De la mano de una joven estrella de cine y TV damos hoy un vistazo crítico al Madrid de la década de 1980. Según algunos, un epicentro de vanguardias culturales. Según otros, un pozo de degradación. En realidad, elementos de ambas cosas y de otras muchas. Metrópoli en la que en muy poco tiempo, una persona podía saltar a la fama o acabar cargando con fallos estructurales de todo un país.
Desde el Pirulí de la M-30 se divisa un país lleno de ilusiones de cambio. Da sus últimos coletazos el “Alcázar”, diario nostálgico de los patrioterismos trompeteros. Extinguido está ya el “Triunfo”, semanario de los intelectuales que habían traído los nuevos aires. Acrobáticos cambios de chaqueta de un ámbito a otro, y mientras, la gente opta por una tercera vía, la de pasarlo lo mejor posible bailando con los Ultravox, y riendo con los nuevos humoristas. Romeu y los pinceles de “El Jueves” rivalizan con los históricos Mingote y Forges.
Panorama sucinto del Madrid de 1980 y su televisión
Dos cadenas bastan para la televisión de Madrid y de la mayor parte de España. Como son solo dos, la TVE-1 y la TVE-2, encadenan muy poco a la gente, y ni siquiera emiten todas las horas del día. La transición de los transmisores de VHF -situados en un pico de Navacerrada- a los de UHF -situados en el nuevo Pirulí- hace que la gente suba a las azoteas a reorientar las antenas, que todavía no son “colectivas” sino individuales, una para cada vecino. Al poco tiempo se acabará lo de ir a la azotea a tomar el sol, con las “colectivas” se gana en estética al desaparecer los bosques de antenas, pero se pierde cierto esparcimiento que el urbanita podía gozar sin salir del bloque de pisos.
La Televisión: reina absoluta de las comunicaciones. Internet ya existe, pero solo lo usan los militares de tres estrellas para arriba y algunas universidades de élite. Los franceses andan probando una cosa llamada Minitel, que será una aproximación para ir metiendo ordenadores en la casa de cada cual, que se puedan comunicar de casa a casa, pero eso solo tendrá cierta difusión en la Galia. Aquí la “Tele” tiene reinado absoluto para muchos años, y es reverenciada cual deidad. “Lo ha dicho la Tele” dicen entonces las ancianitas para asegurar que una noticia es fiable al cien por cien, como dirán mucho después sus nietos cuando lo han visto “en el Bluesky”.
Televisión Española. El Prado del Rey, o Prado del Llorar, como lo llaman algunos queriendo forzar un poco el juego de palabras. Con sus grandezas y sus miserias. Con sus gestas triunfales y sus cadáveres en el armario. Teatro filmado de excelente calidad (“Estudio 1”) convive con “Estrenos TV” rellenando parrilla a base de telefilmes infumables. Cierto es que el Ente defectos tiene, que es uno de tantos mastodontes estatales devoradores de millones de pesetas, como señalan sus críticos. Cierto es que obedece, cual ejército de las ondas, a los políticos que en cada momento han dirigido la nación desde su fundación en 1957 hasta esos vertiginosos años 80, ejerciendo un monopolio audiovisual. Pero también tiene sus ventajas. Al no haber todavía batallas de audiencia contra otras televisiones, puede haber espacio para programas donde prime la calidad frente al sumar espectadores a lo loco al precio que sea. Televisión Española. La de principios y mediados de los 80. Probablemente la mejor que ha habido. Ya se ha superado la etapa de las películas del Far West importadas al tun tún y dobladas en Puerto Rico. Y todavía no se ha caído en la banalidad de los años 90. El “Un, Dos, Tres, responda otra vez” de Chicho Ibáñez Serrador todavía tiene gracia y no se ha quemado de tanto forzar la máquina. Llegan a su cúlmen, y empezamos a entrar en materia, los programas dirigidos a la chiquillería. Habrá unos pocos años de aire fresco donde se dejará de tratar a los niños y jóvenes como si fueran discapacitados intelectuales (Miliki), hasta que las aguas vuelvan a su cauce habitual y vuelvan a tratar a los niños y jóvenes como si fueran discapacitados intelectuales (Leticia Sabater). En ese bendito intervalo que comprende más o menos desde 1984 hasta 1988 encontramos tres programas de TVE que despertaron en muchas pequeñas mentes más ideas de las que pudieran hacer brotar los ocho cursos enteros de la EGB, la “General Básico-Sádica” que decía Forges. Uno de ellos es “La Bola de Cristal”, verdadera escuela de pensamiento crítico para niños, y puerta de acceso a la actualidad del pop-rock para los un poco más mayorcitos. No nos extenderemos mucho con ese programa, pues ya se ha dicho de él casi todo en infinidad de libros, prensa, webs…
El segundo programa era “El Planeta Imaginario”, experimento teatral que al contrario que el anterior no se filmaba en Madrid, sino en Barcelona, y al frente del cual se hallaban, dándole toques entre lo dadá y lo futurista, Miquel Obiols y Teresa Soler.
Enseñar a los niños a mirar al mañana
El tercer programa, como el primero, se filmaba en Madrid, y no tenía como aquel y el segundo vocación de transgresor cultural ni de innovador de costumbres. Simplemente se propuso hacer una divulgación científica accesible a los niños, precisamente en una época en la que llegaban hitos tecnológicos como la lanzadera espacial “Columbia” o los primeros microordenadores domésticos del tipo del ZX Spectrum, fenómenos que en los sosos manuales de la EGB muchas veces ni se les citaban, pero que iban a cambiar sus vidas cotidianas mucho más que los afluentes del Tajo por la margen derecha, las tablas de multiplicar o los diptongos. El tercer programa se llamaba “3, 2, 1.. ¡Contacto!” y era la versión española de un programa norteamericano. Como ocurría con “Barrio Sésamo”, se alternaban contenidos filmados en América con otros creados en Prado del Rey.
Entre los contenidos americanos nos trajeron aventuras de unos chavales metidos a detectives, al estilo de “los Cinco” británicos, pero también noticias de tecnologías informáticas que se estaban probando al otro lado del charco, como fue un experimento conceptual de ordenador que almacenaba en su memoria el callejero de una ciudad, y en el que seleccionando menús en la pantalla el usuario podía obtener imágenes de cada edificio. Todavía faltaba mucho para el Google Earth, pero los primeros pasos ya estaban dados.
Los contenidos españoles eran también muy variados, e iban desde la zoología -en dosis pequeñitas, luego en los 90 se pasó a que de cada diez documentales doce fueran de animales- a visitas a estaciones de seguimiento de satélites. Durante un tiempo pasó por el programa el inefable José Luis Moreno con sus muñecos Rockefeller y Macario (como pasaba con Ibáñez Serrador, todavía no se había pasado de revoluciones) haciendo gracias sobre el Columbia “la avioneta esa de los americanos”, en palabras del muñeco, y en verdad hay que decir que para hacer un programa tan alejado de su hábitat habitual, no lo hizo mal. Sin embargo, el núcleo de presentadores de la versión española eran cuatro chavales, casi salidos de la misma infancia. Tres de ellos tuvieron sus tardes de gloria, y tras la emisión de los programas no se volvió a saber gran cosa de su vida. Pero había una cuarta chiquilla en liza, una madrileñita que allá por donde pasaba, no dejaba indiferentes ni a chicos, ni a grandes.
Se llamaba Sonia Martínez Mecha, nació un 23 de septiembre de 1963 y pasó buena parte de su vida a medio camino del Parral, la Guindalera y el Parque de las Avenidas. Se movía, por ejemplo, por la cafetería Bruselas (actual Casa Gato). Llegó a la pequeña pantalla casi de casualidad, pues aunque ya era una niña-prodigio, su talento iba más bien orientado al deporte, donde había llegado a ser subcampeona de natación de Castilla. Su hermana Irene de hecho continuó ese camino, y fue una destacada gimnasta olímpica de aquel período.

La entrada de Sonia en TVE puede calificarse de triunfal, apareciendo enseguida en otros programas de los destinados a los chavales, como el “Dabadabadá”, e incluso con alguna brevísima intervención en “La Bola de Cristal” cuando el equipo de ese programa hizo una entrevista al de “3, 2, 1… ¡Contacto!”. No encajaba del todo en los cánones estéticos al uso, pero era una belleza impresionante, con sus característicos ricitos y su mirada de placidez, figura toda ella resaltada por la excelente condición física heredada de su etapa de deportista. Pero también tenía un cerebro muy inquieto y muy activo, por lo que enseguida se ganará las simpatías de cineastas o programadores de televisión ya fuera del ámbito de los programas para niños.
Sonia no quiere ser una “mujer-florero”, y rechaza la salida facilona de participar como “azafata” en el “Un, Dos, Tres” de Chicho. También rechaza pagar muchos peajes de los que se imponían a las mujeres para trepar rápido en el mundo del show-business, donde el derecho de pernada existía bajo unos nombres o bajo otros. Por ello, junto a los muchos admiradores, empiezan a surgir envidias y odios cainitas que a la larga se saldrán con la suya. Pero en este presente rutilante del Madrid que era una fiesta, Sonia sigue firme: no es una vicetiple ni una coristona de película del landismo, es una actriz. Pronto la llama Gonzalo Suárez para su primera película seria, “Epílogo”, de 1984. Seguirá la racha con “Violines y trompetas” de Rafael Romero Marchent y la serie televisiva “Segunda Enseñanza”, rodada en Asturias con guiones de Ana Diosdado (1986). También hará una incursión en el llamado “cine quinqui” con José Antonio de La Loma. No se cansa de experimentar. No se corta un pelo. Si tiene que decir a las claras que muchas gentes de la cosa audiovisual “no saben cantar, ni bailar [1]” lo dice, pues sabe de sobra que muchas de las actuaciones que se retransmiten son meros playback, pero como la gente todavía tiene una fe ciega en lo que sale de la pantalla, se los cree.
Una carrera emergente truncada por varios factores
Se vuelve una habitual de los ecos de sociedad, unas veces en compañía de amores ciertos, otras de amores que le inventan los plumillas de turno.
En 1985 fallece su madre, víctima de un cáncer. Tiempo atrás, con el diagnóstico, es probablemente cuando han empezado muchos de los problemas de Sonia, pues en el “rollo de septiembre” que son los colegios e institutos le enseñan a uno infinidad de logaritmos, fechas de batallas y similares, pero no a lidiar con problemas del día a día del hogar. Ni mucho menos a afrontar enfermedades o muertes prematuras. El cáncer es todavía un tabú -la “penosa enfermedad” de las esquelas- en 1985. La salud mental y las depresiones, doble tabú. A un hogar normal y corriente de una familia promedio se le abren grietas por muchos lados.
Sonia parece superar estas primeras depresiones. Prueba suerte, sin éxito, en un canal de TV de Nueva York. La llaman de la televisión alemana ARD para intervenir en un capítulo de la serie “Grossstadtrevier”, así, con tres eses, palabro teutón traducible más o menos como “la comisaría de la gran ciudad” y bajo el que se esconde uno de los programas de más éxito en la zona de Hamburgo, pues en esa ciudad se ruedan casi todos los capítulos, como mucho después se rodarán los de “El Comisario” en los suburbios matritenses con Tito Valverde, Zutoia Alarcia, Pilar Punzano y compañía (nota curiosa, la serie alemana sigue rodándose en 2025). Ese capítulo se rueda en 1986 en la isla de Ibiza, con Sonia como pareja detectivesca de la alemana Mareike Carriere [3], y estaba destinado a ser el definitivo despegue de una joven promesa española en tierras extranjeras, sin necesidad de haber sido “hija de” nadie, “esposa de” nadie ni “mantenida de” nadie.
Era demasiado para lo que podían soportar muchos mediocres del “establishment” artístico. España se dota en los años 80 de una corteza exterior de modernidad que en varios casos consigue calar mucho hacia el interior, pero que en otros es apenas eso, una corteza. Los usos y costumbres de la boina y de la sexualidad enfermiza siguen vigentes en los estratos geológicos más profundos, aunque ahora no se vean. Se respeta a una mujer bonita que no sea inteligente. Se respeta a una mujer inteligente que no sea bonita. Pero una mujer que reúna las dos condiciones y que lleve la iniciativa de su propia vida es vista enseguida como una afrenta, como un peligro a conjurar. Y vaya que si se conjuran para ponerle coto. Los hamburgueses conceden dos días de descanso a la troupe ibicenca de actores, y Sonia se dispone a descansar en una playa de la isla [4]. Como hacen millones de mujeres en miles de playas, en todos los países civilizados, en todos los países no sometidos a tiranías de burkas ni de mantillas, Sonia se aligera de ropa y muestra su preciosa anatomía a los cuatro vientos. Pero alguien acecha por la zona con un teleobjetivo. Uno de tantos paparazzi que van por ahí a la caza del famoso. Cuando el avión de Sonia aterriza de vuelta en Barajas, ya ha estallado el escándalo. Las fotos han aparecido en una revista del sensacionalismo más heavy, de esas de carnaza neumática y bulos alarmistas (parte de la supuesta clase intelectual del país incluso se presta a colaborar con ellas como coartada para que el Torrente de turno pueda decir “Yo es que compro el Interviú por sus artículos de política”).
Homo homini lupus
Empieza el linchamiento, empieza la cacería, empieza el “victim blaming”. Se rasgan las vestiduras en los sanedrines de Prado del Llorar: una mujer que presenta programas para niños no puede sacar una teta al aire, aunque sea fuera del horario laboral y en un lugar totalmente ajeno a esos programas. Se la expulsa sumariamente de TVE, donde compatibilizaba el programa “En la Naturaleza” -nuevamente la divulgación científica para los más jóvenes- con sus incursiones en el cine y en aventuras como la de la ARD. Ha empezado para Sonia el recorrido por una “Vía Dolorosa” de nada menos que ocho años.
Queda al descubierto la pantomima lampedusiana llevada a cabo en los años 70 y 80. Muchos españoles, tanto de los gobernantes como de los gobernados, han creído sinceramente en lo del “marco de convivencia y de libertades” a “nivel europeo”. Pero el Padre Vicente, aquel maestro que soportaba Sonia en sus primeros años de escuela y que predicaba contra las minifaldas, no se ha esfumado, ni mucho menos. Muchos como él han cambiado la sotana por la chupa de cuero, e igual que antes supieron integrarse perfectamente en el discurso de autarquías, montañas nevadas y sendas imperiales, ahora se acoplan como pueden en el bipartidismo, en las autonomías y en el tratado de adhesión a las Comunidades Europeas. La cosa llega hasta el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo, y la Comisión de Control Parlamentario de RTVE refleja, en el acta de su sesión celebrada el 3 de octubre de 1986, una pregunta realizada por el diputado Javier Rojo -rojo de apellido y de ideas- a José María Calviño, director del “Ente”. Javier Rojo, representando una inquietud que compartía mucha gente a nivel de la calle, como intuyendo que expulsar a esta persona de una televisión que se estaba ganando una reputación de “progre” iba a ser un error descomunal, inquiere a Calviño sobre las razones del despido. Calviño diluye la cosa en que todo ha sido una “tormenta de verano” y en problemas puramente laborales. Primera batalla: Sonia pone un pleito a TVE. David contra Goliath. David vence ese primer asalto, pero por poco tiempo.
Es readmitida por la puerta grande en TVE, con el apoyo teórico de Pilar Miró. Pero el propio Goliath está dividido en su interior: en los pasillos de Prado del Llorar se prepara otro movimiento involucionista de dimensiones todavía más grandes. Es 1987 y Sonia ha sido elegida para presentar uno de los espacios estrella de TVE. No es otro que “La Bola de Cristal”, en el que la habían entrevistado unos años antes [5]. Sonia iba a ser la segunda presidenta-electa de la “República Electrovoltaica de Tetrodia”, en el peculiar léxico de los “Electroduendes” del mítico programa, y va a sustituir a la popular Olvido Gara, “Alaska”, en esa labor. Parece que los problemas han acabado, pero no es así. En 1986 habían sonado las trompetas del Comité Olímpico Internacional, y ahora tocaba que España celebrara los Juegos de 1992, para dar una imagen de país serio y respetable. Tan serio y tan respetable que hay que quitar de enmedio el espíritu transgresor y de efervescencia social venido en el periodo 1982-1986, empezando por la propia “Bola de Cristal”. El programa es suprimido en 1988 [6], nuevamente por gente que se suponía que estaba del lado de la modernidad, y la participación que tuvo Sonia en los últimos episodios no fue de presentadora principal, sino en pequeños sketchs de la sección “La cuarta parte”. De hecho en muchas crónicas oficiales o particulares de aquel mítico programa, su nombre directamente ni se menciona. De informaciones aparecidas en los últimos tiempos parece deducirse que esas apariciones fueron una especie de “jaula de oro” para tenerla tranquila y que no aireara más trapos sucios de la cadena.
Trasfondos
Por aquel tiempo fue notorio que en una gala de Nochevieja de TVE incluyeran como sorpresa que a una cantante italiana que estaba de moda se le saliera “accidentalmente” una teta al aire. En un programa destinado a todos los públicos, aunque fuera nocturno. En un programa que estaba grabado de mucho antes, aunque se emitiera un 31 de diciembre. Es decir, que hubo mucho tiempo para reflexionar qué se emitía y qué no. Se emitió. Lograron su dosis de polémica (que era lo que buscaban) y punto. No hubo preguntas en comisión alguna de parlamento alguno, ni se pidió la cabeza del que dirigiera aquella gala, ni se vetó a nadie.
¿Un día iban de puritanos y al siguiente anticipaban lo que iban a ser las “mamachichos” de pocos años después? Algo no cuadra. No cuadraba en los 80 ni cuadra en 2025. Hay fuentes que ven indicios de que la desnudez de Sonia fue una mera excusa para encubrir otros motivos de su caída en desgracia. ¿Acoso laboral? ¿Acoso sexual? Mezcla de ambos: La propia Sonia declaró en 1986 (6 de septiembre) al diario ABC: “Hay alguien empeñado en apartarme de TVE”. Martín Prieto, periodista de El Mundo que recopiló sus columnas Cartas a mujeres en un libro del mismo título, dedica una a Sonia en la que habla claramente de un responsable, masculino, y le dedica una ristra de insultos. No dice el nombre, pero seguramente muchos que vivieran esa época sacarán pistas de ahí [7]. También fue pionero en mencionar la palabra “depresión” como amplificador de los problemas de nuestra protegonista en una época en la que seguimos recordando que los problemas de salud mental eran un tabú. Muchos años después, en un programa de la TV autonómica de Castilla y León, con Miguel Herrero, divulgador de la historia de la TV y autor de un libro sobre las marionetas que salían con ella en pantalla y a los que ponía voz Pepe Carabias (por cierto, un tipo curiosísimo al que también habría que hacer su homenaje) se defendió la tesis de acoso de “un conocido periodista”. (Ahora se ha conseguido seguir la pista hasta orillas del Pisuerga).
Fin de década. Vuelve la ñoñería a la programación televisiva de los niños, y a la de los mayores. Vuelve el didactismo machacón para los primeros y entran en escena los “culebrones” para los segundos. En 1989 se acaba el monopolio de RTVE y aparecen las televisiones privadas. “¡Libertad!” exclama toda la sociedad al unísono. “Por fin cada uno podrá ver lo que le dé la gana”, vuelven a exclamar ingenuos la plebe y los patricios. El resultado, pues más o menos como el que se producirá años después con la llegada de la TDT: salvo honrosas excepciones, emisoras privadas con poca mentalidad de empresa duradera y mucha de negocio rápido a costa de lo que sea, y emisoras públicas que para competir en audiencia con los advenedizos, tienen que bajar el listón y ceder al populismo. Vuelta al humor grueso de Esteso y Pajares, exhibición a escala industrial de anatomías femeninas a todas horas, dejando el incidente de Sonia en una cosa anecdótica.
Y a todo esto… ¿Dónde está Sonia?
El hundimiento
Un fantasma recorre Madrid, el del holocausto generacional. Es el holocausto de la droga. Una sociedad desinformada que tontea con el “porro”. De ahí a la “farlopa”. De ahí al “caballo”. Como el otro holocausto, la heroína deja miles de cadáveres o de zombis desfigurados por las calles. Como el otro holocausto, tiene por responsables últimos a criminales de alto copete que en muchos casos nunca serán atrapados por la justicia, y terminarán sus días en Marbella rodeados de fastos. A los españoles nos encanta pasar de un extremo a otro, y de los años de prohibiciones absurdas se quiso pasar en dos días al “todo vale”. Desinformación. Instituciones desbordadas… el narcotráfico se pone las pilas para embaucar en su trampa mortal a todo el que pase. Sucumbió una generación entera de gente, precisamente la que estaba destinada a haber hecho de los 80 una década todavía más prodigiosa que la de los 60.
Por el parque del Planetario, por la Plaza de España, deambula una zombi más. En sus ojos todavía se ve de vez en cuando una mirada de paz, recuerdo de instantes de hace tres años que para ella parecen ya de hace tres siglos. La gran resistencia física que adquirió en sus años de duros entrenamientos es ahora, paradójicamente, una tortura, pues alarga su agonía en vez de dejarla fulminada en alguna estación del Suburbano camino del descanso pacífico del RIP. La supuesta “libertad” que han traído las nuevas televisiones es ahora un peligro más del que huye, pues el sensacionalismo cutre de las revistas del “cuore” se ha contagiado del papel a la pantalla y ha sido adoptado como línea editorial por muchos de los “profesionales de la información”.
Una fuga sin fin
Ofrecimiento de millones de pesetas por parte de más demagogos para que cuente sus miserias ante el micrófono o ante la libreta. “Niños, no os metáis en la droga o acabaréis como ella”, se dice por todas partes (en cambio a Maradona se le sigue considerando un héroe internacional). Millones de pesetas que luego se acaban llevando nuevos pícaros, de catadura moral peor todavía que la de los narcos: Lucien Engelmayer, apodado “El patriarca”, ha timado a miles de franceses con supuestos “tratamientos de desintoxicación” que no son otra cosa que pretextos para tener a los zombis arando el campo en las fincas-prisión de su organización. Cuando los jueces franceses indagan en las palizas, torturas y violaciones, y concluyen que esta es una secta destructiva tan peligrosa o más que la propia droga, Engelmayer se viene a España a arruinar más vidas. Fuga sin fin. Sonia se escapa de uno de los campos de Engelmayer y consigue volver a Madrid. Fuga sin fin. Los proxenetas descubren que todavía conserva algo de belleza aprovechable, y se impone la ley de la jungla, perdón, la de la oferta y la demanda. Fuga sin fin. Fuga sin fin. En los fragmentos de entrevistas que se conservan de aquella época, sin embargo, se atisba que tenía momentos de mucha lucidez. Por ponernos todos un lacito rojo no se va a solucionar lo del SIDA, afirma. Prevención y aviso contra todos los postureos actuales.
Entre todos la mataron… y ella sola se murió
El 4 de septiembre de 1994 Sonia volvió a ser libre, ahora ya para toda la eternidad. En su última etapa había conseguido normalizar su vida dentro de lo posible, pudo ver los primeros andares por el mundo de su hija (que desde hace algunos años es un hijo, el mundo ha cambiado mucho), y hacer alguna última mini-intervención en alguna película, pero su salud ya estaba minada irremisiblemente.
Quedaron para la historia de ésta Villa y Corte algunos hombres buenos, vacunados contra los dogmatismos, que no miraron para otro lado, ni participaron del circo que cuatro espabilados montaron para satisfacer el morbo de marujonas y marujones -el cotilleo no distingue de sexos- con el hundimiento moral de una persona, ni se lavaron las manos echando la culpa de todo el problema a la droga, cuando esa culpa era compartida, como hemos visto, con otros socavadores de la condición humana como la envidia o la hipocresía. Quede para el recuerdo José Luis Sánchez Roda, que le devolvió sus derechos básicos a un techo y un plato de comida. También el músico José María Cano, que le ofreció ayuda terrenal y fue de los pocos en acordarse de ella tras su partida (de músico se reconvirtió a pintor y luego se retiró de una vida artística que también le trajo muchos desencuentros personales y profesionales).
La travesía del desierto póstumo
Vinieron unos años en que todo recuerdo sobre Sonia Martínez fue sepultado o distorsionado. Se tenían recuerdos muy vagos, al extremo de asociarla con “la yonki esa de la tele” o “una que hacía películas (en plural, cuando fue una) de quinquis y acabó llevando una vida de quinquis”. Nadie recordaba que en sus años buenos se había codeado con altos técnicos de la NASA ni con el dramaturgo Antonio Buero Vallejo.
En 2004 empezaron a cambiar un poco las cosas. Al cumplirse el primer decenio de su deceso, algunos admiradores y curiosos empezaron a hacerse visibles en un hilo del ya desaparecido foro de Internet electroduendes-net. Poco a poco se fueron sumando otras webs o canales del naciente Youtube que resucitaron para las nuevas generaciones fragmentos de las películas o programas de Sonia. No se puede olvidar la labor de Hugo Gómez Muñoz desde Valladolid, de Patxi Juanicotena y Luis Martínez Méndez desde Barcelona, ni de Elizabeth Campbell desde Asturias, entre otros.
La reparación moral
La tarea de reivindicar la memoria de aquella actriz y presentadora fue muy difícil en esos primeros años. Ponerse en contra a un país entero. Un asunto fuera del radar y de las agendas de todos, incluso del radar de las feministas. Para los “carcas” suponía defender a una especie de viciosa degenerada. Entre los “progres”, bajo cuyo mandato había sucedido el destierro de Prado del Rey, ley del silencio absoluta, o marear la perdiz sobre si las fotos del Interviú eran consentidas o no, o argumentos tipo “ella se lo buscó”, o “en ésa época se vivía muy bien: íbamos camino de la Expo 92”. Pero fue viniendo más gente. A los foros de Internet les fueron sustituyendo reuniones ya presenciales en Madrid para contrastar y poner en claro decenas de datos e informaciones contradictorias. Y se unieron periodistas serios, y familiares o amigos que habían conocido a la propia Sonia. Y finalmente, en diciembre de 2024 estos esfuerzos cristalizaron en un documental de Ángela Gallardo, César Vallejo, Carlos Barea y otros, que se emitió por La 2 de TVE y que se encuentra disponible en la web de la cadena estatal: “La última noche de Sonia Martínez”.
En marzo de 2025, ha llegado el segundo y definitivo documental que ha puesto todos los puntos sobre las íes, realizado por Jorge Lérida, del canal «Aquellos maravillosos niños»:
Radiografía de una ciudad, y de un tiempo. Con cosas que le quitan a uno la fe en la especie humana, pero también con cosas que se la devuelven.
Este texto es una versión actualizada del artículo del mismo autor publicado en 2010 en la web Fotomadrid.
NOTAS
-[1] Diario ABC, 29 de noviembre de 1983, pág. 9.
-[2] Diario ABC, 26 de noviembre de 1985, pág. 113.
-[3] Es el episodio 12 de la primera temporada, y fue titulado Fotos aus Ibiza.
-[4] Diario ABC, 16 de octubre de 1986, pág. 81.
-[5] Diario El País, 12 de febrero de 1987.
-[6] RICO OLIVER, Dolores. El libro de La Bola de Cristal, ed. Plaza y Janés, 2003.
-[7] Recopilación en forma de libro publicada en 1995 por Espasa-Calpe. Ver páginas de la 30 a la 33.
- Sonia Martínez, 1963-1994. - 17 marzo, 2025
- La calle de Covadonga - 15 julio, 2024
- Toponimia de la inclusa - 7 julio, 2022
Buenisimo
Congratulations
Alfonso Santillana
«Mira al pasado sin excesiva nostalgia pero ve el futuro pero ve el futuro con bastante escepticismo»
Talmente como yo he he
Sverige tv fue monopolio hasta 1992, aún más que tve, ese año empezó tele4 a emitir vía satélite en Suecia y se acabó el monopolio, todavía hubo otro país donde aguantó hasta 1995, Austria, donde ese mismo año solo había 2 canales de tv ORT1 y ORT2
Sonia era alguien especial y como decía Robert Frost, nada dorado puede permanecer
De la naturaleza su primer verde es oro
su matiz más difícil de asir
su más temprana hoja es flor
pero por una hora tan solo
Luego la hoja es hoja queda
así se abate el Eden en mi tristeza
así se sume en el día el amanecer
nada dorado puede permanecer