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Una procesión de la época de los Austrias en el siglo XXI.

En pleno corazón de Madrid, inmediato al bullicio de calles inundadas de visitantes de las tiendas y centros comerciales que inundan este ámbito urbano, resaltan las recias fachadas de aparejo “a la toledana”, de mampostería de sílex entre verdugadas de ladrillo, de un viejo monasterio. Estos muros, como fortaleza impenetrable, parecen querer defender del ajetreo cotidiano de una ciudad contemporánea, consumista y cosmopolita, el rico mundo de recogimiento, espiritualidad y de arte sublime, que rige la vida de las religiosas Clarisas que la habitan.

A la Plaza de las Descalzas, s/n, de Madrid, se abre la fachada principal del Monasterio-Convento de la Asunción o de la Consolación, más conocido por su denominación popular de la “Descalzas Reales”.

Fachada principal del Real Monasterio Convento de la Asunción de Religiosas Clarisas de las Descalzas Reales. Fotografía por Luis García
Fachada principal del Real Monasterio Convento de la Asunción de Religiosas Clarisas de las Descalzas Reales.
Fotografía por Luis García. Fuente: Wikipedia.

Fundación monástica de patronazgo real.

El monasterio fue fundado por la Infanta Dª Juana de Austria, hermana del rey Felipe II, en el año 1559, reformando para ello la casa solariega de origen medieval del tesorero general D. Alonso Gutiérrez, en la cual había nacido en el año 1535. Tanto ella como su madre, la emperatriz Isabel de Portugal, vivían en dicha mansión nobiliaria debido a las obras de reforma que se emprendían por aquellos años a instancias de su padre y esposo, respectivamente, el emperador Carlos V, en el incómodo y marcial Real Alcázar. La infanta siempre guardó un recuerdo muy grato de su infancia en esa casona, residiendo en “las habitaciones frescas que dan a la huerta”, como recordaría años más tarde su hermano Felipe II. Casada a los 17 años con su primo el príncipe heredero de Portugal, el Infante D. Juan Manuel, daría a luz al futuro rey de Portugal D. Sebastián I en 1554, 18 días después de la muerte por diabetes del joven heredero luso, de apenas 16 años.

Retornada a Castilla ese mismo año de 1554, fue nombrada regente de Castilla y León por su padre, D. Carlos I, ocupado en viajes por Centroeuropa, mientras su hermano el príncipe D. Felipe contraía matrimonio ese mismo año con la reina de Inglaterra, María Tudor. Fallecida la reina inglesa en 1558, Felipe II retornaría a España, teniendo que abandonar la Infanta Dª Juana al año siguiente sus tareas de regencia de Castilla para las que demostró estar bien dotada.

Ese mismo año de 1559, y en la festividad de la Asunción de Nuestra Señora (15 de agosto) tomarían posesión del nuevo monasterio las religiosas Clarisas procedentes del Convento de Santa Clara, de Gandía, recomendadas por San Francisco de Borja. Fundado sobre la antigua casa solariega que ya había adquirido la Infanta a los herederos de D. Alonso Gutiérrez en el año 1555, se encargaron sus obras de reforma al maestro de obras Antonio Sillero. Las obras de la iglesia, dirigidas por el arquitecto Juan Bautista de Toledo (1515-1567) no concluirían hasta 1564, festividad de la Inmaculada Concepción, fecha en que se colocó en su altar mayor el Santísimo Sacramento, con asistencia del rey Felipe II y las principales personalidades de su Corte.

La Infanta Dª Juana fallecería en 1573 en El Escorial, trasladándose su cuerpo al Monasterio que ella fundó, y hoy día podemos admirar la magnífica escultura orante que la representa, realizada por el escultor y orfebre italiano Jacome da Trezzo (1515-1589) -aunque frecuentemente ha sido atribuida al milanés Pompeyo Leoni-, en la capilla funeraria que se encuentra en el lado de la epístola (izquierdo según se accede al templo), junto al retablo mayor.

Un privilegio único en la cristiandad.

Es en este tiempo litúrgico de la Semana Santa, en el que los cristianos conmemoramos los últimos días de existencia terrenal de Nuestro Señor Jesucristo, de su Pasión, Muerte y Resurrección, cuando tiene lugar un acontecimiento que puede resultar un tanto paradójica.

Y es el hecho de que una de las procesiones más desconocidas de Semana Santa que se realizan en nuestra Villa y Corte está dedicada a exaltar el Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo o Corpus Christi, celebración católica que tiene su festividad específica 60 días después del Domingo de Resurrección, y jueves posterior a la solemnidad de la Santísima Trinidad, que por acuerdo entre el Estado y la Conferencia Episcopal del año 1989 se pasó a conmemorar el domingo siguiente, transformándose el jueves en día laboral. No obstante muchos municipios continúan celebrándolo el mismo jueves, caso del celebérrimo Corpus de Toledo.

De forma que nos encontramos ante un privilegio otorgado por el Sumo Pontífice Paulo IV a este Real Monasterio desde la época de su fundación, en 1559.

Procesión solemne e intimista.

La combinación de las conmemoraciones del Santo Entierro, propia de la Semana Santa, así como la del Corpus Cristi, nos permite, pues, presenciar una de las procesiones más antiguas, genuinas de Madrid, y de más larga trayectoria, de nada menos que más de 450 años. Otorgado el privilegio papal a este monasterio en 1559 de poder procesionar el Santísimo Sacramento la tarde del Viernes Santo, le fue encargado al pintor y escultor de la Corte de Felipe II, el baezano Gaspar Becerra (1520-1568) la talla de un Cristo Yacente Eucarístico. Se trata de una obra maestra de la imaginería castellana del Renacimiento manierista que se venera en la galería alta del claustro, en la capilla de su nombre. Tallada en madera policromada, la imagen muestra a Cristo muerto con gran patetismo y una prodigiosa exactitud anatómica; los latigazos sufridos evidenciados de manera inmisericorde por mostrar toda la superficie del cuerpo cubierta de heridas sangrantes, contribuyen a incrementar la piedad en quienes contemplan tan soberbia y emocionante escultura. Por último, no perdamos el detalle del ostensorio circular que se abre en la parte derecha de su costado ornado por diadema de oro recubierta de brillantes, inmediatamente por debajo de la lanzada que recibió estando en la cruz para comprobación de su muerte; está destinada a alojar la Hostia Consagrada, transformando así la imagen del Crucificado muerto en auténtica custodia y transubstanciación física del gran misterio de la Encarnación de Nuestro Señor. Hay que advertir que esta escultura, tallada en la segunda mitad del siglo XVI, antecede en más de cincuenta años los ejemplos de imaginería barroca que inundarían posteriormente las calles de las principales ciudades españolas con sus manifestaciones de dramatismo, sentimiento y, no pocas veces, teatralidad.

Vista del Cristo Yacente Eucarístico, esculpido por Gaspar Becerra hacia 1564, en su Capilla del Monasterio de las Descalzas Reales, de Madrid. Fuente: http://artevalladolid.blogspot.com.es/
Vista del Cristo Yacente Eucarístico, esculpido por Gaspar Becerra hacia 1564, en su Capilla del Monasterio de las Descalzas Reales, de Madrid.
Fuente: http://artevalladolid.blogspot.com.es/

 

La tarde del Viernes Santo, el conocido como Claustro Público, que tiene acceso directo desde la plaza, ve cubiertas las pandas de sus cuatro lados por hermosísimos tapices multicolores elaborados en Flandes en el siglo XVII, diseñados por el germano Pedro Pablo Rubens (Siegen, 1577-Amberes, 1640) con escenas apoteósicas de la Eucaristía.

Desde la iglesia de las Descalzas se inicia la procesión, en el que el ronquido de una gran carraca de madera, nos avisa de la proximidad del paso del Señor. Seguidamente, y tras el incensario, aparecen tres mayordomos ataviados con típica capa madrileña portando el del centro la cruz de guía y los que le flanquean sendos ciriales.

Y, por fin, portado a hombros aparece la imagen del Cristo Yacente, flanqueado por palio de terciopelo morado –la Liturgia manda- de seis varales, cerrando la comitiva los presbíteros, vestido el Capellán de las Descalzas con antiguas vestiduras litúrgicas, bellamente bordadas, de los tiempos de la fundació del monasterio.

Mientras la comitiva procesional discurre en procesión por los cuatro lados del claustro, las religiosas Clarisas entonan hermosísimos cánticos litúrgicos compuestos por el abulense Tomás Luis de Victoria (1548-1611), que fue capellán de la emperatriz viuda María de Austria, una de las ilustres ocupantes del Monasterio, y hermana del rey Felipe II y de la Infanta Dª Juana, y más tarde, nombrado organista del propio cenobio. No obstante nunca veremos a estas religiosas sometidas a la vida contemplativa en la más estricta de las clausuras. Sus bellas y entonadas voces nos llegarán a través de pequeñas ventanas tamizadas por rejas y celosías.

BIBLIOGRAFIA:

.- CORRAL, José del (1990) “Curiosidades de Madrid”. El País-Aguilar. Madrid.

.-GARCÍA GUTIÉRREZ, Pedro F. y MARTÍNEZ CARBAJO Agustín F. (2006) “Iglesias de Madrid”. Ed. La Librería. Madrid.

.-GARCÍA SANZ, Ana y SÁNCHEZ HERNÁNDEZ, Mª Leticia (1999) “Las Descalzas y la Encarnación (Dos clausuras de Madrid)”. Patrimonio Nacional. Madrid.

.-GEA ORTIGAS, Mª Isabel (2010) “Madrid Curioso”. La Librería. Madrid.

.-RÉPIDE, Pedro de (1981) “Las calles de Madrid” Afrodisio Aguado. Madrid.

Julio Real González

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