Este año 2019 ha tenido un comienzo muy prometedor para la exploración del espacio. Las campanadas de Nochevieja casi coincidieron con el sobrevuelo por una sonda de la NASA del asteroide Ultima Thule, allá en el Cinturón de Kuiper, que resultaron ser dos cuerpos celestes fusionados por sus polos tras colisionar en lo más profundo de la noche de los tiempos.
El 3 de enero otra sonda, la Chang’e 4, de nacionalidad china, se posaba en la cara oculta -que no oscura- de la Luna. Buena manera de entrar en el año en el que se cumplirá medio siglo de la hazaña del Apolo 11, en la que Madrid y su provincia tuvieron más participación de lo que muchos creen.
Hace medio siglo la civilización industrial logró alcanzar la cumbre más alta (hasta la fecha) de la especie humana con la llegada de dos de sus integrantes, Armstrong y Aldrin, a la superficie de nuestro satélite natural. Un tercero, Collins, a menudo ignorado por los manuales de Historia al uso, se quedó orbitando alrededor en el módulo de mando. Fue una hazaña de tal calibre que ha dejado empequeñecidos otros muchos logros no baladíes, como las distancias -mucho más largas- que han ido cubriendo las sondas no tripuladas, o el elevado número de personas que se han ido enviando a la órbita terrestre en las últimas décadas a lo largo de los programas de la Lanzadera Espacial, la estación Mir o la actual estación ISS, con los que decenas de hombres y mujeres de ciencia han podido disponer de verdaderos laboratorios y puestos de observación allá en lo alto, con posibilidades y oportunidades impensables aquí abajo.
En ésta hazaña de 1969, como en la de la sonda New Horizons, la que sobrevoló Ultima Thule en enero de 2019, hubo participación de unas antenas de radio ubicadas en la Sierra de Madrid, que suelen acaparar menos titulares que los polígonos de lanzamiento o que los centros de control de misiones, pero que junto a otras estaciones de radio repartidas por el planeta Tierra son imprescindibles para la exploración de lo que ocurre más allá de nuestro pequeño mundo natal. En 1969 era el nuestro un país de contrastes: en los pueblos se veían pasar las “galeras”, remolques que todavía iban arrastrados por animales de tiro, y aperos de labranza que no se diferenciaban gran cosa de los de la época de Octavio Augusto, mientras al lado se construían modernas autopistas. Algunos cineastas se tomaban el asunto de la Luna en broma. Pero, a la vez, algunos científicos que iban muy en serio diseñaban el primer satélite español, el INTASAT, que volaría en 1974 y que pasó muy desapercibido en los medios. Demasiado desapercibido.
Por ello, desde La Gatera de la Villa queremos unirnos a las conmemoraciones del cincuentenario de la expedición lunar con una breve serie de artículos que esperamos despierten la curiosidad de nuestros lectores.
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