianos” que se ubicaban cronológicamente en la Europa del Renacimiento y prepararon el camino para la Revolución Científica de la época de Isaac Newton. Tenemos, evidentemente, entre ellos, al polaco Nikolaus Koppernigk (1473-1543) al que conocemos en nuestros días como Nicolás Copérnico, que se atrevió a desmontar el paradigma geocéntrico del Sistema Solar en favor del modelo heliocéntrico vigente desde la época de Ptolomeo.

No todos los antiguos griegos, como pudiera parecer, eran geocentristas. Al igual que el carácter esférico del mundo estaba demostrado desde la época de Eratóstenes de Cirene (siglo II antes de Cristo) que además estableció el diámetro del planeta en 39400 kilómetros del sistema métrico actual (se equivocó solamente por 600 kilómetros), el hecho de que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol y no al contrario fue defendido ya por Aristarco de Samos (siglo III antes de Cristo). Ambos razonamientos ponían a estos griegos culturalmente muy por encima de otras naciones de su tiempo, e incluso del nuestro, pues sonroja ver asomar, en 2019, por determinadas redes sociales y por determinados foros, a iluminados de toda clase que pretenden volver al razonamiento geocéntrico e incluso al del carácter plano de la Tierra (!). El desprecio que hubo a determinados contenidos en los planes de estudio de los decenios anteriores nos ha salido muy caro.

Cráter lunar bautizado en honor a Tycho Brahe.
Crater de Tycho, bautizado así en 1651 en honor a Tycho Brahe y uno de los accidentes geográficos más característicos de la Luna.
Mosaico de imágenes procedentes de sobrevuelo de la NASA. Centro Espacial Goddard/Arizona State University.

Sin embargo, las verdades desveladas por Aristarco y Eratóstenes cayeron en el olvido durante más de mil años al preferirse el modelo geocéntrico de Aristóteles y de Ptolomeo. Las razones tuvieron que ver mucho con el derrumbe del mundo clásico greco-romano a partir del siglo IV después de Cristo, y con la aparición de la llamada filosofía escolástica, mezcla de las doctrinas aristotélicas con las de la nueva religión imperante, el cristianismo. Igual que las nuevas autoridades religiosas eran consideradas como portadoras de verdades absolutas en lo espiritual, se asumía que las ideas de Aristóteles bastaban y sobraban para explicar el funcionamiento de la naturaleza y de los astros, y no se necesitaba avanzar más. Se vivía en un peculiar ambiente de complejo de inferioridad cultural de la Europa Occidental con respecto a los viejos saberes del mundo clásico.

Es por ello comprensible que los primeros esfuerzos de demolición del orden de cosas de la ciencia aristotélica vinieran de países situados muy al norte, como la Polonia de Copérnico, la Dinamarca de Brahe y posteriormente la Inglaterra de Isaac Newton, lugares con cierta fuerza centrífuga y menos atados en lo intelectual por las inercias pretéritas. No por ello se debe quitar mérito al otro prenewtoniano clave, el italiano Galileo Galilei, pero es significativo, dentro de la evolución del mundo medieval al mundo moderno, el ver cómo los centros de pensamiento se iban desplazando del ámbito mediterráneo al ámbito báltico o atlántico, de la misma manera que se iban desplazando los flujos de comercio o los de la espiritualidad, con las heterodoxias religiosas surgidas de la Reforma Protestante. Mucho se ha escrito acerca del proceso inquisitorial de los católicos contra Galileo, pero hay que señalar que los inicios del pensamiento científico tal como lo conocemos hoy tampoco fueron fáciles en la nueva Europa protestante. Martín Lutero en persona consideró a Copérnico como a un necio que negaba las escrituras bíblicas. Lo que garantiza el progreso de las naciones no es tanto la prevalencia de una religión A sobre una religión B, sino las garantías de separación e independencia entre la religión en general, por un lado, y la educación, ciencia y cultura, por el otro.

Los trabajos de Brahe en Dinamarca fueron continuados por Johannes Kepler, que determinó que las órbitas de los planetas no son circulares, sino elípticas, y junto a todo aquello llegó la “desclasificación” al público en general de los telescopios por parte de Galileo Galilei. Como ya señaló hace decenios el polifacético científico, escritor y divulgador Isaac Asimov, la marina de guerra holandesa ya disponía de estos instrumentos antes que Galileo, pero sometidos a un estricto secreto militar. Holanda era uno de los nuevos imperios políticos y mercantiles (junto con Inglaterra) que se estaban alzando frente a los viejos imperios (España, Portugal, las ciudades-estado del norte de Italia) y para asegurar su poderío marítimo le era especialmente útil detectar en el horizonte el mástil de un barco lejano, y averiguar si su bandera era amiga o enemiga antes de que el otro vigía pudiera hacer la misma observación a ojo descubierto. Galileo oyó los rumores que circulaban en los puertos acerca de los misteriosos tubos de los holandeses, y gracias a su notable talento para la construcción de instrumentos consiguió hacer una verdadera operación de “ingeniería inversa” para crear el suyo propio. Los telescopios pasaron a ser una tecnología de dominio público, y en una fecha tan temprana como 1610 ya se conocían cuatro de los satélites del planeta Júpiter.

El mismo año en que murió Galileo nació Isaac Newton, uno de los talentos más grandes de la historia de la Humanidad. Alzándose a hombros de los gigantes anteriores (Brahe, Copérnico, el propio Galileo) y añadiendo sus propias aportaciones matemáticas, estableció con gran precisión el funcionamiento del Sistema Solar y los fundamentos de lo que ahora llamamos Física.

Juan Pedro Esteve García
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