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Restauración de la Cuesta de la Vega

Hace varios meses denunciábamos desde la presente instancia el pésimo estado de conservación y mantenimiento que mostraban los muros de contención y pretiles que configuran la Cuesta de la Vega.

Hoy retomamos este tema con la gratificante noticia de que el Ayuntamiento, haciendo honor a la palabra dada de proceder a su consolidación y restauración, efectivamente han comenzado los trabajos para este fin.

El somero anuncio adherido a las placas de prohibición de estacionamiento de vehículos motorizados durante el transcurso de las obra, como apreciamos en la primera fotografía, nos confirma este aserto.

Esta interesante obra decimonónica de ingeniería viaria fue obra conjunta de los arquitectos D. Juan José SÁNCHEZ PESCADOR, nombrado Arquitecto Mayor de Madrid en 1840; y del mucho más célebre D. Narciso PASCUAL Y COLOMER (Madrid, 1808-1870); este último es el autor del proyecto definitivo de la plaza de Oriente que actualmente conocemos, salvo modificaciones posteriores efectuadas tras su inauguración.

El Ayuntamiento había encargado en 1847, dentro del proyecto general de ordenación de los alrededores del Palacio Real, que incluían la finalización de la plaza de Oriente, la remodelación de la plaza de la Armería, y la prolongación de la calle de Bailén, la urbanización de la conocida como cuesta de la Vega, “subida completamente marroquí”, en palabras del madrileño D. Ángel Fernández de los Ríos (1821-1880) en su obra “Guía de Madrid, manual del madrileño y del forastero” (1876).

El enorme desnivel de la cornisa del manzanares en relación a su vega fluvial, tan favorecedor para su defensa como plaza fuerte en el alto medievo bajo el dominio andalusí, frente al creciente poder de los reinos cristianos, suponía, por el contrario, un gran inconveniente en etapas más “pacíficas” como la del siglo XIX, época de la segunda revolución industrial, caracterizada por el inicio del desmesurado crecimiento de las principales ciudades que rompían sus corsés defensivos medievales en aras a facilitar su expansión y ventilación interior y extendían sus vías de comunicación interurbanas para favorecer los intercambios comerciales. Si embargo, la arriscada cuesta de la Vega no contribuía precisamente a facilitar las comunicaciones de la Villa con el puente de Segovia y la carretera de Castilla. Ante el encargo municipal los señores Sánchez Pescador y Pascual y Colomer, y con la dificultad añadida de un magro presupuesto destinado para este fin, presentaron a la aprobación del Consistorio, en 1847 el proyecto que luego se llevaría a cabo. Para abaratar costes de terraplenación, operación que supondría enormes movimientos de tierra efectuados por un gran número de operarios, plantearon la construcción de una serie de dobles rampas para el tránsito rodado y peatonal, constituido por muros de contención elaborados en aparejo toledano, es decir combinando cajones de mampostería entre verdugadas de ladrillo, rematados por sencillas barandillas de hierro fundido entre marmolillos de granito. Para financiar en parte estos trabajos se había previsto la edificación de los dos espacios rectangulares resultantes del trazado de las calzadas con sendos edificios de viviendas, proyecto que finalmente no se ejecutó, realizándose finalmente los jardines que, con modificaciones, podemos contemplar hoy. Los trabajos, iniciados en 1848 se dieron por finalizados al año siguiente, 1849, si bien aún se estaban rematando detalles en 1850.

Tras 170 años de existencia, que incluye el avatar nada desdeñable de la hasta ahora última (quiera Dios que así sea) guerra civil de 1936, acontecimiento dramático que expuso la cuesta de la Vega al igual que el Palacio Real, al tiro inmisericorde de la artillería asentada en la Casa de Campo del ejército sublevado contra la República; y, asimismo, el más pacífico pero no por ello menos pernicioso -por constante- tránsito de automóviles, ocasionaron que los muros de la cuesta de la Vega mostraran en los últimos decenios un aspecto deplorable. Ya tuvimos ocasión de detallarlo y denunciarlo en un artículo anterior. Los desprendimientos se sucedían, lo que repercutía no sólo en la seguridad y estabilidad de los muros de contención, sino que suponían un riesgo para la integridad física de los propios viandantes.

A Dios gracias, el Ayuntamiento ha reaccionado a tiempo. Las obras ya están en marcha, y este domingo, festividad de San Nicolás de Bari, y segundo de Adviento, hemos recorrido la totalidad de la cuesta para cerciorarnos y alegrarnos ante la realidad materializada de este hecho.
El acopio de material y casetas de obra se efectúa en un área reservada en la cima de la cuesta de la Vega, como vemos en la segunda foto, aledaña a la muralla andalusí del parque del Emir Mohamed I, y también próxima a la hornacina en la que se venera la imagen pétrea de la soberana de nuestra Villa, Santa María la Real de la Almudena.

El muro de contención de la primera rampa septentrional ya se encuentra andamiado, como vemos en la tercera foto.

La zona que está libre de la lona ya muestra los efectos de los trabajos, como apreciamos en la cuarta imagen, con la extracción de los ladrillos más deteriorados debido al fenómeno de la arenización, para ser sustituidos por otros flamantes que aseguren su permanencia para los próximos –como mínimo- 170 años.

Descendiendo el primer tramo de la cuesta, accedemos al primer terraplén, y contemplamos la totalidad de su muro de contención andamiado y cubierto por lonas, según apreciamos en la quinta foto.

El jardín de este terraplén se encuentra dedicado, desde 1967, al compositor lucano Luigi BOCCHERINI, del que encontramos este busto que contemplamos en la sexta foto, obra de la escultora italiana Rita MARSILI (1897-1972).

En el mismo jardín encontramos dos pequeñas curiosidades, a muy poca distancia la una de la otra: la primera-por cronología- es una tapa de registro de “Canales del Lozoya”, fundida por los talleres “La Moderna” de Puertollano en pleno periodo republicano, año 1934; y la segunda, apenas a dos metros de la primera, se intitula “Canal de Isabel II”, perteneciente a la etapa franquista que repuso a la empresa suministradora de aguas su denominación monárquica; esta tapa de registro carece de fecha, pero fue fundida por el madrileño taller “La Caleta”. Podemos observarlas en la séptima y octava fotografías.

Continuando nuestro descenso por la tercera rampa meridional, apreciamos la inminencia de los trabajos en esta zona por la colocación de la valla de obra enlonada que muestra la novena imagen.

Uno de los muros más “desmenuzados” de todo el conjunto, a pesar de no ejercer función de contención, ya que únicamente limita la cuesta con el jardín aledaño de la calle de Segovia, es el que mostramos, ya vallado en la décima fotografía.

No habiendo más novedades de momento, remontamos alegremente la “escalada” rumbo al centro urbano no sin dejar de advertir que el muro de contención de la segunda rampa septentrional, que evidenció los primeros desprendimientos con riesgo de alcanzar a los peatones y que fue el primero en enlonarse preventivamente, ahora se muestra desnudo, imaginamos que ante la inminencia de su consolidación, como podemos apreciar en la undécima y última fotografía.

Esperemos que en el siguiente reportaje podamos mostrar un avance significativo de los trabajos.

Fotografías por Julio Real González.

Julio Real González

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