Mariana de Jesús, la santa de los pobres

Nacida en el Madrid del Siglo de Oro, Mariana de Jesús sintió desde niña un profundo amor por Dios, lo que la impulsó a ayudar a los más desfavorecidos, convirtiéndose en un modelo de generosidad y entrega. A lo largo de su vida, se dedicó especialmente a asistir a los pobres, los enfermos y los marginados, sin buscar reconocimiento personal. Su humildad y devoción la hicieron muy querida, siendo admirada por su bondad y compromiso con el prójimo. Mariana dejó un legado de amor incondicional, convirtiéndose en un referente de santidad y caridad, inspirando a todos a seguir su ejemplo de servicio y compasión.

Infancia y juventud

Nació Mariana de Jesús el 8 de diciembre de 1565 en Madrid, en la Casa de la Hoz —hoy desaparecida—, que se levantaba en la calle de Santiago, esquina con su costanilla, en una zona de gran actividad de la ciudad. Fue bautizada el 21 de enero de 1566 en la iglesia de Santiago, recibiendo el nombre de María, según atestigua su partida de bautismo, un documento que ha perdurado a lo largo de los siglos:

«En 21 días del mes de enero de 1565 años, bautizó el Bachiller Mata, Cura de la Iglesia del Señor Santiago, a María, hija de Luis Navarro, Pellejero andante en Corte, y de su mujer Juana Romero. Fue su padrino Pedro Rivas, calderero, madrina Isabel de Villalpando, testigos Juan Trigo, Juan Navarro y Andrés Muñoz, sacristán, y por ser así lo firmé yo, Bachiller Mata». Al margen, un nombre escrito: Mariana.

Mariana fue la primogénita de los seis hijos que tuvo el matrimonio. Con apenas nueve años, quedó huérfana de madre y su padre volvió a contraer matrimonio, esta vez con Jerónima Pinedo. Fruto de esta unión vendrían al mundo otros cinco hijos.

Placa en el lugar donde estaba la casa en la que nació Mariana de Jesús
Placa en el lugar donde estaba la casa en la que nació Mariana de Jesús. Fuente: Memoria de Madrid.

 

Desde muy joven, Mariana sintió un profundo deseo de dedicarse a la vida religiosa. Era devota de la Virgen de los Remedios, a quien cariñosamente llamaba la pequeñina, y solía acudir a rezar en la capilla dedicada a esta advocación mariana, ubicada en el hoy desaparecido convento de Nuestra Señora de la Merced. Fue allí donde conoció a fray Juan del Santísimo Sacramento, el sacristán mayor, quien se convertiría en su amigo y director espiritual. Gracias a su orientación, Mariana decidió consagrar su vida a Dios. Ella misma escribiría años después cómo “un día, al escuchar el sermón de un fraile descalzo, sentí tal impresión que, desde entonces, tomé la firme decisión de no casarme y dedicarme a la vida religiosa”.

Convento de la Merced. Fachada norte y oeste. Dibujo realizado por el arquitecto Antonio Olivera García en 1983 basado en distintos planos y publicado en el libro Primer convento mercedario en Madrid.
Convento de la Merced. Fachada norte y oeste. Fuente: Fotomadrid.

 

Sin embargo, sus padres tenían otros planes para ella. Querían que se casara con un joven hidalgo, pero Mariana rechazó esa idea. Se dice que, para evitarlo, se cortó el cabello y se hirió el rostro con un corte en la boca. Otras versiones afirman que las máscaras mortuorias realizadas tras su muerte fueron las que desfiguraron su rostro. Entonces, sus padres intentaron obligarla a someterse a su voluntad. La destinaron a realizar trabajos humildes en la casa y le asignaron un desván como habitación, donde soportaba tanto el frío invernal como el calor veraniego. Pasaba allí las noches después de sus labores domésticas y el día cuando no tenía tareas. A pesar de estas difíciles circunstancias, Mariana permaneció fiel a su vocación, buscando la paz interior a través de la oración y la penitencia.

En 1601, siguiendo a la Corte —recordemos que el padre era sirviente de la Casa Real—, toda la familia se trasladó a Valladolid. Cinco años permanecieron en la ciudad del Pisuerga, hasta que el rey, influenciado de nuevo por el Duque de Lerma, decidió regresar la capital a Madrid, lo que supuso una nueva mudanza de la Corte y sus servidores, entre ellos la familia de Mariana. Fue tras la vuelta a Madrid cuando su padre finalmente cedió en su empeño y le otorgó el permiso para dedicarse a la vida religiosa, permitiéndole así seguir su vocación de servicio y fe.

Una vida de penitencia y oración

Mariana se trasladó a una casa junto a la ermita de Santa Bárbara, un lugar apartado y silencioso, cuyo propietario le cedió generosamente un pequeño aposento. La acompañaba, Catalina de Cristo, quien había sido sirvienta de su familia y de quien fray Juan de San José escribe que era “muy virtuosa y de muy buena vida, pero de un genio y condición para Mariana muy áspera; ordenándola así, sin duda, la Majestad Divina para la mayor purificación de Mariana”. Mas también, como recoge Fray Pedro del Salvador, “llevada [Catalina] por el gran amor que le tenía, cuidaba de adquirir lo necesario para que Mariana estuviera asistida; de tal manera, que si no hubiese tenido a Catalina, muchas veces le habría faltado el alimento necesario y la ropa. Y esto con tanto desinterés, que cuando apareció a declarar ante los jueces apostólicos, dijo que, de los diecinueve años que la había asistido, no le había comprado ni un solo vestido nuevo, y el que llevaba puesto en ese momento era pobre y muy deteriorado”.

La elección del lugar de retiro de Mariana no fue casual. No solo era un sitio tranquilo y apartado, sino que guardaba relación con el hecho de que la ermita de hubiera sido adquirida por su director espiritual, fray Juan Bautista del Santísimo Sacramento, con la intención construir allí un convento de mercedarios descalzos. Las obras comenzaron en 1607 y finalizaron en 1622. El convento estaba situado en lo que hoy es la Plaza de Santa Bárbara, que le debe su nombre, y fue demolido víctima de la desamortización de Mendizábal, que tanto daño hizo al patrimonio histórico y artístico de España.

La Beata Mariana de Jesús. Carducho, Vicente. ©Museo Nacional del Prado
La Beata Mariana de Jesús, de Vicente Carducho. El edificio que aparece es el Convento de Santa Bárbara. ©Museo Nacional del Prado

 

Tras cuatro años de vida de austeridad y profunda reflexión, dedicados principalmente a la oración, la meditación y la penitencia en aquella humilde estancia, la vivienda cambió de dueña. La nueva propietaria, sin ningún reparo, expulsó a Mariana y a Catalina, a quienes consideraba un par de beatas embaucadoras. En su auxilio acudió el comendador del convento de Santa Bárbara, quien mandó disponer para ellas un pequeño cobertizo contiguo a la ermita, proporcionando un lugar donde continuar su vida de oración y penitencia. Este cobertizo, simple y modesto, pronto se convirtió en un centro de peregrinación para muchas personas que acudían a la Casita de la Santa, buscando comprensión, consuelo y guía espiritual. La fama de la devoción y la paz que emanaba de ese lugar atrajo a numerosos fieles, consolidando la devoción hacia Mariana y convirtiendo su morada en un símbolo de esperanza para quienes buscaban consuelo.

El convento de Santa Bárbara en el plano de Texeira (1656)
Detalle del plano de Texeira (1656). El convento de Santa Bárbara se muestra en la esquina inferior derecha. Como nota curiosa, junto al camino aparece un molino de viento.

La Orden de la Merced

Durante mucho tiempo Mariana estuvo reflexionando profundamente sobre la posibilidad de ingresar en la Orden Mercedaria. A lo largo de este tiempo, recibió repetidas invitaciones de distintos superiores, incluidos miembros destacados de la orden y el propio Padre General, quienes veían en ella una vocación clara.  No quería tomar una decisión tan trascendental sin haberla meditado a fondo.

Beata Mariana de Jesús. Josef del Castillo lo dibuxó ; Luis Fernz. Noserét lo grabó. PID bdh0000031416. (cc) Biblioteca Digital Hispánica, Biblioteca Nacional de España.
Beata Mariana de Jesús. Josef del Castillo lo dibuxó ; Luis Fernz. Noserét lo grabó. Fuente: BNE.

 

En una ocasión, tras caer gravemente enferma y con escasas esperanzas de recuperación, invocó con fervor a la Virgen de los Remedios, a quien ya hemos dicho que profesaba una devoción especial. Según la tradición, fue sanada milagrosamente por su intercesión, lo que reforzó aún más su convicción de seguir el camino religioso. A partir de ese momento, sintió con mayor intensidad la llamada a consagrarse plenamente a Dios. Finalmente, el 4 de abril de 1613, finalmente venciendo sus reservas, tomó el hábito de terciaria mercedaria, sellando así su entrega espiritual a la Orden de la Merced.

La Santa de los pobres

Mariana dedicó su vida a cuidar y consolar a los necesitados. Se la podía ver recorrer incansablemente las calles de Madrid, a veces a lomos de un pollino, mendigando para poder socorrer a los pobres, mendigos y cautivos. Visitaba los palacios pidiendo limosnas y acudía con frecuencia a la cárcel para llevar alimentos a los presos, quienes por entonces solo comían una vez al día, viviendo en condiciones extremadamente precarias. En muchas ocasiones, Mariana misma se privaba de comida y otros bienes para asegurarse de que los demás recibieran lo necesario para sobrevivir.

Su abnegada entrega y generosidad le ganaron el cariño y la admiración del pueblo, y pronto recibió el apodo de «la santa de Madrid». Además, era una figura muy conocida entre los poderosos, siendo madrina de muchos hijos de nobles, entre ellos del VII duque de Alba. Fue amiga cercana y confidente de la reina Isabel de Borbón, a quien visitaba con frecuencia, lo que contribuyó a ampliar aún más su fama de santidad. Su vida de devoción y servicio se convirtió en un ejemplo para todos, independientemente de su estatus social.

Beata María Ana de Jesús. Anónimo español (1788). BNE
Beata María Ana de Jesús. Anónimo español (1788). Fuente: BNE

 

Además de su trabajo caritativo, sus visiones y premoniciones eran muy conocidas y solicitadas, lo que llevó a que muchas personas acudieran a ella en busca de orientación y consejo espiritual. Este don la hizo gozar de una gran influencia, tanto entre el pueblo sencillo como entre las autoridades religiosas y civiles de la época.

El milagro de su cuerpo incorrupto

Los últimos días de Mariana transcurrieron en una estancia del convento de Santa Bárbara, al que se trasladó alrededor de 1623. Este cuarto estaba ubicado sobre las capillas del lado del Evangelio. Tenía dos balcones o tribunas que daban al cuerpo de la iglesia, y un tercero que asomaba al crucero.

Cuando cayó gravemente enferma, víctima de una afección pulmonar, la noticia se propagó rápidamente por Madrid. Un numeroso grupo de personas de todo rango social acudía todos los días a visitarla en busca de su bendición. Entre los visitantes se encontraba incluso un emisario de los reyes, encargado de informarles sobre su estado, y se dice que Lope de Vega, quien había sido vecino suyo en la niñez también acudió a verla. El pintor del rey, Vicente Carducho, intentó retratarla en sus últimos momentos, pero Mariana se negó a ello rotundamente. Este artista sería el encargado de obtener su mascarilla mortuoria para preservar su memoria. Debido a la fama de santidad que tenía Mariana, algunos de los que la visitaban tomaban lo que podían como reliquias y tuvo que comprarse todo de nuevo, pues no dejaron ni lo necesario para su alimentación.

A pesar de la fiebre y el dolor, Mariana recibía a todos con una sonrisa serena, haciendo la señal de la cruz a cada uno y reconfortándolos con palabras de consuelo y sabiduría. La noche del miércoles 17 de abril de 1624, a las nueve de la noche, falleció, dejando un legado imborrable en el corazón de aquellos que la conocieron.

Máscara mortuoria de la beata Mariana de Jesús

La multitud que acudió a rendirle un último homenaje fue tan inmensa que su cuerpo permaneció expuesto hasta el 19 de abril, cuando, en cumplimiento de su deseo, fue sepultado en el convento de Santa Bárbara. Tres años después, en 1627, se exhumaron sus restos. Su cuerpo se encontraba incorrupto y exhalaba un aroma celestial. Este fenómeno se confirmó en inspecciones de 1731, 1924 y 1965, lo que fue considerado por muchos como un claro signo de su santidad.

Durante la Guerra de la Independencia, las tropas napoleónicas saquearon la arqueta de plata que contenía su cuerpo, un valioso obsequio de los Duques de Alba. Por fortuna, los frailes lograron distraer a los soldados el tiempo suficiente para poder esconder el cuerpo. Posteriormente, el convento de las Madres Mercedarias de don Juan de Alarcón solicitó el cuerpo al obispado, que lo entregó por pertenecer a la misma Orden. Durante la Guerra Civil, el convento fue ocupado y el cuerpo ocultado en una ebanistería para luego trasladarlo al Convento de la Encarnación. Tras el final de la contienda, el cuerpo fue nuevamente trasladado a las Madres Mercedarias de don Juan de Alarcón, donde reposa en la actualidad.

Beatificación y reconocimiento popular

El pueblo de Madrid, apoyado por la nobleza y Felipe IV, inició la solicitud de la beatificación de Mariana de Jesús poco después de su fallecimiento. En 1628, el Ayuntamiento de Madrid envió una petición al Papa Urbano VIII para que se acelerara este proceso, aunque sin mucho éxito, porque hubo que esperar más de siglo y medio, en concreto al 18 de enero de 1783, para que el entonces Papa -Pío VI- otorgara la beatificación de Mariana en la Basílica de San Pedro en Roma.

En 2011 se inició el proceso de canonización de Mariana de Jesús, una causa que se lleva a cabo en el convento de las Madres Mercedarias de don Juan de Alarcón, donde reposan sus restos, como se ha indicado anteriormente.

Imagen de la beata Mariana de Jesús en procesión.
Imagen de la beata Mariana de Jesús en procesión. Fuente: Archidiócesis de Madrid

 

Otro importante símbolo del gran reconocimiento y aprecio popular es su proclamación como copatrona de la ciudad junto a San Isidro Labrador, un hecho que a veces se olvida o se ignora, pero que destaca y resalta la profunda devoción de los madrileños hacia su figura y su legado espiritual.

La iconografía de Mariana de Jesús en Madrid

Madrid honra la memoria de Mariana de Jesús en diversos puntos de la ciudad, lo que refleja el profundo respeto y devoción que ha generado a lo largo de los siglos. En 1636, ya incluso antes de ser beatificada, se colocó una escultura de ella en la remodelada (por entonces) Puerta de Alcalá, junto con las de San Pedro Nolasco y la de Nuestra Señora de las Mercedes, todos ellos relacionados con la orden de la Merced; esta puerta fue derribada en 1770. Además, se instalaron imágenes suyas en lugares significativos, como la capilla del Pósito Real, la sala consistorial y la capilla del Ayuntamiento, consolidando su presencia en la vida pública de la ciudad.

Antigua Puerta de Alcalá
Antigua Puerta de Alcalá

 

Hoy en día, el legado de Mariana de Jesús sigue vivo de manera tangible en Madrid. Su memoria se perpetúa gracias a una plaza, una parroquia y un hospital que llevan su nombre, contribuyendo a mantener su recuerdo presente en la vida diaria de los madrileños. Además, en la Catedral de la Almudena, se encuentra una capilla dedicada a su memoria.

Estos lugares mantienen su legado vivo en la ciudad que la veneró.

La bella hija de Madrid y blasón de la Merced. Texto impreso narración histórica de la prodigiosa vida, heroicas virtudes y estupendos prodigios de la Venerable Mariana de Jesús

BIBLIOGRAFÍA

  • Álvarez y Baena, D. José Antonio. Hijos de Madrid, ilustres en santidad, dignidades, armas, ciencias y artes. Madrid: 1789-1971.
  • Fr. Pedro del Salvador. La azucena de Madrid, la venerable madre Sr. Mariana de Jesús. Madrid: Imprenta Real de la Gaceta, 1764.
  • MM. Mercedarias de Don Juan de Alarcón. Y en el cielo de Madrid floreció una estrella. ¿La conoces tú? Causa de la Beata María Ana de Jesús.
  • Olivares Martínez, Diana. Iconografía de la Beata Mariana de Jesús. Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Historia del Arte I (Medieval).

Fotografía de cabecera

Imagen de la beata Mariana de Jesús. Fuente: COPE

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