En 1923 llega al gobierno el general Primo de Rivera, que asume poderes dictatoriales en la fase final del reinado de Alfonso XIII. De este militar viene, por ejemplo, la conversión de la antigua finca de la Moncloa en Ciudad Universitaria y el cambio del sentido de circulación de los coches de la izquierda a la derecha. La planificación urbana de Madrid se empieza a hacer ya pensando en lo que hay más allá de la linde municipal.
En 1924 se aprueba el Estatuto Municipal, por medio de un decreto-ley del 8 de marzo, que otorga más poderes a los ayuntamientos con respecto al Estado. En 1929, el Ayuntamiento de la capital de España convoca un concurso internacional para la reforma del interior y la urbanización del extrarradio, con vistas a devolver a Madrid a la lista de capitales punteras de la escena europea.
Como ayuda a los ingenieros de los proyectos concursantes, y como promoción de la ciudad ante el mundo, se imprime una joya bibliográfica llamada Madrid: información sobre la ciudad, hoy cotizadísima entre los coleccionistas. Este libro es el equivalente a un pabellón de los que se construyen en las Exposiciones Universales, pero con la ventaja de que cabe en una mesa, y cuenta con multitud de planos, fotografías e informaciones tan detalladas como las secciones de los colectores y alcantarillas de la urbe.
Según Antonio García Martín, en su recomendable obra Proceso de anexión de los municipios limítrofes a Madrid (1991), este plan fue criticado porque no se dio suficiente voz en el asunto al Ministerio de Fomento, y porque no se coordinaba lo suficiente la planificación con los pueblos vecinos, alguno de los cuales ya estaba dejando de ser un pueblo y a adquirir carácter de ciudad mediana. Dentro de Vallecas, por ejemplo, había una división en “distritos”.
Con el punto de vista de nuestros días, habría otro aspecto a criticar, cual era la “reforma interior”, demasiado agresiva con el patrimonio histórico del casco viejo de Madrid. Sin embargo, en lo referente al extrarradio, se introduce un elemento clave en el diseño de la trama urbana madrileña, con influencias en el vecino Chamartín y el vecino Fuencarral: hablamos de la prolongación del Paseo de la Castellana hacia el norte, desde el Hipódromo de la Castellana hasta un punto de la carretera de Burgos que ahora llamamos “la plaza de Castilla” pero que entonces era casi el campo.
Se seleccionaron seis propuestas de las presentadas por multitud de arquitectos e ingenieros, y se prestó especial atención a la presentada por los hoy archifamosos Zuazo y Jansen, que fue fundamental para los planes del siguiente régimen, el de la República de 1931. La prolongación de la Castellana se acabó haciendo una realidad en los primeros años del siguiente escenario político, la dictadura de Franco iniciada en 1939.
Tanto la República de 1931 como la dictadura de 1939 tenían planes de demolición de algunas partes del casco viejo de Madrid, que por fortuna no se llevaron a cabo en su totalidad y permitieron respetar la integridad de buena parte del Madrid histórico. Pero en lo referente a los planes de expansión por el Extrarradio, ambos sistemas políticos heredaron bastantes ideas de las que se esbozaban en 1929. Ya se hablaba de “ciudades satélites”, que se rebautizarían como “poblados satélites” tanto en la planificación republicana como en la franquista.
Mientras tanto, en el Puente de Vallecas, las casas de Madrid casi se daban la mano con las de Vallecas, y en Tetuán, las situadas más al norte de Madrid estaban a pocos metros de las primeras del municipio de Chamartín.
(Continuará en próximas entregas…)
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