Generalmente, y como peatones, descendemos esta histórica cuesta madrileña a paso vivo para desembocar hacia el Parque de Atenas, el antiguo campo de la Tela, y no prestamos excesiva atención a los muros que la estructuran; si circulamos por la misma en automóvil, tanto para descender hacia la calle de Segovia o dirigirnos hacia el Paseo de la Virgen del Puerto, la concentración que nos demanda sus exigentes rampas, impedirá con mayor motivo que nos apercibamos del estado de esos enormes paredones.