Suele pasar desapercibida para el viandante que transita por la plaza de Cibeles. Sin embargo, si uno levanta la vista hacia la fachada del antiguo Palacio de Correos y Telégrafos —hoy sede del Ayuntamiento de Madrid—, descubrirá una pequeña joya del modernismo madrileño: una escultura que corona la entrada principal del edificio y que encierra historia, simbolismo y una belleza silenciosa.
No es extraño que esta figura pase inadvertida: la monumentalidad del edificio, unida al protagonismo indiscutible de la Fuente de la diosa Cibeles, situada en el centro de la plaza, tiende a eclipsar los detalles más sutiles del entorno. El conjunto urbano absorbe la atención visual del visitante, relegando esta creación artística a un segundo plano a pesar de su delicadeza y valor estético.
Obra del escultor Ángel García Díaz, la pieza fue concebida como parte del programa decorativo del edificio proyectado por Antonio Palacios y Joaquín Otamendi. Representa a una delicada figura femenina, desnuda, modelada con formas elegantes y sensuales. Sus contornos se funden de manera orgánica con motivos vegetales estilizados, integrándose con sutileza en la ornamentación del inmueble. Esta fusión entre el cuerpo humano y la naturaleza no es casual: responde al ideal modernista de unir arte, arquitectura y vida a través de un lenguaje simbólico y naturalista.

Conocida popularmente como «La Rubia», debe su apodo al llamativo color del cabello de la joven que posó como modelo para García Díaz durante el proceso de modelado. Aunque se desconoce su identidad, esta anécdota ha perdurado en la memoria popular madrileña, otorgando a la obra un carácter cercano y casi legendario. Este detalle humaniza la figura y la conecta con el ámbito cotidiano, en contraste con su función monumental.
La obra no solo destaca por su expresividad formal y su ejecución técnica, sino también por su valor como parte integral del conjunto artístico del Palacio de Cibeles, un edificio que constituye una de las obras maestras de la arquitectura ecléctica y modernista madrileña del primer tercio del siglo XX.

Además del Palacio de Cibeles, García Díaz colaboró con Palacios en otras realizaciones emblemáticas, como la actual sede del Instituto Cervantes —cuyas cariátides monumentales que flanquean la entrada son también de su autoría— y el Círculo de Bellas Artes. Su producción escultórica se caracteriza por un fuerte componente alegórico, con figuras de factura refinada, expresividad controlada y un profundo sentido del equilibrio compositivo.
En una ciudad como Madrid, llena de detalles ocultos, esta figura del Palacio de Cibeles es un tesoro escondido a plena vista. La próxima vez que pases por la plaza, tómate un momento. Levanta la mirada. Y redescubre la ciudad con otros ojos.
La imagen de cabecera es obra de Pablo Jesús Aguilera Concepción.
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