Cada 27 de julio, en un rincón silencioso del centro de Madrid, tiene lugar un fenómeno que ha desconcertado a fieles y curiosos durante siglos: una pequeña ampolla que contiene lo que se considera la sangre de San Pantaleón parece pasar, de forma inexplicable, de un estado sólido (coagulado) a líquido. Este fenómeno ocurre en el Monasterio de la Encarnación y, desde hace generaciones, muchos lo han interpretado como un milagro. Al mismo tiempo, ha despertado el interés de científicos y estudiosos del patrimonio.
¿Quién fue San Pantaleón?
San Pantaleón fue, según la tradición cristiana, un médico y mártir del siglo IV, natural de Nicomedia (actual İzmit, en Turquía). Educado en la medicina por su padre pagano y luego instruido en la fe cristiana por un sacerdote llamado Hermolao, Pantaleón llegó a ser médico de la corte imperial. Se le atribuyen curaciones milagrosas realizadas en nombre de Cristo, lo que provocó la envidia de otros médicos y su posterior persecución. Durante las intensas campañas anticristianas del emperador Diocleciano, fue arrestado, torturado y finalmente ejecutado por no renunciar a su fe.

La Iglesia lo venera como uno de los Catorce Santos Auxiliadores, especialmente invocado por los enfermos y profesionales de la medicina. Con el paso de los siglos, su figura se enriqueció con relatos piadosos y gestos prodigiosos, convirtiéndose en uno de los mártires más populares de Oriente y Occidente. Numerosas reliquias atribuidas a él —principalmente fragmentos óseos y ampollas con su supuesta sangre— se difundieron por Europa. Una de estas ampollas se conserva en el Real Monasterio de la Encarnación de Madrid, donde cada año es objeto de especial veneración.
La reliquia madrileña
La presencia de esta reliquia en la capital está ligada a los orígenes del Real Monasterio de la Encarnación. Entre 1611 y 1616, durante los primeros años del convento, profesó allí como novicia doña Aldonza de Zúñiga, hija del virrey de Nápoles, don Juan de Zúñiga, y de la condesa de Miranda. Como parte de su dote religiosa, aportó una ampolla que, según la tradición, contenía sangre del mártir San Pantaleón.

La versión más extendida sostiene que la reliquia procedía de la catedral de Ravello, en la costa amalfitana, y que fue entregada al virrey por mediación del papa Pablo V. No obstante, no se conservan documentos que acrediten oficialmente esta donación. La ampolla fue depositada en el convento madrileño, donde permanece custodiada desde entonces.
Algunas fuentes conventuales posteriores mencionan a doña Aldonza como priora, y se cree que durante su etapa comenzaron a observarse fenómenos inusuales asociados a la sangre. Sin embargo, no se conservan descripciones detalladas de aquellas primeras manifestaciones, lo que deja un margen de incertidumbre histórica.
Confirmación histórica del fenómeno
El fenómeno de la licuefacción de la sangre de San Pantaleón no es algo reciente ni fruto de la imaginación. Existen testimonios documentados desde hace más de tres siglos. Entre 1724 y 1730, un grupo de trece doctores en Medicina y Teología observó el contenido de la ampolla durante varios años y firmó ante notario que la sustancia se volvía líquida cada 27 de julio, sin intervención humana. Estos documentos muestran que el fenómeno se tomó en serio y fue examinado con rigor, incluso desde una perspectiva científica para la época.
Los testigos describieron cómo el contenido pasaba de un estado seco o sólido a líquido, cambiando de color y volviéndose más transparente. También anotaron que este cambio ocurría de forma repetida, siempre en la festividad del santo. Las observaciones fueron recogidas en actas que todavía se conservan en archivos del entorno del monasterio, aunque no son ampliamente conocidas por el público.

Además, algunas crónicas religiosas y anotaciones litúrgicas hacen referencia al fenómeno, mencionando que la ampolla se expone públicamente y que, en muchas ocasiones, el cambio de estado puede verse a simple vista. Aunque no hay registros escritos de todos los años desde entonces, la continuidad de esta tradición refuerza la idea de que el fenómeno ha persistido con el tiempo.
El hecho de que la reliquia esté custodiada en un monasterio de clausura —y no en un gran santuario turístico— ha ayudado a mantener una actitud de recogimiento y respeto. La ceremonia anual se celebra con sobriedad, sin espectáculo, y sigue atrayendo a personas que buscan comprender este misterio desde la fe, la historia o la ciencia.
El fenómeno de la licuefacción: entre la fe y la ciencia

Cada año, el 27 de julio —festividad de San Pantaleón—, la ampolla que contiene su supuesta sangre se expone al público en el Real Monasterio de la Encarnación. Según numerosos testimonios, la sustancia en su interior, habitualmente coagulada, parece licuarse de forma espontánea, sin una causa visible. Días después, vuelve a su estado sólido habitual. En ciertas ocasiones, por motivos de conservación o decisión eclesiástica, este cambio no se muestra en directo.
Se ha observado que incluso días antes del 27 de julio el contenido comienza a tornarse más rojizo y transparente, y que su volumen puede variar ligeramente, como si “respirara”. Esta transformación culmina con la licuefacción, que en muchas ocasiones coincide con el día de la festividad. Aunque el fenómeno no se produce de manera absolutamente predecible, sí lo ha hecho con frecuencia durante siglos, manteniendo viva la atención de creyentes, curiosos y estudiosos.
Este tipo de manifestaciones no es exclusivo de Madrid. Ampollas similares atribuidas a San Pantaleón se encuentran también en Ravello (Italia) y en otras localidades de Europa. Un fenómeno análogo ocurre en Nápoles con la sangre de San Genaro, que ha sido observada durante siglos y forma parte del patrimonio devocional de la ciudad. Estos casos pertenecen a una tradición cristiana en la que la Iglesia ha ejercido discernimiento prudente frente a fenómenos extraordinarios, evitando pronunciamientos apresurados y promoviendo el respeto tanto por la fe como por la investigación científica.
Desde el punto de vista cristiano, un milagro es una intervención divina que trasciende las leyes naturales. No obstante, la Iglesia aborda estos hechos con rigor y serenidad, reconociendo su posible valor espiritual sin cerrarse al diálogo con la ciencia. En este caso concreto, no se ha emitido un juicio oficial sobre la naturaleza del fenómeno.

En el ámbito científico, algunas hipótesis apuntan a que la sustancia dentro de la ampolla podría tener propiedades tixotrópicas, es decir, que su viscosidad cambia cuando se agita o se somete a variaciones leves de temperatura. Sustancias como ciertos geles o fluidos no newtonianos presentan comportamientos similares. Sin embargo, al tratarse de una reliquia sagrada, no se han realizado análisis directos por respeto a su integridad, por lo que las explicaciones científicas se limitan a observación externa o recreaciones en laboratorio.
Sea cual sea la causa, la licuefacción de la sangre de San Pantaleón continúa desafiando las certezas modernas, y abre un espacio de diálogo entre lo visible y lo invisible, entre lo mensurable y lo misterioso.
Un signo espiritual y un patrimonio vivo
Hoy en día, la iglesia del Real Monasterio de la Encarnación expone la reliquia de San Pantaleón en los días próximos al 27 de julio para su veneración pública. Durante estas jornadas, se celebran misas y momentos de oración en honor al santo, y se invita a los fieles a contemplar no solo el fenómeno físico de la licuefacción, sino también el testimonio de fe de un mártir que, según la tradición, entregó su vida por Cristo.

La licuefacción, más allá de cualquier explicación natural o sobrenatural, se convierte en una ocasión para renovar la esperanza, pedir la intercesión del santo —especialmente por los enfermos y los que sufren— y reconocer la presencia de Dios en lo sencillo y lo extraordinario.
Este gesto, humilde pero cargado de significado, forma parte del patrimonio espiritual y cultural de Madrid. Cada año convoca a devotos, visitantes y curiosos, enlazando la ciudad con una tradición milenaria en la que convergen historia, fe y misterio. La continuidad de esta práctica —celebrada con recogimiento y sin ostentación— contribuye a mantener viva una memoria compartida que trasciende generaciones.
Cuando se produce la licuefacción, muchos creyentes lo reciben como un signo de bendición, una señal de la cercanía de Dios y del poder intercesor del santo. En cambio, cuando no ocurre, algunos lo interpretan como presagio de tiempos difíciles. Según la tradición oral —aunque sin pruebas documentales que lo confirmen—, en años especialmente convulsos, como 1936 al inicio de la Guerra Civil, el fenómeno no se habría producido.
La sangre de San Pantaleón es uno de esos enigmas que atraviesan los siglos sin agotarse. ¿Milagro, ilusión o fenómeno físico aún no comprendido? Sea cual sea la respuesta, su relevancia dentro de la historia y la identidad espiritual de Madrid es incuestionable. Porque el patrimonio no se limita a la piedra, los retablos o los archivos: también lo constituyen las tradiciones vivas, la memoria devota y la emoción compartida, como la reliquia que, cada mes de julio, sigue congregando en silencio a quienes se acercan con fe, curiosidad o deseo de comprender.
Bibliografía y fuentes consultadas
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Real González, Julio. «La licuefacción de la sangre de San Pantaleón en el Monasterio de la Encarnación.» Fotomadrid. Consultado en: https://www.fotomadrid.com/verArticulo/263.
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Archivo Diocesano de Madrid. Página web oficial. Información histórica y documental sobre parroquias, monasterios y reliquias en la diócesis. Consultado en: https://archimadrid.es/archivo-diocesano
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Alfa y Omega. Madrid venera un año más la sangre licuada de San Pantaleón, mártir asiático del siglo IV. Publicado el 26 de julio de 2024. Consultado en: https://alfayomega.es/madrid-venera-un-ano-mas-la-sangre-licuada-de-san-pantaleon-martir-asiatico-del-siglo-iv
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