Por motivos nacionalistas ha interesado siempre potenciar como heroica la figura de los numantinos en España, de Viriato en Portugal, de Boadicea en las Islas Británicas o de otros históricos resistentes a las tropas de los césares en otros lugares, pero lo queramos o no, seguimos siendo en gran parte hijos de los Escipiones y de Cicerón.
La consolidación del Imperio Romano en Hispania se halla dentro del contexto de expansión de Roma por el mundo mediterráneo, en continua pugna con el otro imperio rival, el de los cartagineses o púnicos. Las guerras púnicas involucraron a menudo a los pueblos autóctonos de nuestra península, que se alineaban con uno u otro imperio de la misma manera que en la «guerra fría» del siglo XX unas naciones se arrimaban al poder de los Estados Unidos y otras al de la URSS según les conviniera.
Los romanos fueron la civilización de la Antigüedad que creó el concepto de «obra pública». Las piedras ya no servían solamente para construir las casas de los particulares, o los templos de los dioses, o monumentos destinados a satisfacer la megalomanía de los generales, sino que por todos los rincones del Imperio surgían acueductos para llevar agua a las ciudades, calzadas (antecedentes de las actuales carreteras) para facilitar el tránsito de personas y mercancías, almacenes de grano… Las raíces de lo que entendemos por «Europa» son sin duda romanas: Portugal, España, Italia, Francia, parte de Bélgica, parte de Suiza y Rumanía hablan hoy idiomas derivados del latín, que es además el idioma con el que se da nombre oficial científico a todas las especies de animales. Romanos son los nombres de los meses de nuestro calendario. Romanas son las leyes en las que se inspira el derecho de la mayor parte de naciones. Romanos son los nombres de los planetas del sistema solar, que recuerdan los de los antiguos dioses de su religión…
La sociedad romana no era perfecta, en ella existían instituciones que hoy serían despreciables, como la trata de esclavos. Pero los que tenían la suerte de ser ciudadanos libres del Imperio disfrutaban de un corpus de derechos y libertades inimaginables en casi todos los demás pueblos del mundo antiguo. No era la romana una sociedad de contraste brutal entre rey y súbditos, sino que había un Senado, y un verdadero escalafón de cargos políticos que aseguraba unas garantías y un juego de poderes y contrapoderes para que nadie, ni siquiera el Emperador, pudiera hacerse con el cien por cien de la tarta.
La presencia de los romanos es más que evidente en el territorio de la actual provincia de Madrid, y algunos de los municipios que rodean a la ciudad de Madrid o que han sido anexionados a ella con el tiempo. Ya más difícil es poder establecer si llegaron a habitar en algún momento en el espacio luego ocupado por dicha ciudad, y la respuesta, si la hay, probablemente se halle sepultada a varios metros de profundidad bajo las construcciones de las demás civilizaciones que han ido llegando. Sí conocemos con bastante precisión la red de calzadas, o caminos pavimentados, que pasaban por aquí, y que se pueden resumir en:
-Calzada que venía de Emérita Augusta (la actual Mérida), pasaba por Toletum (Toledo) y se encaminaba al valle del Henares para alcanzar Complutum (cerca de la actual Alcalá) y Caesar Augusta (Zaragoza)
-Calzada que venía del sur y atravesaba la Cordillera Central en el Puerto de la Fuenfría para dirigirse a Segovia, Coca y Nivaria, en el valle del Duero. Esta calzada cruzaba con la anterior en un lugar llamado Titulcia, que se cree cercano al actual pueblo de Titulcia o de Bayona de Tajuña. De ella se encontró en 1976 el denominado monumento de Ciempozuelos, y hay evidencias de su paso por varios puntos del sur de la provincia, mientras que en la zona montañosa se conservan trozos prácticamente intactos junto a Cercedilla.
En algún lugar cercano a Madrid existió algo llamado Miacum a lo largo del camino de la Titulcia romana al puerto de la Fuenfría. Se cree que más que un pueblo pudo ser una especie de posada vinculada a la calzada como los moteles o áreas de servicio lo son a las carreteras modernas, y algunos autores lo señalan como origen del nombre del arroyo de Meaques, que nace cerca de la linde de Madrid, Alcorcón y Pozuelo de Alarcón y desemboca en el Manzanares tras haber atravesado por el sur los bosques de la Casa de Campo. No muy lejos de allí, en Carabanchel, se encontró un importante mosaico romano que hoy conserva el Museo de los Orígenes, por lo que no parece descabellada la presencia de algún tipo de poblamiento romano en el cuadrante suroeste del actual Término Municipal de la capital de España.
Otros lugares como Villaverde o Parla han sido también puntos de hallazgo de restos de la época romana.
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