Cualquiera que pasee a partir de estas fechas por la emblemática plaza de los Carros de Madrid, se llevará una agradable sorpresa, sobre todo si le tiene afición a esta ciudad y muestra algún atisbo de curiosidad por su historia, y más en concreto, por los mismos orígenes de nuestra villa como entidad urbana consolidada.
Sabemos que con motivos de los trabajos de peatonalización de la plaza de los Carros, efectuados entre 1983 y 1984, se realizaron catas arqueológicas al ser esta zona de Madrid especialmente sensible ante la altísima probabilidad de la subsistencia de restos arqueológicos en su subsuelo, ya que se encuentra situada en pleno casco medieval de la Villa castellana y paredaño con el trazado de la muralla edificada en el siglo XII; y asimismo, formaba parte de un arrabal ya existente en época andalusí.Las sospechas no fueron infundadas. Los trabajos arqueológicos, dirigidos por el profesor D. Manuel Retuerce Velasco, depararon como elementos cronológicamente
más antiguos, un excepcional “viaje de agua”, magníficamente conservado. Denominado “viaje de agua” o, más simplemente, “viaje” a secas en época castellana y hasta tiempo contemporáneos en que su uso estuvo vigente, este ingenioso sistema de captación y suministro del líquido elemento a las ciudades estaba vigente en Mesopotamia y otras áreas del Próximo Oriente, y fue importado a la Península Ibérica por los conquistadores musulmanes a partir del siglo VIII d.C. Previamente, y siguiendo la expansión del Islam por Egipto, Libia y el Magreb, este sistema de suministro de aguas a las entidades urbanas también se implantó en dichas regiones, siendo denominadas “foggaras”, en Argelia, “jattara” en Marruecos, y “qanat”, en la lejana Persia.
Este “viaje” o “mayrà” descubierto en la plaza de los Carros es el primero, y hasta la fecha único, oficialmente datado en época de dominio andalusí (ss.IX-XI) en el término municipal de Madrid. El tramo excavado tiene una longitud de 10 metros con una anchura en su base de 60 cm. y en su parte superior de un metro. De sección rectangular, disponía de un estrecho andén lateral para su mantenimiento y limpieza de uno 43 cm. de anchura, fondo empedrado, y pequeñas presillas de piedra para decantar las aguas y liberarlas de impurezas. Según la memoria publicada por el profesor Retuerce Velasco el tramo excavado se correspondía con el tramo final de la “mayrà” y discurría a cielo abierto. Asimismo, en las excavaciones aparecieron también otros interesantísimos testimonios de época islámica como una “cueva-vivienda”, y varios silos de almacenaje de grano.
Ya de época muy posterior, aparecieron los pavimentos, un patio con su pozo y varias habitaciones de una casa solariega del siglo XVI, que fue derribada en algún momento del siglo XVIII para dotar de una mejor visión y perspectiva a la grandiosa capilla barroca de San Isidro, perteneciente a la parroquia de San Andrés Apóstol.
Y volvemos a la señalización que ha ejecutado el Ayuntamiento para informar a los paseantes de la zona de la existencia de este interesantísimo testimonio arqueológico que dataríamos, como han hecho nuestros ancestros hasta ayer mismo, del “tiempo de los moros”. Hay que agradecer el detalle de que se ha señalizado la totalidad del tramo existente en la plaza de los Carros, aunque tan solo se excavaran diez metros en 1983, no habiéndose efectuado otras catas relacionadas con el “viaje” desde esa ya lejana fecha. El trazado sigue una trayectoria ligeramente oblicua en sentido sureste-noroeste, y ocupa la práctica totalidad de la plaza.
El primer elemento que identifica la existencia, estructura y contexto histórico del “viaje” o “mayrà”, como mejor prefieran, es una placa de bronce situada en el machón granítico situado el norte del pequeño pretil oriental de la plaza (foto 1). Promovida por el Ayuntamiento, en colaboración con la Fundación de Cultural Islámica, su texto evidencia la fundación de Madrid en época de dominio islámico bajo el gobierno del emir de Córdoba Muhammad I (852-886), y relaciona la
misma con la abundancia de aguas subterráneas, canales, etc, y por su envidiable situación geográfica. Esta placa expone los núcleos habitados entonces existentes, y muestra un mapa con el casco medieval de Madrid, en el que se resalta el recinto amurallado andalusí (construido entre los siglos IX y X). Resalta la existencia de un posible albacar, y comete el error de incluir un tramo de muralla occidental sobre la misa cornisa del río Manzanares, que ha sido adscrito a época ya castellana, y que se situaba como unión del recinto amurallado de la “almudayna” con un alcázar islámico seguramente inexistente en el emplazamiento señalado, que es el solar que actualmente ocupa el Palacio Real. Cada vez mayor número de estudiosos e investigadores se inclina por la hipótesis de que el “hisn”, “al Kasr” o alcázar andalusí se encontraba dentro del recinto amurallado urbano de la “almudayna”. El tercer texto describe las características de la “mayrà” conservada destacando los detalles de su estructura y funcionalidad, con un “corte” transversal de la misma.
En la siguiente imagen (foto 2), apreciamos el sector noroeste de la plaza delimitado por cabezas de clavos dorados redondos, que en esta perspectiva contemplamos hacia el sureste. Hay que prestar un poco de atención para apreciar los clavos dorados que forman una doble línea entre los adoquines y las losas de granito.
La tercera imagen (foto 3), muestra el sector sureste del trazado del “viaje de agua” con la doble hilera de clavos dorados. Al fondo, a la derecha, se aprecia el machón granítico sobre el que se ha instalado la placa broncínea que explica la fundación islámica de nuestra ciudad, y las características de la “mayrà”.
En la cuarta imagen (foto 4) captada en la zona central de la plaza, apreciamos el tramo señalizado de la “mayrà” dirigiéndose al noroeste.
En la quinta imagen (foto 5) apreciamos la tapa de registro que “permite” el acceso al “viaje de agua”. Entrecomillamos lo de permitir, ya que no se facilitan las visitas al público en general, autorizándose exclusivamente la entrada a investigadores.
La siguiente imagen (foto 6) es un detalle resaltado de uno de los “clavos” mayores que identifican el elemento arqueológico que delimitan en su trayecto. Este se encuentra situado en el registro de acceso a la “mayrà”.
La otra placa (foto 7), situada en el machón granítico occidental de la plaza, detalla las principales características que adquirió Madrid como villa castellana tras la capitulación del reino taifa de Toledo en 1085, e ingresar nuestra villa en la órbita política del reino de Castilla y León; entre otras, la división parroquial de la población, que aparece detallada en el Fuero de Madrid (1202).
Hay que agradecer al Ayuntamiento esta necesaria iniciativa de poner en conocimiento de los naturales, así como de los foráneos de nuestra villa, la riqueza histórica y patrimonial de nuestra ciudad, tantas veces ignota y desconocida, en este caso casi justificadamente, por hallarse bajo tierra, y no ser fácilmente accesible. Se han tardado 38 años desde su descubrimiento en poner en valor este interesantísimo documento material de los orígenes de nuestra ciudad, en cuya feliz materialización ha tenido no escasa responsabilidad, precisamente, la labor entusiasta de la Fundación para la Cultura Islámica, que se encarga de investigar y poner en valor los orígenes históricos de Madrid, como única capital europea de fundación islámica. ¡Enhorabuena a sus integrantes!
Fotografías por Julio Real González
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