Madrid, una Historia de bigotes (y XXI): Cuando vino Eisenhower

El skyline del tramo occidental de la Gran Vía fue completado con la aparición de la “Torre de Madrid”. Foto: Juan Pedro Esteve García.Uno de los acontecimientos que llevaron a Francisco Franco de ser uno de tantos espadones de la historia de España a ser el espadón de reinado más largo, solo superado en longevidad en Europa por el régimen que montó en Portugal Oliveira Salazar (y que continuó brevemente en manos de Marcelo Caetano), fue la muerte en 1945 de Franklin Delano Roosevelt, cuando ya no faltaba prácticamente nada para poner fin a la Segunda Guerra Mundial.

Ahí ya se perdió a uno de los líderes internacionales que más presión podría haber hecho en el escenario postbélico para desgastar a Franco, presión que sin duda habría sido más efectiva que la cobarde farsa de los británicos durante los años anteriores de la “no intervención”. La viuda de Franklin, Eleanor Roosevelt, realizó durante algunos años más una gran campaña mediática en contra del franquismo, pero dentro de los Estados Unidos había muchas personas interesadas en cobrar su particular revancha contra los años de apertura que habían supuesto los gobiernos del fallecido, y con el pretexto de frenar la influencia de la URSS iban haciendo labor de zapa para ir derechizando poco a poco a la opinión pública norteamericana.

El presidente que sucedió a Roosevelt fue Harry Truman. Como buen masón y buen protestante, tenía motivos para no querer saber gran cosa de Franco, ante la persecución que sufrían ambos colectivos en España. A pesar de las purgas hechas a raíz del atentado de Begoña, en España seguían teniendo un enorme poder la Falange originaria y los simpatizantes del vencido Tercer Reich, que no dudaban en considerar a los anglosajones en general, y a los masones y similares en particular, como la fuente de todos los males del planeta. Solo se salvaban algunos colectivos, como la protestante Fundación Fliedner, titular del Colegio El Porvenir, en Cuatro Caminos, que por limitarse a ir a sus asuntos y no haber hecho nunca proselitismo, fue respetada. Fue una de las raras instituciones religiosas que pudo presumir, en aquellos convulsos años, de no haber tenido problemas ni con la República ni con Franco, precisamente por no haber tenido ambiciones de meter como otras las narices en la política.

Folleto “Bob y María” editado por la “Casa Americana” de la embajada estadounidense en Madrid, situada en la calle del marqués de Riscal. Estos libritos eran cursos de idiomas coordinados con emisiones radiofónicas, en los que se intercalaban algunos elementos de propaganda contra los países del otro lado del Telón de Acero.
Folleto “Bob y María” editado por la “Casa Americana” de la embajada estadounidense en Madrid, situada en la calle del marqués de Riscal. Estos libritos eran cursos de idiomas coordinados con emisiones radiofónicas, en los que se intercalaban algunos elementos de propaganda contra los países del otro lado del Telón de Acero.

Sin embargo, los años finales del mandato de Truman discurrieron en un ambiente en el que los grupos ultraderechistas de Norteamérica ya estaban creando una amplia corriente de opinión contra los antiguos aliados (la URSS) y a favor de apoyar a Franco, (colaborador del antiguo enemigo). Muchas de estas cosas a Truman le venían grandes. Cuando asumió el poder en 1945, se encontró con que la administración de su predecesor Roosevelt había dejado preparada un arma de extraordinario poder (la bomba nuclear) tras largos años de investigaciones. La bomba permitió a Truman finalizar la guerra contra Japón en agosto del 45, guerra que si se hubiese continuado por medios convencionales probablemente se habría extendido a 1946-47 y causado algunos millones de muertes más tanto a aliados como a japoneses. El problema empezó cuando, tras cuatro años de supremacía mundial absoluta de los Estados Unidos, la Unión Soviética hizo estallar su primera bomba nuclear experimental en 1949. La histeria anticomunista echó definitivamente raíces en toda América.

El expansionismo soviético probablemente también le vino grande a Truman. Las atrocidades cometidas por el Tercer Reich en territorio de la URSS (20 millones de muertos entre 1941 y 1945) incluso contra nacionalidades que le habrían apoyado para librarse del yugo ruso, habían servido de justificado pretexto a Stalin para exigir, al fin de la guerra, la mitad de Europa como zona de influencia soviética. Los británicos intentaron crearse una zona propia en los Balcanes, involucrándose en una guerra civil de Grecia que se solapó con el final de la guerra mundial, pero en el escenario que se atisbaba al empezar la década de 1950 estaba claro que los países que iban a “cortar el bacalao” en Europa y en el mundo eran dos: Los Estados Unidos y la URSS. Cuando en 1949 la URSS hace estallar su bomba en los desiertos del Kazajistán y se pone a la altura tecnológica de América, se instaura el “equilibrio del terror”.

El giro a la derecha de la política norteamericana se culminó con la llegada de Dwight Eisenhower, del Partido Republicano, a la Casa Blanca en el mes de enero de 1953. En ese mismo año se firman los tratados entre Eisenhower y Franco.

“Ahora sí que hemos ganado la guerra de España”

se cuenta que exclamó el general ferrolano a la firma de los tratados de cooperación. Paradójicamente, se acababa la gran justificación que tenía España para seguir siendo una dictadura, pues el argumento de que un totalitarismo azul era necesario para que no echara raíces un totalitarismo rojo se terminaba en el momento en el que el país pasaba a estar protegido del comunismo por el gran paraguas militar norteamericano. Nueva paradoja: la época de la historia de España en la que probablemente ha habido más masones pisando nuestro suelo ha sido de 1953 a principios de los años 80, pues la Masonería es una institución muy implantada en el mundo militar estadounidense. No importaba. Franco ya tenía un nuevo protector internacional, tras años de aislamiento, y si ahora había que perpetrar un cambio de chaqueta para seguir subido al sillón, pues se traían masones a Torrejón de Ardoz.

El primitivo aeródromo de Torrejón de Ardoz fue enormemente ampliado con motivo de los acuerdos Franco-Eisenhower, hasta acabar albergando una verdadera ciudad norteamericana en suelo español. Plano: Revista Avión, mayo de 1958.
El primitivo aeródromo de Torrejón de Ardoz fue enormemente ampliado con motivo de los acuerdos Franco-Eisenhower, hasta acabar albergando una verdadera ciudad norteamericana en suelo español. Plano: Revista Avión, mayo de 1958.

Torrejón de Ardoz ya tenía un aeródromo desde los años 40, construido por el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), y las instalaciones fueron enormemente ampliadas para construir una base aérea capaz de albergar los grandes bombarderos de la U.S. Air Force, como el B-52 o su predecesor, el todavía más grande B-36. Más que una base, puede decirse que en suelo torrejonero se construyó una ciudad, trasplantada desde algún remoto lugar de Wisconsin o Alabama al centro de Castilla. “Oregón de Ardoz”, la bautizó la chispa popular. Aunque España tenía colonias en el golfo de Guinea, el intercambio de población que había con ellas era muy pequeño, por lo que la primera vez que muchos madrileños pudieron ver a un negro en su vida fue con la llegada de militares afroamericanos a Torrejón. Además de la diversidad étnica, empezamos a conocer la diversidad musical, pues los pilotos y navegantes de los aviones empezaban a traer los primeros discos de una cosa que había al otro lado del Océano llamada rock & roll.

Desde el poder se fue haciendo una enorme labor de expurgo de archivos y lavado de biografías para ir borrando los restos de la pasada colaboración hispano-nazi, y no incomodar mucho a los nuevos aliados. La nueva autopista de unión de la calle de María de Molina con el Aeropuerto de Barajas (que además servía de acortamiento a la carretera de Aragón) fue bautizada como Avenida de América (por ella se va de Madrid a Torrejón) y la glorieta (luego convertida en nudo de autopistas) de enlace de la ruta del Aeropuerto con la de Aragón, fue bautizada como del general Eisenhower.

En 1953 aparece en la Plaza de España el segundo gran rascacielos de la historia de la ciudad, el Edificio España. Cuatro años más tarde lo hará la Torre de Madrid unos pocos metros al lado. Ambas construcciones superaban ampliamente los 100 metros de altura, y fueron el símbolo de la reconstrucción de Madrid tras las destrucciones causadas por los tres años de bombardeos de la guerra.

Ascenso del Opus Dei

En 1954 empezaron a funcionar los aviones Super Constellation en la línea de Madrid a Nueva York. Los tiempos de máximo aislamiento internacional empezaban a pasar.
En 1954 empezaron a funcionar los aviones Super Constellation en la línea de Madrid a Nueva York. Los tiempos de máximo aislamiento internacional empezaban a pasar.

El año 1959 estuvo marcado por dos acontecimientos: la visita a Madrid del presidente Eisenhower, como confirmación de los pactos suscritos en el 53, y la aprobación del Plan de Estabilización, que saca de la planificación económica a los residuos que quedaban del falangismo autárquico. Una misteriosa organización fue aprovechando estos cambios para ir apoderándose de más y más resortes del poder.

Los pactos del 53 habían abierto el camino a la entrada de España en las Naciones Unidas, y con la visita de Eisenhower a finales de 1959 parecían sepultados definitivamente los recuerdos de los años trágicos de guerras y de hambrunas que habían asolado nuestro país desde el siglo XIX hasta 1939. Eisenhower tenía con España un nuevo portaaviones en Europa, y Franco tenía con América garantizada la supervivencia de su régimen. El recibimiento dado a Eisenhower fue apoteósico, y las ventanas de la Torre de Madrid, en la plaza de España, fueron convenientemente iluminadas para formar las letras IKE, pues Ike era el apodo del general norteamericano.

Ese mismo año de 1959 entró en funcionamiento el Centro Emisor de VHF de Navacerrada, conocido popularmente como la Emisora de la Bola del Mundo. En lo alto de una de las cumbres de la Cordillera Central, se construyó este centro de Televisión Española (TVE) que permitió el despegue definitivo de este medio de comunicación en España. Algunas empresas habían hecho ensayos de televisión desde finales de la década de los 40, y en 1956 había empezado a emitir TVE regularmente, aunque desde unas instalaciones del Paseo de la Habana desde donde la cobertura alcanzada no era muy amplia. Con la nueva emisora de la Sierra, TVE dejaba de ser un experimento propio de la zona urbana de Madrid y se consolidaba como nuevo medio de comunicación de masas. El precio de los receptores los hacía en principio inasequibles para el ciudadano medio, por lo que se inició la costumbre de bajar al bar no solamente para beber y leer el periódico, sino para contemplar las retransmisiones del aparato que había instalado allí el dueño. Todavía el número de seguidores de las corridas de toros era superior al de los partidos de fútbol, y los toreros eran ídolos de masas tan aclamados como lo pueden ser hoy Iker Casillas o Gerard Piqué. En los pueblos, se organizaron los denominados Teleclubes, para disponer al menos de un televisor en cada localidad que pudiera ser visto de manera colectiva.

El desprestigio que había sufrido la Falange tras el estado de ruina económica en que habían dejado sus ministros las arcas del Estado fue aprovechado en la década de 1950 para que otra tribu política fuese haciéndose con su lugar: En 1957 entraron por primera vez miembros del Opus Dei en el gobierno, y el Plan de Estabilización del 59 fue el trampolín definitivo para su implantación. El Opus Dei lo había iniciado en 1928 un extraño sacerdote, José María Escrivá de Balaguer, con tendencias megalómanas y egocéntricas hasta el extremo, y en sus primeros años operaba bajo tapaderas como la Academia DYA, teóricamente destinada a preparar exámenes de “Derecho y Arquitectura”. Pero bajo esas siglas se ocultaban las palabras “Dios y Audacia” como ejemplo del carácter secretista que siempre ha caracterizado a la organización. La gran oportunidad del Opus vino con la llegada de Franco al poder, muy deseoso de crear una “masonería blanca” que contrarrestase a la masonería original. Por otra parte, además de las obsesiones antimasónicas y antiizquierdistas compartidas por las demás familias del Régimen, el Opus buscaba “reconquistar la Universidad para Cristo”, eliminando como fuera la labor realizada en el primer tercio del siglo XX por la Institución Libre de Enseñanza. Esta venganza contra la ILE se hizo asentando más y más personas del Opus en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), surgido en la posguerra para heredar los edificios y actividades de la Junta de Ampliación de Estudios. La zona histórica de la ILE/JAE con los edificios de la fundación Rockefeller y la Residencia de Estudiantes fue “exorcizada” de su pasado republicano mediante la construcción de una iglesia, encomendada a Miguel Fisac, arquitecto que con el tiempo abandonó el Opus.

El Opus Dei, una vez controló la universidad, fue a por los ministerios, a por los bancos, y a por toda institución estatal o privada que se le pusiera por delante. En favor de esta obra religiosa hay que reconocer su papel a la apertura de la economía española hacia el exterior, tras años de aislamiento, pero el discurso que se escondía tras la fachada de modernidad que iba llegando al país era bastante peligroso. En vez de funcionar al estilo de una orden religiosa tradicional, caso de la Compañía de Jesús (hasta entonces el grupo con más poder dentro del catolicismo, y el de mayor nivel intelectual), el Opus adoptó tácticas de lavado de cerebro y de reducción de la voluntad individual de sus miembros más propias de una secta asiática que del cristianismo. Otro tipo de tácticas parecen más propias de los servicios secretos, como la de hacerse con el control de las mujeres que trabajaban en el servicio doméstico de las personas influyentes. A través de una especie de “escuela de chachas” conseguían infiltrar personas en las casas de los banqueros, de los directivos y de los políticos que no estaban bajo su control, para saber de primera mano qué ocurría en las altas esferas del poder.

Gracias a la labor informativa de disidentes que han abandonado el Opus se puede conocer el carácter extremadamente clasista de su organización. Mientras a partir de la década de 1960 la Compañía de Jesús se fue volviendo muy crítica con el régimen de Franco, el Opus fue convirtiéndose en una rueda más del engranaje de la extrema derecha española.

Mientras tanto, por las calles circulaba El Caso, periódico surgido en 1952 que puede considerarse una especie de prensa-basura precursora de la televisión-basura de los años 90. Crímenes y sensacionalismo del puro y del duro.

Fin de la serie «Madrid, una Historia de bigotes»

Juan Pedro Esteve García
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Esta entrada tiene un comentario

  1. javier

    una observación sobre el uso de la bomba atómica contra japón .
    no se uso para ganar la guerra japón ya estaba derrotado con la declaración de guerra de la urss tras la derrota alemana la bomba se uso para intimidar a los soviéticos y re formular los acuerdos alcanzados en la conferencia de yalta
    para quien quiera saber mas de esto les recomiendo
    oliver stone la historia no contada de estados unidos

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