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Vientos de cambio con brisas de ayer. El túnel de la Gran Vía

El sábado 15 de junio de 2019 quedaba constituida una nueva corporación municipal en nuestro Ayuntamiento, con cambio de color político, al cambiar el bastón de mando de nuestro municipio de un partido a otro.

Es habitual que, en momentos de esta índole, los regidores entrantes anuncien sus programas y prometan revertir aquello que los salientes hicieran, ya fueran decisiones acertadas o, por el contrario, demostraran haber sido actuaciones poco afortunadas. Ocurre, por lo tanto, que las proclamas de aquellos que consiguen, merced a la decisión electoral de los madrileños, empuñar el bastón y ceñirse, aunque esto último parece haber quedado en desuso, el collar de alcalde, proclamen las medidas que regirán su mandato por, al menos, los cuatro años siguientes.

Sin ánimo de polémicas políticas, ajenas a la línea editorial de esta modesta publicación en la que procuramos evitarlas en todo momento, vemos con asombro que una de esas medidas, englobada dentro de la polémica de Madrid Central, es la de soterrar el tráfico bajo la Gran Vía, hecho que nos retrotrae a tiempos no demasiado lejanos en los que se llevó a cabo otro célebre soterramiento, como fue el de la M-30.

¿Es buena idea sepultar bajo tierra una calle de tamaña envergadura? En el caso de la M-30, el resultado fue acertado, recuperando para los vecinos y visitantes nuestro maltratado río Manzanares,. Pero, al tratar la misma actuación en una calle del centro de Madrid, bajo la cual se entrecruzan galerías de servicio, alcantarillado, túneles de antaño y hogaño, amén de los posibles restos de las calles anteriores a su apertura que puedan perdurar en el subsuelo, advertimos que la idea no es tan afortunada como pudiera parecer. Si a esto añadimos los túneles de las líneas 1, 2, 3 y 5 del Metro (estas dos últimas siguiendo el trazado de la calle en diferentes tramos), así como el del segundo Túnel de la Risa, o sea, la línea ferroviaria de Cercanías entre Nuevos MInisterios y Sol, vemos que el proyectado corredor subterráneo debería perforarse a una profundidad que a más de uno daría claustrofobia.

Terminaremos esta breve reflexión, que no pretende ser más que eso, haciéndonos otra pregunta. Un túnel necesita, al menos, dos accesos, así como respiraderos y salidas de emergencia. ¿En que lugar se abrirían sin impactar en los edificios, tanto visualmente, hablamos de un centro histórico con multitud de turistas y visitantes diarios, como estructuralmente?

¿En que quedará, finalmente, este asunto?

Fotografía por Mario Sánchez Cachero

Mario Sánchez Cachero

Esta entrada tiene un comentario

  1. Charo

    Si es cierto que Madrid esta hueco,cuando era niña un amigo que vivia cerca de la sociedad de autores me enseño unos tuneles que incluso tenian el nombre de las calles,por aquel entonces me daba miedo meterme alli,pero si me pilla ahora no hubiese perdido la ocasion.Que interesante indagar sobre este tema porque hay muchos subterráneos que comunican Madrid entero.

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