Generalmente, y como peatones, descendemos esta histórica cuesta madrileña a paso vivo para desembocar hacia el Parque de Atenas, el antiguo campo de la Tela, y no prestamos excesiva atención a los muros que la estructuran; si circulamos por la misma en automóvil, tanto para descender hacia la calle de Segovia o dirigirnos hacia el Paseo de la Virgen del Puerto, la concentración que nos demanda sus exigentes rampas, impedirá con mayor motivo que nos apercibamos del estado de esos enormes paredones.
Y el muy visible toque de atención para cualquier paseante distraído lo constituye una gran lona que cubre parcialmente el muro de contención norte de la rampa intermedia de la cuesta, como podemos apreciar en la primera foto. Este aldabonazo seguramente nos abrirá los ojos para apreciar en su justa medida esta interesantísima obra de ingeniera y urbanismo de mediados del siglo XIX. Su concepción nos resulta pintoresca y un tanto mareante para quien circula por la misma en vehículo motorizado – no obstante, popularmente se le ha denominado como cuesta de las siete revueltas- y extenuante para quien la remonta en bicicleta.
Antes de su configuración actual, la cuesta resultaba casi «inescalable», y según afirmaba Ángel Fernández de los Ríos, en su obra publicada en 1876, «GUÍA DE MADRID. Manual del madrileño y del forastero», se trataba de una «subida completamente marroquí». Ahí es nada.
El proyecto de reforma se encargó al Arquitecto Mayor de Obras del Ayuntamiento, D. Juan José Sánchez Pescador, efectuándose los trabajos de cimentación, levantamiento de muros de contención, barandillas, ajardinamiento de las dos plazas que engloban las rampas (que originalmente iban destinadas a sendas manzanas de viviendas), escalinatas de acceso a las mismas, y fuentes, entre los años 1848 y 1850; año este último en que finalizaron los trabajos a pesar de sufrir varios retrasos por lo exiguo de los presupuestos que le fueron dedicados.
Alertados, como dijimos más arriba, por la enorme lona y red que resguarda a los peatones y conductores de posibles desprendimientos que se han producido en el muro de contención septentrional de la segunda rampa, comenzamos a prestar más atención al estado de conservación de los hermosos muros elaborados en aparejo toledano; y el resultado no puede ser más desolador, como podemos apreciar en las siguientes imágenes que acompañan a la presente disertación.
Así, podemos apreciar desprendimiento de ladrillos y «lagunas» en las que faltan completamente, como podemos apreciar en la segunda y tercera imagenes. El proceso de arenización y desprendimiento de los ladrillos es notable, sobre todo en las partes interiores de los muros, llegándose a perder verdugadas casi completas, como vemos en la cuarta foto.
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El aspecto general de la fachada del muro de contención septentrional de la rampa superior que vemos en la quinta foto parece mostrar tan solo sectores de mampostería que han perdido buena parte de la argamasa que cohesiona los mampuestos entre sí. No obstante, si avanzamos unos pocos pasos, vemos que los daños que sufre esta fachada es mayor de lo que aparenta; la sexta foto muestra dos bajantes de fibrocemento, nada contemporáneas con la época de construcción de las rampas de la cuesta de la Vega, absolutamente destrozadas que han abierto una gran cicatriz en el hermoso paredón. Y ya que nos fijamos, no podemos dejar de apreciar la existencia de grandes grietas en varias de las fachadas de los muros de contención, de las que a fecha de la presente desconocemos si tienen carácter desestabilizador de su estructura y pudieran desembocar en un próximo derrumbe. La foto séptima muestra una de las más notables situada en la fachada del muro de contención meridional de la rampa intermedia. Los técnicos municipales, ante el alarmante aspecto de las grietas que parecen crecer y ensancharse han colocado recientemente fisurómetros graduados para su control y evaluación como los que vemos en las foto octava y novena.
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La tapia que limita la rampa inferior por su parte meridional muestra un lamentable aspecto, con gran pérdida de ladrillos en su fachada norte, lo que amenaza su capacidad sustentadora, como podemos ver en la décima fotografía. Patología que resulta mucho más evidente al contemplar el extremo occidental de esta tapia escalonada rematada de albardilla de granito, que, en su estado de inestable equilibrio actual puede provocar un «susto» en cualquier momento, como mínimo, según podemos ver en la foto undécima. Llegamos al final del descenso de la cuesta, para contemplar la fachada del muro de contención meridional de la rampa inferior que parece mostrar otra gran grieta estructural, también controlada mediante fisurómetros como vemos en las fotos duodécima y decimo tercera. Tanto esta fachada, como la fachada meridional, íntegramente compuesta de mampostería concertada están destinadas a uso deportivos, funcionando como «rocódromo» para la práctica de los aficionados a la escalada. Esta última fachada descrita, la edificada íntegramente con mampuestos, muestra también una notable grieta o fisura, como vemos en la foto catorce, que también se controlan con los aludidos testigos graduados.
Ascendemos por el jardín de la calle de Segovia, siguiendo el curso de la fachada meridional de los muros de contención, y seguimos observando indicios preocupantes como este sector que aparece profundamente descarnado al haber perdido notable número de mampuestos, según vemos en la foto quince. Y llegamos a la ya descrita tapia escalonada, que en su fachada exterior muestra esta inusitada amalgama de aparejos constructivos: mampuestos, sillarejos, adoquines y ladrillo, sin orden ni concierto, como vemos en la decimosexta foto, no sabemos si debido a chapuceras reparaciones antiguas.
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Al culminar nuestro ascenso descubrimos en la fachada meridional de la rampa superior, una enorme grieta que, al parecer, ha escapado al control de los técnicos especializados, y que podemos ver en la descimoséptima imagen. Tienen un aspecto francamente preocupante. En las siguientes dos imágenes apreciamos lo que parecen ser dos restos de basamento de alguna variedad de antiguo hormigón del que desconocemos su origen y época. Finalizamos esta somera inspección al estado de conservación y mantenimiento de la cuesta de la Vega, obra notable urbanística e ingenieril del reinado de Isabel II, con esta visión que nos permite apreciar el enorme desnivel topográfico existente entre el final de la calle Mayor y las inmediaciones de la vega del río Manzanares y que las rampas y pretiles y muros de contención edificados hace 170 años permitían a los madrileños de antaño, como permiten a los de hogaño, salvarlo con cierta comodidad.
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Esperemos que el Ayuntamiento ponga pronto en marcha los medios precisos para que la cuesta de la Vega y todos los elementos de los que se compone vuelvan a lucir consolidados y bien restaurados.
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