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Las “cartas húngaras” de Sorolla

Introducción

Cada investigación científica viene precedida de un largo proceso de documentación. Después, a lo largo de la misma, surgen hilos más bien poco perceptibles a simple vista; no obstante, en cuanto tiramos de ellos, rebrotan a la superficie vidas humanas, creaciones artísticas o acontecimientos históricos, que recobran vida, dan nuevo enfoque a hechos ya conocidos o bien otorgan relevancia a datos que hasta ese momento no la tenían. La labor de los historiadores es imprescindible, pues en cada generación tenemos que redescubrir lo que, con el paso del tiempo, había caído en el olvido.

La cantidad de fuentes es cada vez más amplia y, por eso, es tan importante investigar una gran diversidad de ellas, como las cartas aquí presentadas que alberga en el Museo Sorolla, que el historiador Jorge Martín ha tenido a bien rescatar. Con ellas, su contribución al fortalecimiento de los lazos entre naciones, en este caso entre España y Hungría, es incuestionable y deseo de corazón que sirva para animar a otros a ampliar los conocimientos sobre nuestro pasado común.

Desde la redacción del Boletín Húngaro de la Madrileña Asociación de Amigos de la Cultura Húngara (Madach) estamos realmente agradecidos por cada hecho revelado, cada vínculo descubierto y cada vida humana rescatada, con la que húngaros y españoles podemos conocernos mejor.

Kata Sara Gyuricza

Redactora del Boletín Húngaro

Las cartas

Las amplias y variadas relaciones personales, artísticas y comerciales de Joaquín Sorolla propiciaron que recibiera cartas desde las más diversas ciudades europeas y de personajes oriundos de distintos países del Viejo Continente. Tras llevar a cabo un acercamiento a las “cartas polacas» [1] y a las “cartas rusas” [2] presentamos, en esta ocasión, sus “cartas húngaras”.

La primera carta relacionada con Hungría, de la que el autor de este artículo tenga constancia, es la remitida por el escritor francés Gabriel Mourey (1865 – 1943) remitida el 19 de diciembre de 1900 (nº inventario CS3698) en la que este indica al pintor valenciano que debería haber recibido la invitación que le envío para participar en la Exposición Internacional del Salón Nacional de Budapest, participación que no nos consta que se produjera finalmente.

Hasta 1904, no aparece Hungría mencionada de nuevo en la correspondencia de Sorolla y, este año, lo hace a propósito de la carta que le envía el 1 de agosto (CS0761) Aureliano de Beruete en la que anuncia que visitará Budapest. Relacionada con esta, tenemos otra fechada el 20 de agosto (CS0762) en la que indica que, encontrándose precisamente en la capital de Hungría, recibe la noticia de que su hermana, la condesa consorte de Muguiro, se encontraba grave [3].

Esta última carta fue remitida tras el fallecimiento de la misma (Mª de los Ángeles de Beruete y Moret fallece el 4 de agosto) lo que explica que esté escrita sobre papel de luto: no en vano, Aureliano de Beruete agradece a Sorolla sus palabras de pésame; no obstante, en la misma misiva “le cuenta detalles de su viaje, donde verá por las fotografías que lleva lo bueno que hay en Viena y en Budapest”.

A pesar de que el recuerdo de su visita a la capital húngara quedó empañado por tan luctuosas circunstancias, Beruete regresará a la ciudad del Danubio en 1911, a tenor de las palabras que escribe de su puño y letra en la carta que remite al valenciano, desde Madrid, el 14 de abril de ese año (CS0822). En la misma, le cuenta que el duque de San Pedro de Galatino le había propuesto formar parte de un jurado internacional – que habría de incluir al propio Sorolla -, pero que había rechazado tal oferta por tener proyectado viajar ese mismo verano por varias ciudades europeas camino a Constantinopla, ciudades como Munich, Viena o Budapest. Efectivamente, el 8 de julio de 1911 (CS0824) Beruete envía una nueva carta desde Viena en la que indica que ha visitado la Alte Pinakothek de la capital bávara donde tuvo la oportunidad de examinar los fondos de la colección del húngaro Marcel Nemes [4].

La relación de Sorolla con Hungría tiene en 1906 una fecha realmente decisiva, pues será en julio de aquel año cuando la revista Magyarorszag publica el artículo “Sorolla” con motivo de la exposición monográfica del pintor celebrada en la Galería Georges Petit de París. El Museo Sorolla cuenta con una carta, fechada en 1906 y remitida por el Dr. Sypuss (¿Szypusz o Sipos?), en cuyo membrete puede leerse «Magyarorszag szerkesztösége» (Editor de Hungría), de manera que deducimos que podría ser el director de dicha revista. En esa carta (CS5669), enviada desde la República checa [5] el editor magiar informa a Sorolla de que no le ha sido posible traducir el artículo – publicado en húngaro – .

El artículo en cuestión fue escrito por el también pintor Ferencz Sziksay, cuyo nombre aparece mencionado en cartas enviadas por un famoso galerista muniqués o que remitirá él mismo a Sorolla: así, el 26 de julio de 1906 (CS2619), D. Heinemann, responsable de la galería de arte homónima en la capital bávara, insiste en conocer la decisión del pintor respecto a la propuesta de organizar una exposición en su galería y le sugiere que se dirija a Szikszay para obtener referencias sobre su actividad y prestigio.

Del día siguiente (CS5671) es otra carta, enviada esta vez por el propio Ferencz Sziksay desde el Tirol austriaco en la que el húngaro, efectivamente, le recomienda las galerías muniquesas y en la que desea que haya recibido el artículo. Añade que se encuentra con Jean de Hoch, “al que califica como el Ruskin de Hungría” y el cual se propone organizar una exposición en Budapest con las obras del valenciano.

Pocos días antes, el 21 de julio (CS5670), Sziksay le había anunciado que el propio gobierno magiar quería invitarle a Hungría; por su parte, el Dr. Sypuss indicaba en su carta que había solicitado al ministro de Bellas Artes que fuera a ver su exposición a París, de modo que nos encontramos con que las más altas instancias magiares mostraron un vivo interés por la obra de Sorolla.

El 5 de septiembre de 1906, Sziksay (CS5672) escribe una última carta [6] en la que solicita al valenciano una reproducción de su cuadro «Sol de la tarde” a la par que le anima a colaborar los Heinemann, dado que, Munich podría ser la puerta de acceso al resto de Alemania. A pesar de las numerosas cartas que recibió Sorolla animándole a enviar obras a la ciudad alemana, esta exposición nunca llegó a celebrarse.

Tampoco habría de tener suerte Bela Lazar, director del Museo Ernst de Budapest (hoy Centro de Fotografía Contemporánea Robert Capa), el cual le envía, al menos, tres cartas a lo largo de 1913 (CS3089, CS3088 y CS3087) en las que expone los éxitos comerciales de su galería y el que, entre sus paredes, han colgado obras de autores como Delacroix, Monet, Toulouse-Lautrec, Cézanne o Zuloaga entre otros muchos.

En la primera carta (CS3089) el húngaro incita a Sorolla a enviar obras dado que “como Sorolla no ha participado en exposiciones en el Museo de Bellas Artes de Budapest, espera que el estado realice alguna compra […]», dato este que revela que, efectivamente, Sorolla habría declinado anteriores invitaciones oficiales.

Relacionada con esta propuesta, tenemos la carta enviada desde Budapest por Cesar María Herrer (1868 – 1919) y remitida el 11 de noviembre de 1913 (CS2685) en la que el asturiano, tras haber mantenido un encuentro con Bela Laza, llega a enviarle un plano de la capital húngara, pues el director de la galería no ceja en su empeño de contar con Sorolla para la exposición que proyecta organizar y en la que, finalmente, el valenciano no participaría. Añadir que el mencionado pintor asturiano fallecería, precisamente, en Budapest no mucho después.

No será Magyarorszag, la única revista húngara que se interesará en la obra de Sorolla: en junio de 1914, el que fuera Director General del Consejo Superior de la Antigüedad y las Bellas Artes en Italia, Arduino Colosanti, envió una carta a Sorolla (CS1424) desde Roma, indicándole que la revista A. Muveszet le había encargado la redacción de varios artículos sobre la XI Bienal Internacional de Venecia – inaugurada en abril de ese mismo año – y, puesto que Sorolla participaba con catorce obras, le pedía varias fotografías para ilustrar sus artículos.

Por su parte, en junio de 1916, otro aquincense [7], Rudolf Lothar (Budapest, 1865 – 1943), envía una carta a Sorolla desde Zurich (CS3203) solicitando imágenes para ilustrar su libro sobre Sevilla; no obstante, el libro que contiene imágenes de sus cuadros se titula Die Seele Spaniens (El alma española) y no se las proporcionó el pintor valenciano. Como curiosidad, añadir que Rudolf Lothar escribió el libreto de Tiefland, ópera compuesta por Eugen d’Albert basada en la obra del español Ángel Guimerá, “Tierra baja” y convertida en película en varias ocasiones, destacando la dirigida por Béla Balogh en 1920 y por Leni Riefenstahl en 1940 y 1954.

No podemos terminar esta relación sin mencionar una curiosa carta mecanografiada (CS3093) remitida por Federico Leal, secretario de la Asociación española pro-Hungría, asociación presidida por el rey Alfonso XIII y cuyos fines eran conseguir fondos, mediante tómbolas y exposiciones, para los pobres húngaros. En este caso, Federico Leal invita a Sorolla a formar parte del Comité de honor de la asociación cuya sede se encontraba en la calle Monte Esquinza, 6.

Por su parte, también queda constancia de la presencia en España de artistas húngaros como Segismundo Nagy y los Bereny en el Museo Sorolla:

Del primero, tenemos una carta, fechada en abril de 1920 y enviada desde Madrid, en la que el húngaro invita a Sorolla y a su familia a visitar la exposición de su obra que habría de celebrarse en mayo en el “foyer” del Teatro Real, donde ya habría expuesto en junio de 1918. A su llegada a España en 1915 – huyendo de un París que, con el estallido de la Primera Guerra Mundial le consideraba un enemigo – el Hotel Palace acogió la exposición de algunos de sus cuadros [8].

El embajador de Austria-Hungría en el Teatro Real, donde se celebró la exposición de cuadros de Segismundo de Nagy (ABC, 7 de junio de 1918).

En relación a los Bereny [9], el 13 de diciembre de 1914, El Imparcial informaba de que “el pintor Bereny, que salió de Francia por causa de la guerra, bien puede decir que ha entrado en España con buen pie”. Y es que, esa misma cabecera señalaba, un par de semanas después que la misma reina Victoria Eugenia pudo admirar en el Palacio Real hasta doce lienzos suyos en los que retrataba a aristócratas, embajadores o a personajes como la bailarina Tórtola Valencia, que fuera también retratada por Zuloaga.

En junio de 1915 participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes que se celebró en El Retiro con retratos “muy sueltos de estilo y muy sobrios de color ambos”, en la que coincidiría con otro pintor húngaro exiliado en España, Segismundo de Nagy, de quien hablaremos en otra ocasión.

El 5 de agosto de 1915 La Época anunciaba que Rodolfo Bereny embarcaba hacia Buenos Aires, si bien, se aseguraba que volvería a establecerse en España para el siguiente invierno; no sabemos si regresó a España en alguna ocasión, pero sí sabemos que se establece en Argentina en 1915, donde fallecerá en 1946. Antes de su partida, dejó retratos de la reina María Cristina y de su hijo Alfonso XIII.

Tras la marcha de Rodolfo, será su mujer Elisabeth la protagonice las noticias relacionadas con esta familia: celebrada pianista, había obtenido el primer premio en el Conservatorio de Francfort y fue discípula del “célebre profesor Kerast” [10]. La primera noticia publicada sobre su actividad artística en Madrid nos la ofrece El Imparcial del 9 de mayo de 1916 al anunciar la celebración de un concierto organizado por ella en el Instituto Internacional, situado en la calle de Miguel Ángel, 2, en el que participarían, también, “los Sres. Jiménez (violín), Zehuder (piano) y Haslinde (compositor)”, interpretando obras de Beethoven, Chopin y Ruibinstein. A lo largo de 1916 y 1917 ofrecerá varios conciertos en los que siempre será aplaudida y elogiada.

En 1919 surge en el panorama artístico madrileño la figura de Emmanuelle-Didier Bereny, hijo de Rodolfo y Elisabeth. El Museo Sorolla guarda una carta remitida por Rosa Bauer (CS0498) en la que esta le pide al pintor valenciano que reciba al hijo de Rodolfo, pues se quedó solo con su madre y su hermana y necesitaba protección artística. La carta está fechada en 1914, pero, teniendo en cuenta que embarcó hacia Argentina en el verano de 1915, es probable que debamos retrasar la datación de dicha carta incluso al otoño de 1915, cuando debió quedar claro que el padre se establecería en el país hispanoamericano.

Efectivamente, ya en El Heraldo de Madrid, de 15 de noviembre de 1919, se afirmaba que “Manuel Bereny […] ha tenido de maestro a Sorolla”; no obstante, si en sus inicios la prensa le auguraba grandes éxitos [11], El Heraldo advertía que “es un rebelde, un independiente que corre el peligro de meterse de cabeza en el sindicalismo de los futuristas, y esto sería lamentable en quien ya descubre no solamente una personalidad, sino tan excelentes condiciones de pintor realista”.

En noviembre de 1919 se inauguró una exposición del pintor en el Ateneo de Madrid donde llegó a exponer hasta 30 cuadros, entre los que se encontraban “Puerta de Sol (Toledo)” o “La fuente de Narciso (Aranjuez)”, interiores como el núm. 6, de luz natural, y el núm. 11, con luz eléctrica, y “dentro del impresionismo” por él acometido, los estudios titulados, “Efectos de Sol” y “Paisaje de Otoño» (Retiro)” núm . 22 y 23.

J. Blanco Coris, el crítico de El Heraldo de Madrid, afirma en su extenso artículo que “En los retratos que expone el joven artista Bereny encontramos algo que calificaríamos de miedo. No se concibe que, tan bien ve los accesorios de una habitación y entona un conjunto de extensas superficies, se acobarde ante una cabeza humana no dándole el vigor con que resuelve sus bodegones y paisajes”.

Por su parte, La Esfera de 17 de enero de 1920, decía que “su simpático desenfado de paleta le salva de peligros inherentes a las impaciencias juveniles. Sus paisajes, un poco agrios, un poco inverosimilmente dotados de la misma luz e igual ambiente todos, son menos interesantes que los interiores.

Esto último parece iniciar ya la futura personalidad del joven Bereny. Son interiores de domicilios particulares o de residencias regias ya casi con prestigio nuneal, como el palacio de Aranjuez. Se piensa vagamente en ciertos cuadros de Martí Garcés, el pintor catalán. Es el mismo concepto de dotar de alma a las cosas, a pesar de la obsesión de inventariarlas plásticamente. Y a veces un soplo de inquietud, de misteriosa melancolía, pasa por estas notitas, donde el Sr. Bereny ensaya su temperamento”.

En octubre de 1921 encontramos a Bereny en el Salón de Otoño organizado por la Asociación de Pintores y Escultores donde expondría paisajes y marinas, si bien La Hora, de 16 de octubre de 1921, nos habla de un “tristísimo viejo blanco”, quizás el “Baturro viejo” que aparece reproducido.

El 3 de noviembre de 1922, Nuevo Mundo se hace eco de su participación en una nueva edición del Salón de Otoño y publica un extenso artículo sobre su trayectoria y su estilo. A pesar del inmenso valor de este ensayo de José Francés, aparece un dato desconcertante y, en principio, erróneo, pues afirma que el padre murió al poco de llegar a España; con todo, el artículo nos ofrece una informaciones, valoraciones y análisis notables para conocer la obra de un pintor que, hoy por hoy, no resulta nada fácil localizar:

En una de las salas recónditas del Salón Otoño […] encontramos la suave, la emocionada sonrisa de un cuadro ingenuo. Es el Interior, de Manuel Berény. […] ¿Cuándo ha sido creado este Interior? Su ingenua factura, la elección de tema, parecen de la primera época del artista. Porque este joven húngaro, apenas salido de la adolescencia, ya puede separar su producción en períodos distintos. Ayer, los interiores, los paisajes. Hoy, los Retratos, donde se afianza en las huellas paternas […] Poco á poco el joven pintor se siente más seguro de sí mismo, adquiere derecho al acento personal. Dentro de su espíritu, la ejemplaridad paterna empieza a dar sus frutos. Entonces marcha a Alemania; se reintegra á la virtualidad emocional de sus años infantiles; busca la asimilación de las sugestiones estéticas que formaron el temperamento de su padre. Y surge el retratista. Un retratista sobrio, conciso, de certera agudeza que construye con la familiar seguridad, pero que se orienta hacia las modernas libertades de las tendencias nuevas. Así, los retratos de Manuel Bereny hacen pensar en aquellas macizas, sólidas obras de Rodolfo Berény; pero son bien coetáneos de su época. Todos los que vemos ahora—-dibujos, óleos—están hechos en Alemania. El propio pintor se ha retratado con su chambergo y sus barbas nacientes—que aún no son como aquellas que el padre se acaricia en un autorretrato famoso—con un aire muy muniqués o muy berlinés. Y á pesar de esa filiación, indiscutiblemente germánica, de los dibujos, de los cuadros que reproducen princesas, políticos, artistas alemanes, creemos descubrir una veta española, una remembranza luminosa de nuestro Museo del Prado. Este dualismo da a las obras actuales de Manuel Bereny atractivo peculiar; las cimenta, además, para el porvenir, que le deseamos halagüeño y próspero”.

Añade, además, que “A la manera de ciertos intimistas— se piensa en el catalán Martí Garcés, tan sensible -, interroga el alma de las cosas inmóviles, se esfuerza en expresar la otra alma ausente de los seres que han ido rodeando tales cosas inmóviles”.

De entre todas las aportaciones de este magnífico artículo, destacaríamos el viaje a Alemania, puesto que La Libertad del 14 de febrero de 1923 nos informa de que Bereny había regresado de una “larga e interesantísima excursión por los países centrales de Europa” durante la cual, quizás,habría pintado varios paisajes como Montañas suizas o El río Isar” [12] .

En abril de 1923 el Ateneo organiza una nueva muestra de Bereny en la que se reúnen 43 obras entre pinturas y dibujos y entre las que destacaríamos un estudio del jardín de la casa de Sorolla. A la exposición acudirían notables personalidades como S.A.R. Isabel de Borbón acompañada de la esposa del embajador de Inglaterra, Isabella Howard, retratada por el pintor.

En febrero de 1928, el Museo de Arte Moderno, predecesor del Museo Reina Sofía, organizó en la que fuera su primitiva sede, el Palacio de la Biblioteca y Museos (hoy Biblioteca Nacional de España y Museo Arqueológico Nacional), la última de las grandes exposiciones monográficas de Emmanuel D. Bereny, que llegó a reunir alrededor de 80 obras del artista:

Presenta ochenta y cuatro obras, la mayoría paisajes, algunos retratos y cuatro o cinco estudios de flores. Una especie de fortísimo carácter incidental pareca distinguir a cada una de las obras de este artista, como si en cada una de ellas se quisiese proclamar libérrimo dentro de sí mismo” [13].

Se mencionan obras como “El negro intelectual”, “Noche lluviosa en el puerto” o “El teniente Garzón” (Revista de las Españas, nº 19, marzo de 1928), al que El Imparcial, sin embargo, llama Gascón. Este mismo diario menciona, además, “Tricentenario” al que considera del “puntillismo del mejor efecto decorativo” y “Ensimismamiento”, “de enorme fuerza descriptiva”. En el caso de este último, se trataría de un óleo sobre lienzo, de 114 x 110 cm., firmado en 1924 que, en la actualidad, se encontraría en depósito de la Dirección General de la Policía, adscrito al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, con el número de inventario P4062. Y es que, en virtud a la Orden, publicada el 27 de mayo de 1931, en la Gaceta de Madrid, nº 147, se aceptaba la donación realizada por Emmanuel Bereny de su obra titulada Ensimismamiento con destino al Museo Nacional de Arte Moderno:

«Ilmo. Sr.: Vista la comunicación que a este Minsterio eleva la Junta de Patronato del Museo Nacional de Arte Moderno, proponiendo sea aceptado por el Estado el cuadro al óleo debido al pincel de Emmanuel Bereny, titulado “Ensimismamiento”, donado por el autor con destino a dicho Museo, y de conformidad con la referida propuesta, este Ministerio ha resuelto aceptar la donación expresada con destino al Museo Nacional de Arte Moderno y disponer se den las gracias a D. Emmanuel Benery (sic) por su proceder generoso y altruista que redunda en pro de la cultura artística española.

Lo que comunico a V. I. para su conocimiento y demás efectos; Madrid, 2 de Mayo de 1931.

MARCELINO DOMINGO Señor Director general de Bellas Artes«.

No sería esta la única donación que realizaría Emmanuel, puesto que en julio de 1930 había donado “Iglesia de San Miguel (Burdeos)” para la verbena goyesca organizada en El Retiro por el Círculo de Bellas Artes y otro paisaje en febrero de 1931 para el baile de máscaras de la Asociación de Prensa, a lo que hay que añadir la aportación que hizo el pintor en julio de 1928 a la suscripción pública abierta por la Sociedad española de Amigos del Arte para regalar la gran cruz de la Orden de la Beneficencia a S.A.R. Isabel Francisca, suscripción en la que su apellido aparece junto al de su madre, identificada como pianista. No podemos dejar de mencionar que ésta participaría en un concierto benéfico en febrero de 1923 celebrado a favor de los niños pobres de Alemania, bajo patronazgo de la princesa de Salm-Salm, al que asistieron, entre otras, la embajadora de Alemania, baronesa Langwerth von Simmern [14] .

En marzo de 1930, se inaugura una nueva exposición en Círculo de Bellas Artes cuyo éxito propició que se prorrogara hasta el final del mes. El 29 de ese mes, La Esfera publicaba un extenso artículo de E. Estévez-Ortega en el que este afirmaba:

“El discípulo de Sorolla ya no tiene aquel ímpetu luminoso que aprendió del maestro, conserva, eso sí, algunas de las buenas cualidades coloristas del glorioso valenciano”.

Quizá por haber asistido el embajador de Checoslovaquia a la inauguración de la exposición – tal y como recoge el pie de la foto publicada el 19 de marzo por El Imparcial -, la prensa de la época [15] le considera checoslovaco, del mismo modo que, en los años veinte, algún diario le dio la nacionalidad alemana.

Una de las últimas referencias a la familia Bereny que aparece en la prensa española será la que recoja la revista Cultura integral y femenina, editada por la Asociación femenina de Educación Cívica [16], en la que se informa de que, de las clases de música y declamación impartidas por la misma, se encargaban, entre otras, Dña. Elisabeth Bereny.

Por su parte, en el Museo Sorolla, además de la carta enviada por Rosa Bauer, encontramos una tarjeta de visita y otra de pésame enviada por Madame Rodolphe Bereny a Clotilde (CS5776), con motivo del fallecimiento de su esposo, Joaquín Sorolla, datada en 1923.

Tres años antes, el 30 de julio de 1920, Emmanuel-Didier Berény enviaba una carta a Sorolla (CS0710), en ese momento en San Sebastián, en la que se lamentaba de no haber podido despedirse de él antes de irse y le deseaba una completa recuperación.

Quizá lo más interesante de todo es que le indica que “últimamente ha trabajado bastante, sobre todo en La Alameda, la finca de la Sra. de Bauer” donde habría pintado paisajes e interiores, tres de los cuales le habría comprado la Sra. Bauer que le permitía volver a trabajar allí en otoño. Así, las pinturas de Bereny se convierten en un testimonio gráfico de gran importancia para conocer mejor lo que fuera la Alameda de Osuna mientras estuvo en manos de la familia Bauer, de modo que la obra de este húngaro tan ligado a la capital de España, se convierte en una fuente vital para los estudiosos de la Historia y el patrimonio de Madrid.

A modo de epílogo

Al ver nuestro mundo acelerado, donde la herramienta principal de mantener el contacto y almacenar información parece el smartphone, a pocos se le ocurre cuánta falta hace investigar a la antigua usanza, y que es menester recurrir a viejas prácticas para salvar tesoros de la pérdida entre las tinieblas del pasado. Jorge Martín Quintana es uno de esos guerreros que arrojan luz a esa red de telarañas que enlazan países, naciones y personas. Como hemos podido bien comprobar una de estas arañas es el arte, en concreto el arte de la época de principios del siglo XX. Es fascinante leer las líneas escritas por el señor Martín porque vemos cómo en aquellos tiempos todo el continente europeo estuvo conectado por las artes, sean plásticas, literarias o de otra forma, respirando el aire de la uniformidad y la diversidad local. Hace poco durante la Semana Centroeuropea en la Universidad Complutense de Madrid un puñado de intelectuales lanzó la idea de descubrir la red secreta de las conexiones internacionales de la época de las vanguardias. Imaginemos que levantamos una raíz de un árbol que levanta otra raíz de otro árbol en el mismo bosque y así nos damos cuenta de que todos estamos conectados de una forma mágica. Es lo que empezó a descubrir Jorge Martín que manifiesta en este escrito e incita a otros investigadores para que hagan lo mismo porque los caminos se bifurcan, se trifurcan, se cuatrifurcan… y el entusiasmo se multiplica. ¿Cuándo? si no ahora es la hora de dar cara a toda esa gente que en un pasado no tan lejano se conocía por los grandes círculos intelectuales o artísticos. Nuestros antepasados comenzaron a formar la identidad europea, la ideología de un continente conectado por la diversidad del arte que les unía. Deberíamos conocernos más y conocer nuestro pasado común que no entendía de fronteras sino de unidad, una idea que pretende fomentar la Unión Europea en la que vivimos. El Lectorado Húngaro de la UCM intenta aportar su granito de arena para sembrar la curiosidad en los alumnos, pero se necesita gente motivada y entusiasmada para seguir el trabajo de estrechar nuestras relacionales internacionales que son mucho más vivas de lo que pensamos.

Gergő Tóth

Lector de húngaro de la Universidad Complutense de Madrid

NOTAS

[1] MARTÍN QUINTANA, Jorge «Las cartas polacas» de Joaquín Sorolla, en La Gatera de la Villa, Nº. 36, 2019, págs. 57-65.

[2] MARTÍN QUINTANA, Jorge «Las cartas rusas» de Joaquín Sorolla, en La Gatera de la Villa, Nº. 35, 2019, págs. 61-64.,

[3] Más información sobre la condesa de Muguiro en María de los Ángeles de Beruete y Moret  y en María de los Ángeles Beruete y Moret, condesa viuda de Muguiro.

[4] MARTÍN QUINTANA, Jorge Marcel Nemes y el arte español.

[5] ¿Quizás, en realidad, desde alguna ciudad eslovaca, donde la minoría húngara tenía una importante presencia y que desarrolló una dinámica actividad cultural?

[6] Quizás uno de los valores añadidos de esta carta sea que fue remitida desde Orsay menos de dos años antes del fallecimiento del húngaro en esta localidad francesa.

[7] El gentilicio asociado a Budapest es aquincense, por Aquincum, la ciudad fundada en el año 89 d.C. por los romanos.

[8] GARCÍA GARCÍA, Isabel Orígenes. De las vanguardias artísticas en Madrid (1909-1922). Memoria para optar al grado de doctor (2002) UCM ISBN: 978-84-669-1061-3

[9] Una síntesis de este artículo apareció publicado en el nº3 (15 de septiembre de 2019, año 2) de Magyar hírlevél / Boletín Húngaro editado por la Asociación Madach.

[10] La Época, 16 de junio de 1922.

[11] La Época, 20 noviembre de 1919.

[12] Gran Vida, 1 de marzo de 1923.

[13] El Sol, 17 de febrero de 1928.

[14] El Sol, 5 de febrero de 1923.

[15] El Heraldo de Madrid, de 28 de marzo.

[16] La idea de esta Asociación tuvo origen en un llamamiento que desde la cátedra del Ateneo hizo en el mes de agosto de 1931 doña María Martínez Sierra, según indica la propia publicación. Esta no es otra que María de la O Lejárraga García (San Millán de la Cogolla, La Rioja, 1874 – Buenos Aires, 1974), conocida literata y activista feminista.

Jorge Martín Quintana
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