La Casa de Campo es una caja de sorpresas. Junto a los dos macrocomplejos de ocio construidos en el siglo XX, el Parque de Atracciones y el Zoológico, alberga multitud de detalles que pasan desapercibidos si no se camina con un poco de atención.La historia del topónimo Meaques es, como saben los apasionados de la historia de Madrid, una sucesión de versiones y contraversiones donde hasta tiempos bastante recientes no se está tratando de separar lo científico de lo legendario. Unos autores tratan de enlazar Meaques con Miacum, algún tipo de posada de carretera existente en la actual provincia de Madrid en época del Imperio Romano, si bien hay otros que –aun reconociendo la innegable presencia romana en el suroeste del actual término municipal de la capital de España, es decir Carabancheles y aledaños- sitúan la tal Miacum en algún punto más cercano a las montañas de la Cordillera Central.
Con asentamientos romanos o no en sus márgenes, lo cierto es que el arroyo Meaques, que nace en las inmediaciones de la Ciudad de la Imagen y atraviesa la Casa de Campo de oeste a este, sí tiene mucha historia por méritos propios. En la Edad Media es probable que existiera algún tipo de aldea en el cruce del arroyo con un camino de Carabanchel a Aravaca que siguiera una ruta algo más desplazada al este que la carretera actual, y que posteriormente el lugar se abandonara, aunque quedara de resto una ermita donde acudieran en romería los vecinos carabancheleros. Lo cierto es que éste pueblecito ya debía estar despoblado en tiempos de las guerras civiles de los Trastámara.
Otra guerra civil muy posterior, la de 1936-1939, supuso enormes destrucciones para el bosque de la Casa de Campo al albergar el lugar fortines y puestos de artillería desde los que el ejército de Franco asedió la capital de la entonces República Española. El Cerro de Garabitas, el Manzanares, la Carretera de la Coruña y otros puntos de los alrededores fueron objetivos muy disputados por ambos gobiernos. Con posterioridad vinieron cambios conocidos por todos: anexión de los Carabancheles a Madrid, establecimiento de una dictadura militar, conversión de la Casa de Campo en nuestro Central Park… Fueron tiempos, por ejemplo, de reavivamiento de la religión católica y de la implantación de un estilo de construcción, más o menos inspirado en Juan de Herrera, que se aplicó tanto a edificios eclesiásticos como civiles.
La ermita nueva de San Pedro de Meaques se edificó en 1954 y dos décadas más tarde perdió su carácter de edificio aislado al edificarse el gran Parque Zoológico en sustitución de la vetusta Casa de Fieras del Retiro. El Zoo casi ha engullido a la ermita, como si fuera alguna más de sus construcciones destinada a albergar en su torre a alguna especie de aves en riesgo de extinción. Se desconoce si sigue peregrinando alguien desde Carabanchel en alguna festividad señalada, pero el estado general de la edificación es de relativo mantenimiento, a pesar del paso del tiempo y de la acción de algunos grafiteros.
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No existe mantenimiento alguno de esta ermita. Ni relativo.