El 4 de abril de 1883, el rey Alfonso XII presidió la ceremonia en la que se colocó la primera piedra de una iglesia que con el paso de los años llegaría a convertirse la Catedral de Santa María la Real de la Almudena. Sin embargo, este evento no era el comienzo de la historia de la catedral, sino una etapa más de un proceso que se gestó a lo largo de varios siglos.
Aquella mañana de abril de 1883, nadie podía imaginar los diversos obstáculos que dificultarían su construcción a lo largo de los años, como la falta de financiación y los cambios políticos. Habría de transcurrir más de un siglo desde aquella primera piedra para que la Catedral de la Almudena se hiciera realidad, convirtiéndose en un símbolo de la ciudad y de la historia de España, un testimonio de perseverancia y fe que perdura hasta nuestros días.
Los primeros intentos de construir una catedral
Con la instauración de la corte en Madrid como capital de la monarquía hispánica, la Villa comenzó a ganar una creciente relevancia tanto en el ámbito político como administrativo. Este proceso de consolidación de Madrid como centro del poder llevó a la ciudad a plantearse la posibilidad de independizarse del arzobispado de Toledo, la Dives Toletana, como era conocido. Dicho arzobispado desempeñaba un papel clave en la estructura eclesiástica y política del reino de Castilla, siendo la sede de la primacía eclesiástica de España y el centro religioso más importante del país. Su arzobispo no solo ostentaba una considerable influencia dentro de la Iglesia, sino que también ejercía un poder decisivo en la política y la sociedad del reino.
Respondiendo a esta necesidad, en 1576 el Concejo de la Villa presentó un memorial al rey Felipe II solicitando la creación de una catedral o iglesia colegial en Madrid: «Este año, la Villa de Madrid presentó un memorial al Rey, suplicándole que se erigiera en ella una iglesia catedral o colegial. Tras ser remitido a la Cámara donde Su Majestad lo recibió, se le consultó si sería conveniente erigirla como colegial, tomando para ello la renta del arzobispado de Toledo, hasta diez mil ducados. El rey [que estaba por entonces más enfocado en la construcción de El Escorial] respondió que se acordara y se considerara más detenidamente el asunto»[1].
La cuestión no avanzó y unos años más tarde el Concejo de la Villa volvió a insistir sobre ello, dirigiéndose de nuevo al rey, por entonces Felipe III: «La Villa de Madrid dice que al servicio de vuestra Majestad y el bien universal de la Villa y su Tierra, importa y tiene gran necesidad de que se haga en ella una Iglesia de Catedral y cabeza de obispado» [2]. En esta ocasión, se lograron avances significativos: el monarca consiguió una bula del Papa Clemente VIII respaldando oficialmente la iniciativa y se comprometió a aportar para su construcción 150.000 ducados y otros 500.000 de su mujer, la reina Margarita. Sin embargo, las aspiraciones de los madrileños encontraron una fortísima oposición por parte del arzobispo primado, el cardenal Bernardo Sandoval y Rojas, sobrino del todopoderoso duque de Lerma. El cardenal se mostró en contra de la idea, ya que la creación de una catedral en Madrid significaría privar a su arzobispado de la capital de la monarquía hispánica, lo que afectaría tanto a su influencia eclesiástica y poder como a los beneficios económicos derivados de la villa. Esta oposición fue determinante y llevó al abandono de este segundo intento.
Isabel de Borbón y la Virgen de la Almudena
En 1623, durante el reinado de Felipe IV, volvió a cobrar fuerza la idea de construir una catedral en Madrid, motivada por un acto devocional de la reina Isabel de Borbón. Embarazada y profundamente devota de la Virgen de la Almudena, la reina le hizo el ofrecimiento en dotar y fundar una capilla en la antigua iglesia de Santa María, la más antigua de Madrid, donde se encontraba la imagen de la Almudena.

El conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV, y el propio rey, reconocieron la oportunidad que se presentaba, considerando que era el momento adecuado para convertir en realidad el anhelado deseo de Madrid de contar con una iglesia principal que reflejara el estatus de la ciudad como capital del Imperio. El Concejo, como no podía ser de otra manera, se unió al proyecto, argumentando que «La Villa de Madrid dice que el servicio de vuestra Majestad y el bien universal de la Villa y su Tierra, importa y tiene gran necesidad que se haga en ella una Iglesia y Catedral y Cabeza de Obispado» [3].
El entusiasmo por la idea fue notable y Felipe IV emitió una cédula real por la que se establecían los medios para «erigir, fundar y fabricar en esta villa una Iglesia Catedral de la advocación de Nuestra Señora de la Almudena». El Concejo, por su parte, se comprometió a aportar una significativa suma de 200.000 ducados y a ceder como solar las casas que habían pertenecido a D. Pedro González de Mendoza, situadas junto a la parroquia de Santa María. Con el objetivo de gestionar las obras de la futura catedral, se creó una Junta que incluía al corregidor de Madrid, representantes de la reina, regidores de la villa, y comisarios especialmente designados para supervisar el proyecto. A cargo de la ejecución del diseño fueron nombrados Juan Gómez de Mora, maestro mayor del rey, y su aparejador, Pedro Lizargárate.
La ceremonia de la colocación de la primera piedra tuvo lugar el 15 de noviembre de 1623, un acto solemne en el que participaron diversas autoridades, tanto civiles como religiosas, destacándose la presencia del rey Felipe IV y otros miembros del gobierno local, y del tenemos la descripción de cómo se desarrolló:
«El día de San Eugenio, primer arzobispo de Toledo, fue el día de la celebridad de la colocación de la primera piedra en la iglesia parroquial, o mejor dicho, colegial de Santa María de la Almudena. Se acondicionó el lugar con madera y tapicería, y en el altar, en el espacio que habría de ser el mayor, se colocó una cortina y otras prevenciones, similar a las de la Capilla del Palacio. Desde allí salió la procesión, acompañada de cruces, pendones, cofradías, gigantes, danzas e invenciones, al igual que en el día del Corpus. Participaron el clero, los confesores, los predicadores, los capellanes y la música del Rey. La ceremonia fue presidida por el Ilustrísimo Nuncio, quien, para demostrar su deseo de servir a Sus Majestades, consideró incluso el acto de echar piedras como un gesto de sabiduría. La Reina, la Infanta, el Cardenal Infante y la nobleza del Palacio asistieron desde las ventanas, mientras que el Rey y el Infante Carlos, con grandes aderezos, salieron a la procesión. También estuvieron presentes catorce grandes, embajadores, el Patriarca, el Arzobispo de Santiago, otros prelados y señores de la Corte. En el lugar donde se colocó la piedra, se depositaron medallas con el rostro del Pontífice, de los Reyes y de las personas reales, así como monedas de diferentes tipos y la bula con las inscripciones relativas a la erección del templo. El evento terminó o comenzó con una gran cantidad de luminarias y fuegos, lo cual fue especialmente supervisado por Don Juan de Castro y Castilla, Corregidor de la Corte, quien fue digno de mayores honores por su diligencia.» [4]
El proyecto sufrió un importante revés en 1625, apenas iniciado, cuando se vio obligado a paralizarse. La principal razón de este estancamiento fue la falta de recursos suficientes para afrontar, por un lado, las reformas y la modernización del Alcázar madrileño, y por otro, la construcción de la catedral. Las arcas de la Corona no podían cubrir ambos gastos simultáneamente, lo que llevó a suspender las obras de la catedral, primero de forma temporal y, finalmente, de manera indefinida. Madrid debería seguir esperando su catedral.
La Revolución de 1868
Con Carlos III se volvió a contemplar la idea de retomar el proyecto de construir una catedral en Madrid, impulsada por el deseo de dotar a la ciudad de una iglesia principal que estuviera a la altura de su importancia como capital. Incluso el arquitecto Sacchetti fue encargado de realizar algunos planos, pero la iniciativa no pasó de la fase preliminar y no llegó a concretarse en la práctica.

Pasaron los años, una guerra y estando el país sumido en otra las Cortes Constituyentes de 1837 decidieron rescatar la propuesta de crear de una sede diocesana en Madrid y recogerla en el Concordato de 1851 firmado entre España y la Santa Sede. Sin embargo, diversos factores políticos, como los cambios de gobierno y las tensiones sociales, impidieron realizarla. Incluso pareció desvanecerse aún más cuando en 1868 el Ayuntamiento de Madrid decidió demoler la iglesia de Santa María de la Almudena con el objetivo de ampliar la calle Mayor hasta la cuesta de la Vega para conectar con la calle de Bailén. El derribo comenzó el 27 de octubre de 1868 y concluyó el 4 de mayo del año siguiente. La imagen de la Virgen de la Almudena fue trasladada al Monasterio del Santísimo Sacramento. Este monasterio, que había sido fundado en 1615 por Cristóbal Gómez de Sandoval y Rojas,también sufriría la misma suerte que la iglesia de Santa María, ya que fue derribado en la década de 1970 para dar paso a un bloque de apartamentos.
María de las Mercedes
Mientras la que había sido la iglesia más antigua de Madrid era víctima de la piqueta, la Congregación de Esclavos de la Virgen de la Almudena, fundada en 1640, solicitó al arzobispo de Toledo el permiso para edificar una nueva iglesia en honor a la Virgen de la Almudena, en un intento de preservar tanto el culto a la imagen como la devoción popular que esta advocación había suscitado durante siglos entre los madrileños. Gracias al apoyo de la reina María de las Mercedes, ferviente devota de la Virgen de la Almudena, se consiguió la cesión por parte de Patrimonio de un terreno junto a palacio, entre la Plaza de la Armería y la Cuesta de la Vega.

No llegaría a contemplar la nueva iglesia la reina, ya que falleció repentinamente el 26 de junio de 1878. Al no haber tenido hijos, no podía ser enterrada en el Panteón de Reyes del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Ante esta situación, Alfonso XII dispuso que su descanso eterno tuviera lugar en la nueva iglesia de la Almudena, destinando una donación de 125.000 reales para tal fin. A finales de julio de 1878, el marqués de Cubas fue comisionado para diseñar la iglesia de Santa María la Real de la Almudena. Las obras de desmonte comenzaron el 14 de julio de 1881, y, como se mencionó anteriormente, el 4 de abril de 1883, Alfonso XII, acompañado por su segunda esposa, la reina María Cristina, presidió la ceremonia de bendición de la primera piedra del templo.
La diocésis Madrid-Alcalá
El 29 de mayo de 1885 nació la diócesis de Madrid-Alcalá, erigida como sufragánea de la archidiócesis de Toledo. La bula papal que formalizaba esta creación, titulada Romani Pontifices Praedecessores, establecía, entre otras disposiciones, que «cuando con el favor de Dios se complete la edificación del templo de Santa María de la Almudena, se constituirá en él perpetuamente la Silla episcopal como iglesia catedral de la diócesis». Mientras tanto, hasta la finalización de la catedral de la Almudena, se designó la Colegiata de San Isidro como catedral provisional de Madrid.

La elección de la iglesia de Santa María de la Almudena como futura catedral implicó una modificación significativa en su diseño original. El nuevo proyecto, encargado nuevamente al arquitecto Francisco de Cubas, fue mucho más ambicioso y de mayor escala, combinando elementos del románico, el gótico y el renacimiento.

Sin embargo, al igual que ocurrió en tiempos de Felipe IV, las obras se vieron detenidas por diversos obstáculos, entre ellos la falta de financiación y el escaso apoyo de los gobiernos de la época. Como resultado, la construcción de la catedral se paralizó, y la cripta, inaugurada en 1911, se convirtió en el único espacio de culto disponible durante esos años.

Nace un nuevo proyecto
Tras la Guerra Civil la construcción de la Catedral de la Almudena se encontraba en un estado muy incompleto. En 1944, el marqués de Lozoya, Director General de Bellas Artes, convocó un concurso público para elegir un nuevo proyecto, menos costoso, que permitiera la reactivación de las obras. El concurso fue ganado por los arquitectos Fernando Chueca Goitia y Carlos Sidro, cuyo diseño consistía en una catedral considerablemente más pequeña que la original, con un tamaño que reducía la estructura planificada a solo una tercera parte de lo que se había concebido inicialmente, lo que permitiría completar el templo catedralicio en un tiempo más corto y con menos costos.
Las obras se reanudaron en 1950, finalizándose el claustro en 1955 y la fachada principal en 1960 aunque aún faltaban elementos decorativos. Sin embargo, la falta de fondos volvió a paralizar las obras en 1969. Se estimó que se necesitaban 1.000 millones de pesetas para concluir la construcción de la catedral.

A pesar de estos contratiempos financieros, el 25 de marzo de 1964, el Papa Pablo VI elevó la diócesis de Madrid-Alcalá al rango de Arzobispal. Este nombramiento significó su separación del arzobispado de Toledo y estableció su dependencia directa de la Santa Sede.
Ángel Suquía y Felipe González
Con el objetivo de recaudar los fondos necesarios para concluir la catedral, en 1978 se fundó el Patronato para la Terminación, Conservación y Exaltación de la Catedral de Santa María de la Almudena, cuya sede se estableció en la Casa de la Panadería, en la Plaza Mayor. Sin embargo, sería el nuevo obispo de Madrid-Alcalá, Ángel Suquía, nombrado el 12 de abril de 1983, quien logró movilizar los recursos necesarios y obtener el apoyo institucional y empresarial, lo que permitió la finalización de las obras.
El obispo se dirigió al presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, y al alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, solicitando fondos. Leguina le respondió: «Yo pondré el mismo dinero que ponga el alcalde». «Lo dije con un poco de mala fe», narraría años más tarde entre risas el histórico socialista, recordando que «Una vez paseando por delante del Palacio Real, Tierno me había dicho: “Pero esta historia de la época de Alfonso XII de que querían hacer aquí la catedral, juntar el trono y el altar… ¡Que se queden las ruinas como están, que no están mal!”. Así que pensé: “Este no va a dar un duro”. Pero no, me equivoqué de medio a medio» [5]. Sin embargo, Suquía logró convencer al alcalde cambiando astutamente su enfoque. Le mostró un dibujo de Chueca que representaba las vistas panorámicas del conjunto palacio-catedral, y le dijo. «Vamos a dejarnos de hablar de la catedral. Esta es la cornisa panorámica de Madrid» [6]. Esta estrategia resultó efectiva y consiguió el apoyo necesario.

Sin embargo, los fondos proporcionados por la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento seguían siendo insuficientes para concluir las obras, lo que llevó al obispo a recurrir al presidente del Gobierno, Felipe González. Este, comprometido de manera decidida con el proyecto, convocó una cena en la Moncloa con los principales responsables de la banca y grandes empresas del país. Durante este encuentro, González solicitó a sus invitados que contribuyeran con una cantidad específica para asegurar la culminación de la catedral. Todos los asistentes se comprometieron a cumplir con la aportación de manera estricta y efectiva. Años más tarde, el arzobispo Rouco Varela reconoció públicamente que «si alguien colaboró para que se terminara la catedral de la Almudena, fue Felipe González» [7]. Esta iniciativa fue crucial para asegurar los recursos necesarios y lograr que la obra fuera finalmente completada.
Otra fuente fundamental de ingresos para completar la construcción de la Catedral de la Almudena fue la Fundación de La Almudena, creada en noviembre de 1984. Esta organización estaba integrada por diversas entidades, como el Arzobispado de Madrid, el Ayuntamiento de Madrid, la Comunidad Autónoma, la Caja de Ahorros, la Cámara de Comercio y la Asociación de la Prensa. El patronato de la Fundación se encargó de donar 35 millones de pesetas para las obras. Además, se organizó una exitosa campaña de cuestación popular que logró recaudar cerca de 100 millones de pesetas, lo que reflejó el fuerte apoyo y la solidaridad de los ciudadanos en este ambicioso proyecto. A lo largo de este proceso, destacadas personalidades de distintos campos, como la política, el arte, el teatro, el pensamiento y el deporte, se unieron a la causa, brindando no solo apoyo económico, sino también visibilidad mediática.
La consagración de la Catedral: 15 de junio de 1993
Gracias a las numerosas aportaciones de empresas, instituciones y particulares se consiguieron recaudar los fondos necesarios para completar la construcción de la catedral. Las obras se reanudaron el 14 de octubre de 1984, y tras casi una década de intensos trabajos, se dieron por finalizadas en 1993.
En un acto cargado de emoción para los madrileños, el 10 de junio de 1993 la imagen de su patrona, Santa María de la Almudena, abandonaba la la colegiata de San Isidro, donde había estado desde 1954, para ser trasladada a su nuevo hogar: la catedral que lleva su nombre. Cinco días después, el 15 de junio de 1993, en una plaza abarrotada por miles de personas que querían ser testigos de aquel momento histórico, el Papa Juan Pablo II consagró oficialmente la Catedral de la Almudena, la primera catedral consagrada por un Papa.

Aunque su estilo arquitectónico, que combina elementos neoclásicos, góticos y modernos, no convence a todo el mundo y ha generado debates sobre su adecuación al entorno y su coherencia estética, la Catedral de la Almudena se ha convertido en uno de los principales símbolos arquitectónicos de Madrid. Representa el esfuerzo colectivo y la perseverancia que hicieron posible materializar uno de los proyectos más ambiciosos en la historia del patrimonio religioso de la ciudad. Es el resultado de la dedicación de varias generaciones y del esfuerzo y determinación de todos aquellos que trabajaron para hacer realidad que Madrid tuviera finalmente una catedral propia.
Notas
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León Pinelo, Anales de Madrid (desde el año 447 al de 1658).
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Archivo de la Villa de Madrid, ASA 2-362-54, citado en Virginia Tovar Martín, «Aspectos prácticos y teóricos de un proyecto de catedral de Madrid», en La Almudena y Madrid, Fundación Villa y Corte, Madrid, 1993.
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Archivo de la Villa de Madrid, ASA 2-401-7, citado en Virginia Tovar Martín, «Aspectos prácticos y teóricos de un proyecto de catedral de Madrid», en La Almudena y Madrid, Fundación Villa y Corte, Madrid, 1993.
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Cartas de Andrés de Almansa y Mendoza: Novedades de Esta Corte y Avisos Recibidos de Otras Partes, 1621-1626, citado en Ricardo Sepúlveda, «Santa María de la Almudena».
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Ricardo Benjumea, «Y Madrid tuvo por fin su catedral», Alfa y Omega, 28 de junio de 2018.
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Ricardo Benjumea, «Y Madrid tuvo por fin su catedral», Alfa y Omega, 28 de junio de 2018.
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José Beltrán, «Suquía y Felipe González, el tándem que dio el empujón definitivo a La Almudena», Vida nueva digital, 21 de junio de 2018.
Fotografía de cabecera
Vista de la catedral desde el ángulo noreste. De Fernando – Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=114109784
Bibliografía
Además de las fuentes indicadas en las notas, para la redacción de este artículo se ha consultado:
- Página web de la Archidiócesis de Madrid.
- Página web Catholic.net.
- García Hidalgo Villena, Cipriano. Madrid sin catedral. Breve historia de un desencuentro. Investigart.
- San Dámaso, ¿un papa madrileño? - 23 abril, 2025
- Mariana de Jesús, la santa de los pobres - 11 abril, 2025
- Historia de la catedral de la Almudena - 3 abril, 2025