Crónicas del Extrarradio (I) ¿Hasta dónde puede crecer Madrid?

Las sucesivas ampliaciones que ha sufrido el perímetro de la capital de España han sido quebradero de cabeza y fuente de debate desde el siglo XIX. ¿Debe fijarse una frontera a partir de la cual no se deba seguir? ¿Debe crecer la ciudad indefinidamente?

Este tema ya era objeto de discusiones en la época de Isabel II, en la que todavía estaban en pie las murallas más recientes de que disponía Madrid, la llamada “Real Cerca” de la época de Felipe IV, que tenía ya unos propósitos más fiscales que militares, al contrario que otras que hubo en la Edad Media. En la etapa final del reinado isabelino, el Plan Castro, llamado así por su autor Carlos María de Castro, diseñó una expansión de la ciudad desde lo que entonces eran los límites del casco viejo hasta un foso exterior, el “foso del ensanche”, que también estaba pensado con una finalidad de control de accesos para recaudar tributos más que como trinchera para caso de guerra.

El Plan de Ensanche de Madrid del siglo XIX, popularmente "Plan Castro". En línea roja hemos señalado, por un lado, la línea del "Foso del Ensanche", que limitaría el "Ensanche" de la ciudad del "Extrarradio", y por otro lado, los elementos ya construidos que obstaculizarían el trazado reticular de las calles a construir (Cementerios, depósitos de agua, etc...)
El Plan de Ensanche de Madrid del siglo XIX, popularmente «Plan Castro». En línea roja hemos señalado, por un lado, la línea del «Foso del Ensanche», que limitaría el «Ensanche» de la ciudad del «Extrarradio», y por otro lado, los elementos ya construidos que obstaculizarían el trazado reticular de las calles a construir (Cementerios, depósitos de agua, etc…)

 

El “Viejo Madrid” ocupaba 7.775.276 metros cuadrados, y desde ese casco viejo hasta el foso se deberían colonizar 15.164.724 metros cuadrados, con unas calles de trazado rectilíneo, propias de una urbe moderna, que contrastaran con los recovecos del casco viejo. El Plan Castro se redactó en 1860, y se hizo con una visión de futuro tal que hasta más de un siglo más tarde no se terminaron de llenar algunos de los espacios previstos, tanto de calles, como de edificios. Por ejemplo, una de las zonas que más tardaron en completarse fue la comprendida junto a la actual Avenida de la Reina Victoria, con la Dirección de Aduanas y Loterías y la Delegación de Hacienda.

Planificar el crecimiento de una ciudad es una tarea muy complicada, máxime teniendo en cuenta la costumbre de muchos gobernantes de desechar por sistema los diseños de sus precursores. De dotar a Madrid de una "Carretera de Circunvalación" se hablaba ya en el siglo XIX, y en el XX, aparte de las "Rondas" construidas sobre el foso del ensanche, hubo un intento de ronda exterior con carretera convencional (La "Vía de Poblados, solo construida en algunos tramos) y la Autopista M-30, que se ha llegado a terminar, pero con muchas discusiones sobre su trazado por el norte de la urbe. Como muestra de las complicaciones de esta tarea de planificación, tenemos un sector de esa M-30, junto al Barrio del Pilar, donde existen cruces a nivel regulados por semáforos, aunque teóricamente nos encontremos en una autopista. Cuando llegó la M-30 a esa zona, la ciudad había crecido tanto que, más que una circunvalación, hubo que poner una avenida urbana pura y dura. Foto: Juan Pedro Esteve García.
Planificar el crecimiento de una ciudad es una tarea muy complicada, máxime teniendo en cuenta la costumbre de muchos gobernantes de desechar por sistema los diseños de sus precursores. De dotar a Madrid de una «Carretera de Circunvalación» se hablaba ya en el siglo XIX, y en el XX, aparte de las «Rondas» construidas sobre el foso del ensanche, hubo un intento de ronda exterior con carretera convencional (La «Vía de Poblados, solo construida en algunos tramos) y la Autopista M-30, que se ha llegado a terminar, pero con muchas discusiones sobre su trazado por el norte de la urbe. Como muestra de las complicaciones de esta tarea de planificación, tenemos un sector de esa M-30, junto al Barrio del Pilar, donde existen cruces a nivel regulados por semáforos, aunque teóricamente nos encontremos en una autopista. Cuando llegó la M-30 a esa zona, la ciudad había crecido tanto que, más que una circunvalación, hubo que poner una avenida urbana pura y dura.
Foto: Juan Pedro Esteve García.

 

Fuera del foso quedaba el llamado “extrarradio”, de 43.816.482 metros cuadrados, que comprendía hasta el límite del término municipal de la ciudad. Un término mucho más pequeño que el actual, pues, como iremos viendo en sucesivas entregas, no estaban incorporados a la capital muchos pueblos que luego pasaron a ser barrios. En el Plan Cerdá, que por aquellos años también diseñaba la ampliación de la ciudad de Barcelona, si se hablaba de anexar pueblos a la Ciudad Condal, proceso que se hizo en el salto del siglo XIX al XX, pero para el caso de Madrid hubo que esperar a las décadas de 1940 a 1950.

En 1863 se hizo una división de Madrid en 10 distritos, una de las muchas divisiones de distritos que se han ensayado desde entonces. Las ha habido de carácter radial (con distritos en forma de gajos de naranja que pillan cada uno una parte de centro y otra de periferia) y otras que intentan agrupar grandes bloques más o menos poligonales de territorio. La que tenemos en la actualidad es una mezcla de ambas cosas.

En 1864 se promulgó una Ley de Ensanche, y todo estaba listo para la aplicación de las ideas de Castro. Pocos años después, en 1868, una revolución dirigida por varios militares (entre ellos algunos de los que habían sido los mayores aduladores de la reina, y otros que sí iban movidos por ideales) derrocó a Isabel II, en principio con la intención de mantener el régimen monárquico, pero poniendo un rey de otra dinastía.

Esta “Revolución Gloriosa” de 1868 dio origen al sexenio caótico, uno de los periodos más inestables de la historia de España, pero, lejos de lo que suele ocurrir en nuestras tierras cuando hay un cambio de manos del poder, el Plan Castro no fue abandonado sino que sorpresivamente sufrió una aceleración, pues venía muy bien a los nuevos dirigentes y su intención de hacer ver que se había entrado en una etapa distinta para la nación y para su principal ciudad.

(Continuará)

Juan Pedro Esteve García
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