El juramento de los presos
Escribe el historiador Juan Pérez de Guzmán y Gallo en su monumental monografía sobre el Dos de Mayo de 1808 [1], obra de referencia publicada en 1908, como “En la cárcel de Casa y Corte, los presos, conmovidos con los ecos del tumulto, quisieron salir á vengar á España.
Uno de ellos, D. Francisco Javier Cayón, improvisó una instancia, diciendo que «habiendo advertido el desorden que se notaba en el pueblo y que por los balcones se arrojaban armas y municiones para la defensa de la Patria y del Rey, suplicaba, bajo juramento de volver á la prisión con sus compañeros, se les pusiera en libertad para ir á exponer su vida contra los extranjeros».
Armados de agujas, barras de hierro y palos, y habiéndoles franqueado la salida el portero D. Félix Ángel, se precipitaron á la plaza Mayor, acometieron al destacamento francés que allí había y les quitaron el cañón colocado frente al arco de la calle de Toledo. Cargóles un Escuadrón ligero y lo resistieron, haciéndoles tres disparos con la metralla que habían tomado con la pieza. Faltos de municiones con que sostener la batalla, inutilizaron la mortífera arma y se desparramaron por las calles. Hablan volteado siete soldados franceses, mientras que de ellos sólo resultó herido Domingo Palén. Eran 94 recluidos, de los que 38 voluntariamente no quisieron salir. De los restantes, en la mañana del día 3 se presentaron 51; uno, Francisco Pico Fernández, murió en la pelea; otro quedó herido en el Hospital General, y uno solo se declaró prófugo.“
Estos datos -que Pérez de Guzmán indica haber tomado del ARCHIVO GENERAL CENTRAL.—Libros de Gobierno de la Sala de Alcaldes, 1808, t. II, folio 640- han ido pasado de un autor a otro entre quienes bien como ensayo o bien de manera novelada han tratado los hechos acaecidos en Madrid durante aquellos días de 1808, repitiendo una y otra vez en sus páginas la historia de aquellos presos, haciéndose eco de su insuperable ejemplo de heroísmo y compromiso con la palabra empeñada y adornando en ocasiones cada autor el relato con invenciones de cosecha propia.
Sin embargo, la narración ofrecida por Pérez de Guzmán de este episodio no concuerda ni con el desarrollo de los acontecimientos ni con las cifras ofrecidas que arroja el Expediente relativo a la fuga de los presos de la Cárcel de Corte el día 2 de mayo de 1808, una carpeta que recoge entre sus folios la documentación oficial manejada por las autoridades de entonces en relación a este acontecimiento.
A lo largo del presente artículo iremos desgranando toda esta información en pequeños episodios, de manera que el lector pueda comprobar por sí mismo cómo la realidad de este suceso es bien distinta a la ofrecida en el texto de Pérez de Guzmán [2].
La mañana del dos de mayo en la Real Cárcel de la Corte
Los primeros folios del legajo describen la huida de los presos narrada por dos testigos de primera mano y desde perspectivas muy diferentes, ya que uno de ellos es el propio alcaide de la cárcel mientras que el otro no es sino uno de los reclusos allí preso. La narración comienza comienza con las palabras del alcaide.
«El Alcalde de la Cárcel Real de esta Corte da parte a V. S. que siendo las 12 poco más o menos de la mañana de este día, estando con el Excmo. oficial de la sala Manuel Vázquez advertimos el escándalo que se estaba haciendo en la misma Cárcel los presos de ella, los que los que manifestaban querían salir a defenderse y no morir dentro asesinados, y habiendo comunicado esta ocurrencia a V.S. se constituyó en la misma Carcel, y en ella acompañado del Sr. Alcalde D. Manuel Pérez de Rozas les manifesté que se sosegaran que todo se tranquilizaría, pero no hicieron caso alguno aquellos antes bien prosiguieron en quitarse los grillos para efectuar la fuga con cuyo motivo mando V.S. que se pidiere auxilio a la tropa y habiéndome constituido con el referido Excmo. a la guardia de Santa Cruz y pedidosele a su oficial nos manifestó no podría darle pues no tener orden para dejar salir la tropa y sin embargo de haberle hecho presente al fin que era y que íbamos a Vd. de orden de V.S. nos volvió a contestar lo mismo; y habiendo encontrado una partida de caballería española junto la fuente de Santa Cruz y pedídole igual auxilio se desentendieron y marcharon corriendo por la calle de Boteros[3]. El referido Excmo. con asistencia de varios ministros siguió a buscar auxilio y yo me retiré a la cárcel para contener los presos pero cuando llegue ya habían violentado tres puertas y prendido fuego a la cuarta y la escalera que viéndola arder intentando evitar se incendiara el resto de la cárcel entramos con agua para apagarlo sin que pudiéramos contener la fuga por haberse arrojado a nosotros y de aquellos que la ejecutaron constan en la adjunta lista que presento a V.S. y participo para su inteligencia.
Madrid y mayo 2 de 1808
Aquilino Sandoval»
Conforme a estas listas no serían 94 los presos recluidos, de los que 38 permanecieron voluntariamente encerrados, sino 94 los fugados y 38 los que no quisieron salir.
Sigamos ahora con el testimonio del presidiario Francisco Cayón, que cuenta cómo: «En el acto mismo de haber advertido hoy gente corriendo hacia todas partes por la calle de la Concepción: oído tiros de artillería y fusilería: voces de viva el rey, y mueran los Franceses: visto dar estocadas a un caballo que lo era de estos : oído los gritos de los presos, quebrantar puertas de la cárcel, y que habían pegado fuego a otra : que los vecinos arrojaban al populacho municiones de fuego para que se defendieren de los franceses, indicios todos, tanto para los que se hallaban en libertad, como presos, que el Sermo. Sr. Infante D. Antonio y demás individuos del gobierno se hallaban en el mayor apuro: en esta confusión tuve por conveniente y por justo , dirigir a V.S. el correspondiente oficio ofreciéndome, con mis compañeros, salir de la prisión para defensa del Estado, bajo la protesta de volvernos a ella, luego que cumpliéremos con nuestro deber, y se tranquilizase el tumulto punto; cuyo oficio puse en manos del Sr. Decano de la Sala, que tuvo a bien pasar a recibirlo: advertimos en la calle a los más de los presos del patio armados con agujas, de grillos y palos, y que el Portero de esta Casa nombrado D. Félix Ángel nos abrió y franqueó las puertas de los cuarteles, indicio que, con los antecedentes que vienen referidos, no nos quedó duda de que era necesaria nuestra salida, y precisa la defensa del gobierno : mientras me detuve a recoger las llaves y cerrar las puertas de los cuarteles, para que no se extraviasen de ellos mis papeles, ya se habían salido a la calle varios de ellos; y no lo ejecutaron D. Vicente de Las Heras, el Portero de la Sala Rafael Marrón, y el que suscribe porque lo impidieron el fuego de fusilería que de continuación varios soldados franceses se habían apoderado de las calles : con este motivo traté de instruirme y reconocer las puertas que habían forzado, y quemado los presos para marcharse; traté de sosegar, y consolar a las infelices presas, que llenas de terror y espanto no hallaban consuelo en su tristísima aflicción ; instruyéndolas al mismo tiempo que era imposible su salida por el fuego que continuaban haciendo los franceses : seguidamente para poder reiterar a V.S. mismo mi oferta y poderle instruir del hecho que informé a este Alcaide; por o saber las casas de V.S. y para que jamás se pudiese decir que me ausentaba, sin justo motivo de la prisión, insté a este Alcaide para que me acompañase; pero no habiéndolo tenido por oportuno, a motivo de no abandonar la cárcel, acordamos lo hiciese el Portero D. Eustaquio San Miguel y D. Vicente de Las Heras; quienes en mi compañía pasaron a las casas de V.S. donde, por no haberle hallado en ellas, dejamos sentado los nombres de todos como V.S. ha visto: al regresarnos se unió a nuestra compañía D. Rufino Linares, y a la entrada en la cárcel, tuve por conveniente instruir del objeto de mi salida, e ida a las Casas de V.S. al Sr. D. Benito Arias Prada, quien ordenó que se pusiese en la partida la nota correspondiente y expresiva de todo; pero informado después que solo han referido en ella la palabra, por presentados, que es decir, que es la misma que deben poner a los que se fugaron de la prisión, y después ha vuelto a ella, que es constante, que no consintió salir del arresto, sin que le acompañase algún subalterno de Justicia, lo pone en noticia de V.S. para los efectos convenientes, y que puede instruirse de cuanto ha ocurrido para haber pasado a las Casas de S.Sª. y salido de la prisión en que se hallaba, a la cual si S.Sª. lo tuviese por conveniente, hara que se presente algunos que por su ignorancia o temor no se determinen ejecutarlo, siempre que me acompañe algún subalterno que sea de la confianza de V.D.
Real Cárcel de la Corte, Mayo 2 de 1808
Francisco Xavier Cayón de Bustamante.»
Y atención a este dato, porque en el escrito del que habla Cayón, recogido también en el expediente, Cayón sólo habla en nombre suyo y de los seis compañeros que le acompañan, no por la totalidad de los presos:
De ambos relatos se colige por tanto que no hubo una salida pactada sino una huida violenta y desordenada de los presos, realizada tras forzar tres de las puertas de la Cárcel y prender fuego una cuarta.
Fugitivos en búsqueda y captura
El día 3 de mayo, a las once de la mañana, se presentó en la Real Cárcel de Corte ante el Portero de Golpe [4] Eustaquio San Miguel, el preso Toribio García. Toribio estaba destinado al servicio de cocinas de la cárcel y la mañana del día dos se había negado a abandonar la prisión por temor a que su hasta entonces historial de buena conducta, que le podría granjear una setencia favorable de su causa, pudiera estropearse, pero finalmente ante la agresividad y amenazas de sus compañeros de reclusión, abandonó también la cárcel. Con la intención de seguir contrayendo méritos, y quizás, por qué no, también por venganza ante la violencia de que fue objeto por otros presos, Toribio García se ofreció a perseguir a sus compañeros huidos. Las autoridades aceptaron su ofrecimiento con la condición de que habría de estar permanente acompañado en su misión por el Portero Eustaquio San Miguel y de que regresara por la noche a dormir a la cárcel.
«Toribio García preso en la Real Cárcel de Corte y salido por fuerza a impulsos de la violencia de los demás presos en la mañana del día dos, a V.A. con la debida veneración expone : que hayándose destinado por casi tres años al servicio de la cocina de los presos : y resistiendo salir por no hacer su causa de mala condición, después de que por la conducta se había grangeado la estimación de sus jefes, se vio por fin precisado a salirse por la violencia que hicieron los presos tirándole dos golpes con una aguja de esparto. Desde aquel instante deseoso de contribuir por su parte al sosiego público de que tanto se necesitaba en la ocasión se dirigió con venia del Sr. Gobernador en compañía del Portero de Golpe Eustaquio San Miguel a perseguir a los malhechores escapados para restituirles a las prisiones logrando con efecto haber presentaron nueve de ellos, y no habiéndolo podido hacer de otros por haberlos encontrado armados. Con este motivo y deseoso cada vez más de contraer méritos que le hagan acreedor a la completa absolución de la causa =
A V.A. suplica se sirva permitirle que en compañía del mismo Portero y otros Ministros de Justicia se emplee libremente en la persecución de los reos a quienes conoce dispuesto siempre a observar las órdenes del Tribunal en cuanto hubiere a bien dispensárselas, esperando que este importante servicio unido al buen concepto que disfrutaba por su conducta le alcancen a la equidad a V.A. la absolución de su indicada causa. Así lo espera de la justificación de la sala.
Madrid y mayo 7 de 1808
P.A.L.P. de V.A.
Por el Suppte.
Juan Diego Ximénez»
Merced a sus buenos servicios Juan García, Juan Ribas, José Hernández, José Santa María, Juan Gato y Juan Rodríguez regresaron de nuevo a la prisión.
Por tierras de Madrid y Toledo
Sabemos que al menos parte de los presos pusieron tierra por medio, buscando en la distancia burlar a la Justicia y sus captores. Esta huida de la Villa y Corte tuvo que tener lugar el propio día 2 o el 3 de mayo, ya que una partida de fugados es localizada el 4 de mayo por los alrededores de Casarrubios del Monte, localidad por entonces perteneciente a la provincia de Madrid.
Los alcaldes de la zona habían sido alertados la noche anterior de los graves acontecimientos ocurridos en la capital, alertando de la fuga de la Real Cárcel de un número considerable de presos. La noticia alarmó a los alcaldes, que inmediatamente se dispusieron a organizar partidas que garantizaran la seguridad de sus vecinos y pudieran colaborar además en la búsqueda de los huidos. Como comentábamos, el día 4 se localizó en Casarrubios a José María Calvo y a su compañero Patagorda (sic), logrando no obstante escapar ambos de las garras de sus perseguidores. Al día siguiente se tuvo mayor fortuna pues se consiguió capturar en las inmediaciones a Jacinto Lema y a José Antonio Garcíay se sospechaba que otros presos, como Faustino Sánchez Blanco alias Cacharro, y a Luis González alias el Mudo, rondaban la zona como algunos vecinos afirmaban.
En la vecina Valmojado se presentaron el día 4 dos forasteros que dijeron responder a los nombres de Joaquín Boada y Francisco Martínez. El hecho de que ninguno poseyera pasaportes ni documento alguno, así como la mala ropa que vestían motivó la sospecha de que pudieran tratarse de algunos de los fugitivos, lo que notificaron a Madrid los alcaldes ordinarios del pueblo esperando respuesta para actuar.
Y en otra población cercana, Camarena, se tuvo noticia el día 5 de la presencia de un desconocido en un despoblado cercano al pueblo, mas cuando una partida fue a investigar ya había huido de la zona. Se trataba de José María Calbo, a quien se le siguió la pista hacia Torrijos, siendo finalmente arrestado poco antes de llegar a esta localidad toledana, en Barcience.
Situación a 9 de mayo
El expediente finaliza con la lista de los 21 presos que han sido presentados a fecha 7 de mayo, apenas la cuarta parte de los 94 fugados.
Esta cifra mejora algo cuando se le añade los presos capturados fuera de Madrid, algunos de los cuales han sido mencionados en el epígrafe anterior y que con fecha 9 de mayo ascendían a 10 detenidos.
Por tanto, a fecha 9 de mayo, de los 94 presos huidos durante el levantamiento del 2 de mayo sólo se había aprehendido a 31, aproxidamante la tercera parte.
Conclusión
En base a toda esta información expuesta, extraída toda de un expediente disponible en el Archivo Histórico Nacional, se puede afirmar que la historia de aquellos presos de la Real Cárcel de la Corte que salieron a luchar bajo juramento de regresar finalizada la contienda y que, fieles a la palabra dada, todos volvieron al día siguiente -salvo un prófugo, un herido ingresado en el Hospital General y un muerto-, debe ser catalogada como mito.
Bibliografía
«Expediente relativo a la fuga de los presos de la Cárcel de Corte el día 2 de mayo de 1808». Archivo Histórico Nacional, Consejos, L. 1399, Exp. 29.
Todos los textos citados en cursiva y las imágenes, salvo que se indique en el pie de foto otra autoría, pertenecen a este expediente.
Para saber más
«El levantamiento del 2 de Mayo de 1808», escrito por Pablo Jesús Aguilera Concepción y editado por La Gatera de la Villa. Madrid, 2014.
Notas al pie
1 «El dos de mayo de 1808 en Madrid : relación histórica documentada» (1908).
2 No es la primera vez en la Gatera de la Villa advertimos de ello. Lo hicimos en nuestro libro “El levantamiento del 2 de Mayo de 1808“, que vio la luz en 2014 y donde, recurriendo siempre que es posible a documentación oficial, narración de testigos o prensa de la época, se intenta reconstruir los sucesos acaecidos desde pocos días antes de la entrada de las tropas francesas en Madrid hasta pocos días después de la funesta jornada del 3 de Mayo.
4 La RAE define como “portero de golpe» al que en la cárcel cuida de una segunda puerta, que suele tener pestillo de ruido para notar cuándo se mueve.
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