En 1848 se optó por pavimentar las calles con adoquines (tarugos) de madera, a imagen y semejanza de los de granito.
El fin primordial era conseguir que las ruedas de los carruajes, reforzados y rebordeados en muchos casos por una protectora banda de hierro, no molestase en demasía a los vecinos, ya que el roce de granito con metal era exasperante.
Se comenzó de forma experimental en la calle del Barquillo, pero el intento no cuajó puesto que no resistían las inclemencias del tiempo, si bien resultaban ser menos ruidosos que los de piedra.

Donde también se pusieron, con el fin de respetar el descanso del vecindario, fue en diversos portales que tuvieron trasiego de carruajes por uno u otro motivo. Al estar bajo techo se han conservado bastante bien hasta la fecha. Uno de ellos fue en el portal número 43 de la calle de San Marcos, residencia de alguna persona principal, y que se encuentra en un estado excelente, aunque supongo que habría tenido mejor mantenimiento de ser conscientes los actuales dueños del inmueble del valor histórico que atesoran bajos sus pies.
En el número 13 de la calle de Miguel Servet, también encontramos otro ejemplo de entarugado de madera, donde antiguamente había unas caballerizas, al parecer con bastante movimiento de carruajes y que no se conserva tan bien como el anterior. De hecho, en las fotos que ilustran estas líneas, se puede apreciar la restitución de algunos adoquines de madera por otros de piedra a la entrada del edificio.

Posteriormente se han entarugado estancias en la Casa de América y en el restaurante del Colegio de Arquitectos de la calle de Fuencarral.
Fotografías: Pedro Sala Ballester.
- Entarugado de madera - 13 noviembre, 2021