Tradicionalmente se ha llamado Siglo de Oro al XVII, pero sin querer restar méritos a la presencia en aquella centuria de Velázquez, Lope de Vega, Cervantes, Góngora, Quevedo y otros cerebros de las artes, tenemos que acordarnos de una época dorada que vino un poco después, entre el fin de la guerra de Sucesión en 1714, que pone en el trono a Felipe V, y la muerte de Carlos III en 1788. Madrid, como capital del reino, fue escenario privilegiado de reformas sociales, culturales y urbanísticas.
Las principales huellas del reinado de Felipe V en Madrid, por ejemplo, son:
-el definitivo Puente de Toledo, construido bajo proyecto del arquitecto Pedro de Ribera de 1718, y cuyas obras se prolongaron hasta 1722, probablemente con algunos remates finales de menor índole en la década de 1730. Pedro de Ribera dio al tramo urbano del río Manzanares gran parte del aspecto que tiene en la actualidad, pues a el se debe, en colaboración con el marqués de Vadillo, corregidor de Madrid, el embellecimiento de las orillas y la construcción de la ermita de la Virgen del Puerto.
-el Hospicio, institución benéfica situada en el edificio que actualmente alberga el Museo de la Ciudad, en la calle de Fuencarral.
-el Pósito de la Villa, almacén de grano de planta circular que estaba situado en la salida de la ciudad por la carretera de Aragón (actual calle de Alcalá)
-la Real Fábrica de Tapices.
En 1724 se produjo una situación curiosa en cuanto la monarquía estuvo algunos meses en manos de un efímero rey llamado Luis I. Felipe V abdicó el 10 de enero de 1724 para entregar el poder a su hijo Luis. Se cree que esta abdicación era en realidad una maniobra de Felipe para aspirar a otra corona, la de Francia, pero el nuevo rey, de apenas 17 años, murió de viruelas el 31 de agosto, y el 7 de septiembre Felipe V reasumió sus funciones hasta su muerte en 1746.
La sede del poder de este primer Borbón español se hallaba en el antiguo Alcázar tomado a los Habsburgos, hasta que el 25 de diciembre de 1734, en medio de las celebraciones navideñas, se produjo un gran incendio que destruyó este edificio. Se perdieron innumerables obras de arte, y una construcción que había sido protagonista de los años de más poder de lo español en el mundo, pero don Felipe enseguida ordenó que se construyera el actual Palacio Real, ya dotado de las ventajas y comodidades de la arquitectura del siglo XVIII y con una importante característica: el que todas sus plantas estuvieran construidas enteramente en piedra, para minimizar los efectos de futuros incendios frente a las estructuras de vigas de madera que habían facilitado la pérdida del Alcázar. Ni Felipe V, ni su hijo y sucesor inmediato, Fernando VI, llegaron a vivir en este nuevo Palacio, obra del arquitecto Juan Bautista Sachetti, pues dado su gran tamaño no fue finalizado hasta 1764.
Un reinado tranquilo: el de Fernando VI.
Fernando VI reinó en España entre 1746 y 1759. Su reinado se caracterizó por una política pacifista impulsada por el secretario de Estado Carvajal, y constituye el mandato central de la tríada de monarcas (Felipe V – Fernando VI – Carlos III) que hicieron grandes a los Borbones españoles de la misma manera que Carlos I y Felipe II fueron la edad dorada del periodo habsbúrgico. Como en el caso de los austríacos, esta prosperidad habría de venir sucedida de una decadencia posterior, al mezclarse endogamias genéticas con la aparición de camarillas de aventureros y oportunistas en torno a la institución del trono, pero eso ya es materia para posteriores artículos o reportajes de esta nuestra Gatera electrónica. El proyecto de monarquía ilustrada continuaba: la Corona apoyaba desde Madrid al fraile benedictino Jerónimo Feijóo, que aunque hizo casi todo su trabajo en Asturias fue uno de los primeros intelectuales españoles realmente exportables: todavía viviendo él, sus escritos ya habían sido traducidos al francés, al inglés, al portugués y al italiano, y a pesar de pertenecer a una orden religiosa, era plenamente consciente del atraso científico del escolasticismo (las adaptaciones que se habían hecho en la Edad Media del pensamiento aristotélico).
A nivel de Obras Públicas, se construyó la primera plaza de toros estable de Madrid, situada en las inmediaciones de la Puerta de Alcalá (puerta que todavía no era la que conocemos hoy), y se hizo realidad el paso por carretera desde Madrid a Castilla la Vieja por Guadarrama, por el Alto del León, es decir, por donde se ha seguido haciendo mayoritariamente hasta que a finales del siglo XX se perforaron los túneles de la A-6. Volviendo a la capital, el rey y su mujer, doña Bárbara de Braganza, dieron un importante impulso a la cultura con la creación del primer Jardín Botánico en el Soto de la Florida (el actual del Retiro es de 1781), así como con el apoyo a la introducción de la ópera, y en 1752 celebró su primera sesión la Academia de Bellas Artes de San Fernando, que toma su nombre del propio monarca, lo mismo que ocurre con la población de San Fernando de Henares, a poca distancia de Madrid, que fue creada como Real Sitio en el emplazamiento de un pueblo hasta entonces llamado Torrejón de la Ribera para diferenciarlo del vecino Torrejón de Ardoz.
Entre los años 1750 y 1758 se construyó el palacio y monasterio de las Salesas Reales, fundado por la reina Bárbara y edificado bajo proyecto de los arquitectos Francisco Carlier y Francisco Moradillo. Se halla no muy lejos de la plaza de Santa Bárbara y alojó a las monjas de la orden de la Visitación, llamadas salesas por haber sido su fundador San Francisco de Sales. A partir de 1870 la parte del complejo destinada a convento fue transformada en tribunal de justicia, y las salesas emigraron al Segundo Monasterio de la Visitación, y luego al Tercer Monasterio de la Visitación, donde se hallan en nuestros días, en un paseo que -no podía ser de otra manera- se llama de San Francisco de Sales y que se halla al suroeste de los Cuatro Caminos. La iglesia del Primer Monasterio se mantiene bajo la denominación de Santa Bárbara en honor de la esposa de Fernando VI, y es muy solicitada por parejas que desean celebrar allí su boda.
Continuaban las obras del nuevo Palacio Real, y se seguía trabajando en las estatuas que deberían decorarlo. Cada una representaba a un rey de los territorios que habían formado la monarquía hispánica, y por ello en la lista estaban desde los visigodos hasta Moctezuma y Atahualpa como testimonio de las nuevas tierras conquistadas por españoles al otro lado del Atlántico. Estas esculturas estaban destinadas a situarse en la parte superior del palacio, pero fueron bajadas de la cornisa ante el temor de que pudieran caerse y cambiadas de lugar para ser situadas en zonas más bajas del edificio o en los jardines cercanos. No era un temor exagerado, pues el 1 de noviembre de 1755 se sintieron en Madrid los efectos del terremoto que arrasó Lisboa y se produjeron algunas muertes al caer a las calles cruces y otros ornamentos de las iglesias.
El 1 de febrero de 1758 apareció en Madrid el primer número del Diario Noticioso, curioso, erudito y comercial, publicado por Francisco Mariano Nipho. Se halla entre los primeros periódicos de Europa en aparecer diariamente, y llegó a sobrevivir, con el nombre de Diario de Madrid, hasta nada menos que 1918.
El rey-alcalde.
Fernando VI murió, con su salud mental seriamente trastornada, en el año 1759, cuando ya se habían empezado a habitar algunas zonas del nuevo Palacio Real. Murió sin descendencia, así que se llamó para reinar a su hermano Carlos, que en su anterior vida como rey de Nápoles ya había destacado por ser el que inició las excavaciones del yacimiento arqueológico romano de Pompeya. La exploración de esta ciudad, que había sido sepultada siglos atrás por las cenizas de una erupción del Vesubio, permitió conocer infinidad de aspectos de las creaciones artísticas y vida cotidiana de los antiguos romanos, aspectos que enseguida fueron incorporados a la actividad de los arquitectos y decoradores europeos de la era de la Ilustración. Es el neo-clasicismo, y se impone el gusto por lo romano aquí y allá.
El nuevo rey fue proclamado con el nombre de Carlos III (que ya había utilizado el pretendiente austríaco de 1700) el 11 de septiembre de 1759. Para conmemorar su entrada en Madrid se decidió sustituir la Puerta de Alcalá de la muralla, que se cree fue erigida hacia 1599, por otra de nueva construcción. Es la actual Puerta de Alcalá, que fue terminada en 1776 y que se encomendó al arquitecto Sabatini, el mismo de otra de las entradas monumentales del Madrid de aquellos años, la Puerta de San Vicente, en la parte baja de la cuesta de igual nombre.
Sin temor a exagerar, podemos afirmar que el reinado de Carlos III, que se extendió desde aquel año de 1759 hasta 1788, fue un momento cumbre de la historia de Madrid, pues aunque la política de reformas culturales y aumento del nivel cultural de la nación había tenido su génesis y evolución en los dos reinados anteriores, durante estos años es cuando la Corona se implica más en el aspecto concreto de la modernización de la capital de España. En Madrid hay mucha herencia recibida por don Carlos de su hermano y de su padre, como es el caso del Palacio Real, que se finaliza del todo en 1764, año en que empieza a cumplir su misión de residencia de monarcas. Pero don Carlos es el que pone la guinda al Madrid ilustrado. El Madrid de los Habsburgo fue posteriormente idealizado por muchos autores debido al gran número de talentos artísticos y políticos que pisaron sus calles en aquellos años, pero lo cierto es que las condiciones de vida para los ciudadanos de a pie, e incluso para los de la nobleza, eran muy duras debido a la falta de higiene. La obra de Carlos III no se basa solamente en construcciones que beneficien a las instituciones del poder, como iglesias, palacios o instalaciones militares, sino que como en tiempos de los romanos de Pompeya, vuelve a haber un concepto de «obra pública» que beneficia al común de los madrileños. Con Carlos III se construye el denominado Salón del Prado, tramo del actual Paseo del Prado comprendido entre las fuentes de Cibeles y Neptuno, surgido del soterramiento del arroyo Carcabón. Este soterramiento es una doble medida higiénica (evitar malos olores) y de orden público (era una zona hasta entonces frecuentada por delincuentes). Se empiezan a excavar las primeras alcantarillas de Madrid para que las aguas residuales vayan al subsuelo y no a las calles, con lo que se evitan infecciones. Todavía se está muy lejos de las alcantarillas de Roma, pero se da un paso que pone a Madrid por delante, por poner un ejemplo, de Londres, que no tuvo un sistema de saneamiento eficaz hasta bien entrado el siglo XIX. De igual manera, se dictan normativas para que las basuras no se dejen en la calle al tun tun, sino que se guarden en cubos hasta que pasen los carros de recogida.
Los principales edificios construidos en Madrid durante este reinado fueron:
-la Aduana, terminada de edificar en 1769 con proyecto de Francesco Sabatini, para sustituir a otro de 1645 que estaba frente a la calle de Atocha. Este edificio de 1769 acabó acogiendo diversas dependencias del ministerio de Hacienda, no solamente de aduanas o aranceles.
-la iglesia de San Francisco el Grande, construida entre 1761 y 1784 para sustituir a otras edificaciones que la orden de los franciscanos venía teniendo en ese lugar desde que en el siglo XIII el propio San Francisco de Asís visitara la ciudad. Su cúpula sigue siendo a día de hoy una de las construcciones más reconocibles del centro de Madrid, y sigue desempeñando funciones religiosas tras haberse planteado en el siglo XIX darle otras utilidades como parlamento (con José I) o panteón de ilustres (con Isabel II). En el proyecto y construcción de San Francisco intervinieron Fray Francisco Cabezas, Antonio Pló, Francesco Sabatini y Miguel Fernández.
-la Real Fábrica de Porcelanas del Retiro, inspirada en la de Capodimonte que había ordenado construir cuando era rey de Nápoles.
-el Hospital General, hoy sede del Museo Reina Sofía, que tuvo otros edificios, pero los definitivos corresponden a este periodo, bajo proyectos del arquitecto Sabatini.
El 1 de abril de 1767 el ejército se presenta a las puertas de la iglesia de los jesuitas. Dan un plazo a los religiosos para que cojan sus cosas y se preparen para su inmediata deportación. Los soldados cumplen un decreto que se había dictado un mes antes en estricto secreto y comunicado solo a los militares imprescindibles para la operación. Esta fue una de las decisiones más duras que tuvo que tomar Carlos III a lo largo de todo su mandato, y estaba motivada por la oposición que los miembros de esta orden habían manifestado hacia las reformas del rey, junto al hecho de que en nuestras posesiones de América habían fundado verdaderas ciudades donde ejercían poco menos que de alcaldes y de reyes sin contar con el poder civil. Los jesuitas de Madrid fueron llevados al puerto de El Ferrol para ser embarcados hacia el extranjero, y consecuencia inmediata de su expulsión fue que hubo que poner bajo distinto mando las iglesias y centros de enseñanza que aquí mantenían. El Colegio Imperial de la calle de Toledo fue rebautizado como Reales Estudios de San Isidro, y el Seminario de Nobles fue reabierto bajo la dirección del marino Jorge Juan. Posteriormente los jesuitas volverían a España, pero seguirían teniendo desencuentros con la autoridad «de este mundo».
En 1763 se introdujo en España la Lotería, por el sistema que en la actualidad denominamos de «Lotería Primitiva». Este sistema estuvo vigente hasta su supresión en 1862, y coexistió desde 1811 con la lotería «moderna», que se introdujo para financiar al Hospital General. La lotería de Carlos III se halla vinculada casi desde sus orígenes con el Colegio de San Ildefonso, cuyos alumnos son los encargados de cantar los premios. La primera ocasión en que participaron estos niños se celebró en el año 1771, y desde entonces han acompañado a la Lotería y el peculiar folklore que generan sus sorteos. La «primitiva» fue reintroducida en España a finales del siglo XX.
En 1775 fue fundada la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, que tenía por objeto aumentar la riqueza pública a través de la agricultura, las artes y el comercio. Los fundadores fueron Vicente de Rivas, José Faustino Medina y José Almarza, y desde entonces fue una de las instituciones que más animaron la vida cultural de la urbe. A ella se debe, por ejemplo, la posterior aparición del Ateneo en el siglo XIX.
En 1776 fue construido un edificio para albergar varios ministerios del Estado, que ya no cabían en el Palacio Real, que había alojado algunos de ellos en su etapa inicial. Es por ello que la plaza junto a la que se hallaba la nueva construcción pasó a ser la Plaza de los Ministerios, no muy lejos del Palacio de todas maneras. En la actualidad se denomina Plaza de la Marina Española.
Con la muerte de Carlos III finalizó este periodo estelar de la dinastía borbónica, y los reinados de Carlos IV y, sobre todo, de Fernando VII, destrozaron toda esta obra y trajeron al país lastres que todavía nos encadenan.
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